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Memoria para ignorantes en un país de enfermos

El informe, en manos de la consejera Artolazabal. (Irekia)

El Gobierno Urkullu ha acabado convirtiendo la muy trascendente cuestión de la memoria en disparate de época. El ‘Informe sobre la injusticia padecida por los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como sus familiares, a consecuencia del terrorismo de ETA’ es solo el último eslabón del dislate, otra pieza suelta de un puzzle que en realidad no se quiere completar, un juego de ocultación retorcido pero a la vez increíblemente torpe.

Resulta evidente que Lakua no valora del mismo grado unas y otras violencias, pero con ser grave la discriminación no me parece lo más relevante; por encima está la estulticia promocionada institucionalmente. Resulta que por un lado el Gobierno de la CAV reconoce que esas policías torturaron generalizadamente y por otro subraya que fueron un frente prioritario para ETA, pero una y otra cosa no tuvieron nada que ver entre sí. Resulta que esas FSE protagonizaron «abusos» y a la vez sufrieron «violencia de persecución», pero eran dos cosas independientes. Resulta que Melitón Manzanas quizás torturaba y a Melitón Manzanas seguro lo mataron, pero no hay relación. Resulta que no hay víctimas que hayan sido victimarios, ni victimarios víctimas, solo se llamaban igual.

Resulta que la matanza franquista de 1936-39 no tiene nada que ver con la revuelta armada que comenzó apenas 20 años después, ni una generación (aunque resulte que luego en un acto de recuerdo a quienes combatieron el Alzamiento a la consejera se le escape que «Unai Parot nunca fue un gudari»). Resulta que Gernika no tuvo que ver con Txabi Etxebarrieta, ni Etxebarrieta con Melitón Manzanas, ni Manzanas con «Txikia», ni «Txikia» con Carrero Blanco, ni Carrero con «Argala», ni «Argala» con los refugiados en Lapurdi, ni los refugiados con el GAL, ni el GAL con Intxaurrondo, ni Intxaurrondo con la Plaza de la República Dominicana, ni el «comando Madrid» con tener preso a Antton Troitiño hasta que fuera enfermo terminal... Resulta que entre 1936 y 2021 todo han sido píldoras diarias de «injusticias» sueltas; bueno, todo no, porque hay cosas que siguen sin haber existido, lo acaba de escuchar la familia de Rosa Zarra en ‘Teleberri’.

Resulta que unas víctimas del Estado empezaron en 1960 (¿será pura casualidad que coincida con el inicio de ETA?) y acabaron en 1977; que otras lo fueron desde 1978 a 1999 (¿será por el fin de milenio?); y que de las posteriores nada se sabe o quizás no las ha habido (¿será que Iñigo Cabacas no fue un crimen político o no una «injusticia»?)

Resulta que los guardias civiles que torturaron y mataron lo hicieron porque sí, y los miembros de ETA que secuestraron y mataron, también porque sí. Resulta que los primeros no defendían la imposición de la unidad española y los segundos no reclamaban el derecho a la independencia. Resulta que, como no había motivo alguno, unos y otros debían ser meros sicópatas (aunque se intuye que unos menos que otros). Pero no solo ellos, también debían ser violentos por naturaleza quienes practicaron el «aislamiento social» a las FSE, según subrayan ahora, incluidos los niños y niñas compañeros de escuela de los hijos e hijas de los guardias civiles. Un país de enfermos, en la mejor línea de la propaganda española de los 80 pero ahora en boca de un gobierno vasco.

Resulta que antes que admitir la realidad del conflicto armado y sus motivos, el Ejecutivo Urkullu prefiere recrear tropecientos conflictos diferentes, inconexos, inexplicados e inexplicables, absurdos. Resulta que la violencia política en Euskal Herria es un fenómeno acientífico, de consecuencias sin causas, y también antihistórico, en el que todo empieza y acaba abruptamente, sin continuidad, sin una línea del tiempo.

Resulta que a todos quienes lo hemos vivido nos toman por tontos y desmemoriados, y que a quienes han llegado después los quieren convertir en ingenuos e ignorantes.

Y resulta que a esto lo llaman memoria.