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El cine vasco logra Goyas de prestigio en una gala que encumbra a ‘El buen patrón’

Con una presencia menor a la de ediciones precedentes, el cine vasco volvió a hacerse visible en la ceremonia de los Goya con ‘Maixabel’, esta vez, como mascarón de proa. La producción del donostiarra Koldo Zuazua optaba a catorce galardones de los que, finalmente, consiguió materializar tres.

Urko Olazabal cumplió los pronósticos y se llevó el Goya a mejor actor de reparto. (Lluis GENÉ | AFP)

La encargada de abrir la veda fue la intérprete barakaldarra María Cerezuela quien se hizo con el Goya a la mejor actriz revelación que, por segundo año consecutivo, fue a parar a una actriz vasca tras el triunfo el pasado año de Jone Laspiur por ‘Ane’. Tras obtener el galardón, Cerezuela, en declaraciones exclusivas para NAIZ manifestó que, más allá del Goya, el mayor premio que le deja su participación en un filme como ‘Maixabel’ es «un aprendizaje personal increíble gracias a ella y a María Jauregi que, para mí, son un referente como mujer».

Al Goya de la joven actriz le siguió el logrado por el bilbotarra Urko Olazabal que figuraba como favorito en todas las quinielas y que cumplió con lo previsto haciéndose con el premio al mejor actor de reparto por su interpretación de Luis Carrasco en el filme de Icíar Bollaín. El actor, en su discurso de agradecimiento, evocó, como el resto de miembros del equipo, la figura de Maixabel Lasa como agente inspiración de una película que, según sus propias palabras, «nos hace entender mejor la vida». En sus agradecimientos, Olazabal también quiso acordarse de sus alumnos de la escuela Bizie de Bilba y de la ikastola Urretxindorra, donde da clases de audiovisuales. A preguntas de este medio, Olazabal comentó que el galardón le hacía especialmente feliz por reconocer una película «que nos hace pensar, aprender y abrir la mente sobre la necesidad de cultivar otros caminos más allá de la violencia y del odio».

El tercer Goya que obtuvo ‘Maixabel’ fue el de mejor actriz para la madrileña Blanca Portillo que, visiblemente emocionada, hizo una declaración de amor, a sus padres, al resto de compañeras nominadas, a Isa Campo (guionista de la película), a Iciar Bollaín (directora) y a Maixabel Lasa «que es un monumento al amor, a la generosidad y a la empatía que pone luz en este mundo convirtiéndolo en un lugar mejor». Pese al humanismo que destila el filme y a su calurosa acogida dentro y fuera de Euskal Herria, la Academia estatal de cinematografía le privó de un reconocimiento mayor, temerosa, quizá, de que su triunfo pudiera dar lugar a interpretaciones en clave política que volviesen a estigmatizar a la institución tras unos años marcados por la polémica. Ese empeño por poner tierra de por medio y congraciarse con una audiencia amplia y acrítica fue la que vació de contenido político la gala de este año e hizo que se apostase por una película como ‘El gran patrón’ que, en su medida carga satírica, se abstiene de hacer sangre.

La película de Fernando León de Aranoa presentada, como ‘Maixabel’, en el marco del Zinemaldia (que vuelve, un año más, a convertirse en un escaparate privilegiado para el cine estatal), obtuvo a la postre seis Goyas entre ellos el de Mejor película, dirección, guion original y actor para Javier Bardem. Sin embargo fue en los otros dos Goyas que obtuvo el filme donde saltó la noticia ya que tanto el galardón a la mejor banda sonora como el de mejor montaje reconocieron el trabajo de dos mujeres, Zeltia Montes y Vanessa Marimbert, en sendas categorías que, tradicionalmente, han estado dominadas por candidatos masculinos. En este sentido el discurso de agradecimiento de Montes fue contundente al afirmar que «frente a la idea de que la música y el cine no han sido muy agradecidos con las mujeres compositoras, se impone la realidad de que las compositoras lo que no han tenido son oportunidades». Y es que, como ya ocurrió en los Goya del pasado año, en la edición de este año se corroboró un reconocimiento a la presencia creciente de las mujeres dentro de la industria. No por casualidad, en la categoría de mejor dirección novel, volvió a imperar, por quinto año consecutivo, una mirada femenina, en este caso la de la realizadora catalana Clara Roquet, que se llevó el galardón por ‘Libertad’, filme que también le dio a su coprotagonista, Nora Navas, el premio a la mejor actriz de reparto.

Los actores de ‘Maixabel’ no fueron los únicos profesionales del cine vasco en ser reconocidos por la Academia. El guionista Jorge Guerricaechevarría, mano derecha de Álex De la Iglesia, consiguió su segundo Goya y, como el primero, fue de la mano de Daniel Monzón. Si hace doce años fue ‘Celda 211’ el filme que le hizo acreedor del Goya junto con el realizador mallorquín, en esta ocasión fue ‘Las leyes de la frontera’ (filme que clausuró Zinemaldia) el título por el que ambos obtuvieron el galardón. También repitió premio el operador bilbotarra Kiko De la Rica que ya fue premiado hace casi una década por su fotografía para ‘Blancanieves’ y que ayer subió al escenario por su trabajo en ‘Mediterráneo’. El filme sobre Open Arms fue otro de los triunfadores de la gala al hacerse con cuatro Goyas. El que se fue de vacío, en esta ocasión, fue Pedro Almodóvar que no consiguió ninguno de los ocho premios a los que optaba con ‘Madres paralelas’ y que la única vez en la que pisó el escenario del Palau de las Arts de Valencia fue para entregar a Cate Blanchett el primer premio Goya internacional.

Poco más de sí dio una gala que, aunque empezó ágil, terminó de resultar tediosa y donde el único momento de emoción lo puso José Sacristán al recibir, a sus 84 años y en medio de una sonora ovación, el Goya de Honor, que el veterano actor agradeció apelando a sus orígenes campesinos y dedicando su premio al público «a esos hombres y mujeres que, cada año, bien en manojo bien en ristra, me siguen comprando los ajos». Ese mismo público que la Academia estatal del cine pretende recuperar rehuyendo escenarios de incomodidad.