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El Partido Maorí pide el «divorcio» a Isabel II para sanar las heridas de la colonización

Hace 182 años, la corona británica y líderes maoríes de Nueva Zelanda suscribieron el tratado de Te Tiriti para garantizar los derechos territoriales de los pueblos indígenas. Hoy día, el Partido Maorí propone el «divorcio» con la Isabel II para sanar las heridas de la colonización.

Maoríes durante la tradicional Haka. (Mick TSIKAS | AAPIMAGE | DPA)

En plenas celebraciones por el 70 aniversario de la coronación de la reina Isabel II, el Partido Maorí propone el «divorcio» de Nueva Zelanda de la Corona británica para sanar las heridas dejadas por la colonización en los pueblos originarios, aunque la reclamación, de momento, tiene poco eco en la sociedad.

A pesar de ser un país plenamente independiente, la reina Isabel II de Inglaterra sigue siendo su jefa de Estado oficial, como soberana de 15 estados independientes pertenecientes a la Commonwealth, o Mancomunidad de Naciones, un estatus de carácter sobre todo simbólico en el que algunos ven huellas de barbaries pasadas.

La reclamación del Partido Maorí –una escisión del Partido Laborista que reivindica más derechos para las poblaciones indígenas de Nueva Zelanda–, se relaciona con el tratado de Te Tiriti, suscrito por la corona británica y líderes maoríes hace 182 años para garantizar la protección de los derechos territoriales de los pueblos indígenas.

«Si consideramos nuestro pacto fundacional como un matrimonio entre los tangata whenua (pueblos originarios) y la Corona, el tratado es el hijo de ese matrimonio. Ya es hora de que los tangata whenua asuman la custodia total», dijo Rawiri Waititi, el colíder del Partido Maorí, que ocupa dos de los 121 escaños en el Parlamento nacional.

«Incongruencia»

Tom Roa, maorí y experto en estudios indígenas de la Universidad de Waikato, reconoce en declaraciones a Efe «la incongruencia de tener un jefe de Estado domiciliado en el otro lado del mundo».

«Me identifico con el sentimiento de que mucho de lo que ha afligido al pueblo maorí proviene de los efectos de la colonización», ha dicho por correo electrónico el académico sobre la jefatura de Estado de Isabel II, quien está representada en el país oceánico por la gobernadora general, la maorí Cindy Kiro.

Más de cien años después de la suscripción del tratado de Te Tiriti, los maoríes han perdido casi todas sus tierras por una mezcla de confiscación directa por parte de la Corona, ventas privadas o gubernamentales y decisiones de los tribunales, que no reconocían la propiedad colectiva. «Lo más insidioso ha sido la destrucción deliberada de nuestro tikanga (cultura), y nuestras raíces, por lo que muchos maoríes no saben quiénes son», subraya Roa.

El académico maorí considera que esto se traduce en el «divorcio» que tuvieron estos pueblos «de sus raíces y sus formas tradicionales» y recalca que «abundan las estadísticas negativas en la salud maorí, la educación, la vivienda, el empleo, el encarcelamiento, el suicidio, etc».

Además, los maoríes, que conforman el 20% de la población neozelandesa de más de 5 millones de habitantes, siguen experimentando discriminación institucional, así como tasas desproporcionadamente altas de pobreza, encarcelamiento, enfermedades, abusos domésticos y suicidios, entre otros problemas.

Si bien Roa afirma que los pueblos originarios de Nueva Zelanda consideran que no han sido tratados con respeto por la Corona y sus representantes, se pregunta por las consecuencias del «divorcio». «¿Qué pasará con el Tiriti si hay un divorcio? ¿Cómo se trataría entonces a los maoríes?», cuestiona Roa, al recordar que fue Isabel II quien se disculpó en 1995 ante el pueblo maorí por haberlos calificado de salvajes y reconocer el impacto negativo de las políticas y leyes de la Corona en estos pueblos.

Aquella fue una de las diez visitas que Isabel II ha realizado al país oceánico, la primera de ellas en 1953, según explica el académico, que era un bebé cuando la monarca acudió entonces al feudo del movimiento en favor del rey maorí y caminó entre la gente con la hija del monarca Koroki, quien más tarde se convertiría en la reina Te Atairangikaahu, hasta su muerte en 2006.

Sin horizonte a la vista

En Nueva Zelanda, poco más del 36% de los pobladores apoya el paso a la república con la muerte o abdicación de la monarca, mientras el 48% quiere mantener sus lazos con la monarquía, según una encuesta de la semana pasada de Colman Brunton.

Unos datos que auguran la supervivencia de la Monarquía en Nueva Zelanda, pero que reflejan, según encuestas anteriores, un crecimiento entre los apoyos a la república –la opción del 20 % de los encuestados según un sondeo de 2020–.

Las demandas del Partido Maorí además no encuentran apoyo en el Gobierno de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, quien se declara republicana, pero considera que no hay urgencia para que se elimine el sistema monárquico.

Para «divorciarse» de la Corona, Nueva Zelanda tendría que convocar a un referendo, algo que tampoco tiene eco en los partidos políticos como el progresista Partido Verde. «No estoy segura de que un referéndum sobre esa cuestión sea mi prioridad personal en este momento», dijo la semana pasada la colíder del Partido Verde, Marama Davidson.