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Sebastian Meise
Director de ‘Great Freedom’

«Nuestra condición sexual no puede tener ese poder para definirnos»

Nacido en Kitzbühel (Austria) en 1976, debutó como director hace una década con ‘Stilleben’. Sin embargo, su consagración ha llegado con ‘Great Freedom’, donde narra el encarcelamiento de un joven en la Alemania de los 60 y 70, condenado con prisión por mantener relaciones homosexuales en público.

El director de cine Sebastian Meise. (Lolo VASCO)

En ‘Great Freedom’, que cosechó un gran éxito en el pasado Festival de Cannes y llegó a estar entre las finalistas al Oscar a la mejor película extranjera, Sebastian Meise reflexiona sobre el concepto de libertad y sobre el modo en que percibimos sus límites cuando nos comportamos de acuerdo a nuestros propios deseos desafiando los límites de una sociedad que nos oprime, juzga y condena a la hora de reivindicarnos diferentes.

Su opera prima, ‘Stilleben’ fue rodada en 2011. ¿Por qué ha tardado tanto en volver a ponerse tras la cámara?

Digamos que después de haber realizado mi primera película me tomé un período de descanso (risas). A ver, para mi lo relevante no es hacer muchas películas sino hacer buenas películas. Quizá por eso he estado cerca de seis años volcado con ‘Great Freedom’, porque sentía que debía ser extremadamente preciso y muy cuidadoso a la hora de contar una historia como esta.

Hay una idea que conecta ‘Great Freedom’ con su ópera prima y es la gestión del sentimiento de culpabilidad ¿a qué se debe esta coincidencia?

No es una coincidencia sino que refleja un concepto que está dentro de mí. La culpa es algo que está muy presente en mi vida desde que era niño, desde que mis padres se separaron. Durante muchos años pensé que yo era el responsable de dicha separación. Con esto no quiero decir que aquel trauma infantil esté en el origen de las películas que hago, pero sí que es verdad que, desde entonces, he tendido a reflexionar mucho sobre el modo en que gestionamos ese sentimiento de culpabilidad y supongo que eso tiene reflejo en mi cine.

En el caso concreto de ‘Great Freedom’, el protagonista ve sus libertades restringidas debido a su condición homosexual. En este sentido, resulta llamativo cómo usted confronta la condición de recluso de Hans con la cárcel interior en la que vive el personaje ¿Cómo se planteó la construcción de esa metáfora que es la que sostiene el filme?

Bueno es una metáfora hasta cierto punto ya que en Alemania, hasta mediados de los años 70, mantener relaciones homosexuales en lugares públicos era una conducta que estaba tipificada como delito y penada con la cárcel. Pero partiendo de esta realidad no quería hacer un filme de denuncia al uso. Me interesaba más mostrar los efectos que dicha realidad tiene en el interior del protagonista y también en los de su compañero de celda. Por una parte tenemos a Hans que es condenado a prisión por su homosexualidad y por otro a Viktor, un hetero homófobo. Pero la relación que se establece entre ellos a lo largo de veinticinco años trasciende esas categorías y eso es algo que ambos comprenden con el paso del tiempo. El vínculo de afecto y de intimidad que van tejiendo es algo que acontece dentro de sus respectivas almas y que no está definido ni por su condición sexual ni por su condición de presos. Es una relación que rompe cualquier tipo de barrera.

Pero esa idea, ¿se encontraba ya definida en las primeras versiones del guion?

No, de hecho el guion de la película conoció una evolución a lo largo de seis años. En las primeras versiones nos centramos en la biografía de Hans y conocimos a muchas personas que habían pasado por una situación similar a la del personaje hacía 40 años, personas cuya homosexualidad las condujo a la cárcel.

De esas entrevistas pudimos sacar muchos datos a partir de los cuáles fuimos dando forma a la experiencia del protagonista dentro y fuera de prisión. Pero cada vez que teníamos a Hans en la cárcel nos encontrábamos con el personaje de Viktor y en un momento dado nos fuimos dando cuenta que la relación que se iba tejiendo entre ellos es la que dotaba de singularidad e interés a la película. A partir de ahí todo lo demás nos resultaba accesorio y decidimos centrar la historia en los períodos en los que Hans está en la cárcel lo cual, además, confería a la narración un alcance universal porque se trata de un escenario que no ha cambiado en ninguna parte del mundo a lo largo de lo siglos, los elementos que lo definen son siempre los mismos: celdas, muros, barrotes, guardias… La opresión que uno experimenta en un lugar así es fácilmente asumible por el espectador.

De todas maneras lo curioso de Hans es que pese al sentimiento de culpa que experimenta y esa opresión que se cierne sobre él, en ningún momento parece vivir su homosexualidad como una condena, en su mundo interior es alguien totalmente libre…

Es que, como te decía antes, yo creo que nuestra condición sexual no puede tener ese poder para definirnos, ni siquiera lo tenía en aquellos años. Frente a Hans en la película vemos a otros hombres que sí viven su homosexualidad como una condena… Al final depende del carácter de cada persona. En este sentido, Hans puede parecer un personaje muy moderno pero esa lucidez que demuestra, a la hora de aceptarse y de saber quién es, estaba en muchas de las personas con las que hablamos y que fueron punto de inspiración para construir el personaje. Esa manera de sentirse libre interiormente aún no siéndolo de puertas afuera define la singularidad del personaje.

Hablando de la lucidez de Hans, el final de la película es, en este sentido revelador a la par que demoledor en el sentido de que fuera de la cárcel no alcanza a sentirse libre para vivir de acuerdo a sus deseos.

Cuando se abolió ese párrafo del código penal alemán que sancionaba con penas de cárcel las relaciones homosexuales en lugares públicos, la revista ‘Der Spiegel’ publicó un artículo donde se decía que dicha derogación no iba a ser suficiente para sacar a los gays del ostracismo. En años sucesivos, se vino a comprobar que el estigma seguía vigente: declararse públicamente homosexual era algo que te seguía condenando socialmente. Cuando Hans es liberado se da cuenta de eso, de que lo que le espera fuera de la cárcel es una falsa libertad, su conducta va a seguir estando fiscalizada. De hecho, cuando va a ese local gay y le invitan a un cuarto oscuro, él percibe que le están invitando, de nuevo, a meterse en una celda. Eso es lo que le lleva a asumir que la cárcel sigue siendo su sitio. Dicho esto, también tengo que decir que siempre me ha parecido muy divertido el modo en que la cultura gay asume esos elementos que definen la cárcel (barrotes, celdas, muros) para revestir sus lugares de encuentro. Es una manera muy provocadora de denunciar la opresión que se cierne sobre ellos.

‘Great Freedom’ ha tenido un recorrido internacional importante. Ganó la sección ‘Un certain regard’ en Cannes, también el Festival de Sevilla y ha estado entre las finalistas al Oscar. ¿Cómo ha sido encajado el mensaje de la película por audiencias tan diversas?

De un lado hay una cierta incredulidad, sobre todo entre el público más joven, de que en un país como Alemania existieran, hasta hace apenas unas décadas, estas políticas de discriminación. Algunos me comentan que viendo mi película perciben lo mucho que ha avanzado el movimiento gay en la conquista de muchos derechos que hasta hace nada les eran negados. Es una forma de verlo. La otra es que, desgraciadamente, aún existen muchos países donde esos derechos se están viendo amenazados y existe un riesgo real de regresión y no me refiero a países lejanos sino a lugares como Hungría o Polonia donde existe un miedo real entre los jóvenes homosexuales.