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Un ejército de voluntarios para salvar ballenas en Nueva Zelanda

Monitores enseñan a los voluntarios cómo actuar frente a un cetáceo herido con réplicas de los animales, a tamaño real. De este modo ayudar a salvar la vida a algunos de los 300 ejemplares que quedan varados anualmente en Nueva Zelanda.

Un grupo de voluntarios aprenden con la réplica de ballena. (Marty Melville | AFP)

En una playa de Nueva Zelanda barrida por el viento, aprendices en rescate de cetáceos sostienen con firmeza una red, entran en el agua y sueltan finalmente a una ballena de dos toneladas... de caucho.

«Mantengan el área libre... están demasiado cerca de la cola, un solo golpe puede herirlos gravemente, a ustedes y a la ballena», grita un instructor a sus alumnos bajo la lluvia de Wellington.

El clima hostil no frena el entusiasmo del grupo que logra mover a la falsa ballena piloto (también llamada calderón) de cinco metros de largo para colocarla en un colchón rodeado de dos pontones inflables.

La réplica de cetáceo y una más pequeña de 200 kilos son lanzadas finalmente en aguas profundas por estos voluntarios formados por el Project Jonah, una ONG neozelandesa de rescate de ballenas.

Lleno de agua, el mamífero marino de latex prepara a los equipos para verdaderas situaciones de emergencia en un país que tiene uno de los números de encallamientos más elevados del mundo.

Cerca de 300 animales quedan varados anualmente en Nueva Zelanda, según cifras oficiales. No es extraño ver grupos de 20 a 50 de ballenas piloto encalladas en una playa. Las cifras pueden subir a cientos, como en 2017 cuando cerca de 700 ballenas de este tipo quedaron varadas.

«Siempre habrá encallamientos, hubo uno el lunes, habrá probablemente otro la semana próxima», explica Louisa Hawkes, responsable en comunicación del Project Jonah, a la treintena de rescatistas durante su formación en Wellington.

Y no hay que esperar una semana para tener otro de esos tristes hechos. En medio de un entrenamiento, una ballena piloto bebé aparece encallada en la costa de Christchurch, en la otra punta del país.

Durante la formación que tiene lugar en una sala de la alcaldía, un coordinador de la oenegé sale para dar consejos por teléfono a quienes intentan salvar al animal a más de 400 kilómetros de allí. Pero es en vano. El cetáceo tiene que ser eutanasiado unos horas más tarde.

Trampa para ballenas perfecta

«Los encallamientos ponen a prueba a las personas emocionalmente», explica Hawkes a los voluntarios. «Cuando una ballena no es devuelta al mar, uno puede sentirse muy mal, sobre todo si se vinculó con ella», precisa. Además del aspecto emocional, el rescate de cetáceos incluye muchos riesgos físicos, como heridas provocadas por el movimiento del animal.

El espiráculo de la ballena libera bacterias y hongos y el agua alrededor de los animales encallados se contamina rápidamente por la material fecal y por la sangre que puede atraer a tiburones. Incluso los cadáveres suponen un riesgo, durante la descomposición, el viente se llena de gas y esto puede provocar la explosión del cuerpo.

Nadie sabe por qué las ballenas encallan, pero Hawkes menciona una hipótesis: ocurre cuando mamíferos viejos, enfermos o heridos se acercan a la costa y otros miembros de la manada los siguen.

Cuenta también que una orca, un macho llamado Nobby, fue socorrido siete veces en las playas de la isla del norte, adonde se encontraba cazando rayas para alimentarse.

La mayoría de los encallamientos en masa en Nueva Zelanda implican a ballenas piloto en playas de pendiente suave, lo que confunde su sonar y les hacer creer que se encuentran en aguas abiertas.

Otros miembros del grupo intentan luego responder a sus pedidos de auxilio y cae también en la trampa. «Es lo que llamamos una trampa para ballenas perfecta», explica Hawkes.

También se ha establecido un vínculo entre los encallamientos y las explosiones de minas submarinas o los ejercicios militares en el mar. La mayoría de los cetáceos accidentados se encuentran mal alimentados, con el estómago lleno de plásticos.

Creado en 1974, el Project Jonah es visto como líder en el rescate de ballenas, y participa en la formación de la policía y los servicios de preservación de la fauna en Nueva Zelanda.

La ONG cuenta con una red de 4.000 voluntarios, sobre todo gente común y corriente que siguió la formación básica para convertirse en socorrista de mamíferos marinos.