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Pernando Barrena
Eurodiputado de EH Bildu

«La UE está perdiendo la batalla geopolítica en Ucrania por incomparecencia»

Pernando Barrena (Iruñea, 1965) cumple su tercer año como europarlamentario. Una legislatura marcada por las consecuencias del Brexit, el covid-19 y, ahora, la guerra de Ucrania. El futuro de la propia UE y la de las naciones sin Estado en el club europeo, próximos tableros de juego.

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A punto de cumplir tres años en Estrasburgo. ¿Qué balance hace?

A nivel personal, una gran escuela. Está siendo la legistalura del covid-19 y Ucrania. Van a ser los dos ejes que van a marcar esta legislatura. Han puesto de relieve la necesidad de que Europa, como ente político, no se limite a la gestión de voluntades de 27 estados, si no que sea una referencia política con voluntad propia y capacidad de actuación. En el caso del covid-19 ha sido interesante por lo novedoso del planteamiento que se hizo de los fondos europeos, de mancomunar la inversión, aunque luego hay mucha tela que cortar y crítica que hacer.

Y es un principio que se puede aplicar también a este primer mes de la guerra de Ucrania. Estamos echando en falta de manera estrépitosa un modelo europeo que dé respuesta a este tipo de situaciones. En el tablero de la geopolítica mundial deja a la UE en una situación muy mala para jugar un papel protagonista o de defensa de unos intereses concretos.

No ha mencionado el Brexit.

Se lo comió el covid-19. El Brexit ha sido algo muy importante. En esta legislatura hemos conocido la escenificación. Cuando llegamos al Parlamento Europeo quedaban unos meses para que se implantase. En estos momentos, hay que poner mucha atención en cómo va a afectar a los acuerdos de paz de Irlanda y cómo van a quedar las fronteras tanto en el espacio político como en el comercial, porque va a tener graves consecuencias. Y va a coincidir con el referéndum de independencia de Escocia, que parece que va a celebrarse en 2023, que va a influir porque la dimensión europea va a jugar un papel importantísimo.

En estos momentos, tiene la CoFoE (Conferencia sobre el Futuro de Europa) en el punto de mira.

A principios de legislatura hubo una constatación de que el Reino Unido se iba, creando una situación de debilidad, y Macron exigió la puesta en marcha de un debate sobre el futuro de la UE. Al final, en fechas límites y sin gran inquietud, se puso en marcha la CoFoE. Pretendía llevar este debate a la ciudadanía.

Vimos que podía ser una oportunidad para introducir un debate sobre las naciones sin Estado y que a nivel europeo se articule un mecanismo legal que contribuya a restar conflictividad a las situaciones de cuestionamiento territorial o de soberanía que hay en la UE. Una especie de reglamento al cual todo el mundo deba atenerse y que establezca cuáles son los requisitos que una nación sin Estado pueda reunir para poner en marcha un proceso de consulta sobre su estado jurídico y político. Veíamos importante situar una realidad que es que las naciones sin Estado no vienen a crear conflicto sino a plantear soluciones. Las naciones que aspiran a ser Estado dentro de la UE pueden ser anclajes muy sólidos del proyecto europeo.

En Escocia y Catalunya la UE se mantuvo al margen. ¿Se puede mover una institución de este tamaño hacia una posición de mayor implicación?

Creo que sí. La UE hoy en día está muy lejos de ser una integración política. Al fin y al cabo, no representa mucho más allá de un club de coordinación de intereses de los estados miembro. La diplomacia a nivel internacional funciona así. Es el realismo político puro y duro. Pero hay ciertos conceptos que están muy instalados por delante de la opción ideológica. Conceptos como que la ciudadanía tiene que poder decidir y que eso también afecta a la capacidad de decidir libremente el futuro de un país.

¿Ahora mismo ese futuro también está marcado por el conflicto en Ucrania?

Se puede decir que sí. Pone sobre la mesa todas las contradicciones que tiene la UE como proyecto a futuro y sobre todo, desde un punto de vista de distribución del poder mundial, qué papel va a jugar la UE, si es que tiene algún papel que jugar. La guerra de Ucrania es poliédrica, pero no podemos olvidar que hay un golpe sobre la mesa de Putin diciendo que en esta nueva multipolaridad quiere un trozo de la tarta.

En ese panorama, lo que está totalmente centrifugado es si la UE va a jugar un papel o no. En estos momentos no está perdiendo esa batalla por falta de capacidad económica o política, prácticamente por incomparecencia. Ucrania está poniendo muy en evidencia eso. Se aprobaron unos fondos para que los refugiados de Ucrania, que se están haciendo sobre todo en los países cercanos, lo paguemos entre todos. Eso es genial, pero eso se tenía que haber hecho en 2015, en todas las oleadas de refugiados de Siria, en esos que parece que se olvidan de Afganistán, porque los talibanes entraron en agosto en Kabul. Antes decíamos que la covid se comió al Brexit, pues Ucrania se está comiendo a Afganistán.

«El que esté al mando de este tablero del Risk debería aprovechar esta situación para apretar el proceso de descarbonización»

 

Son situaciones que ponen en evidencia la debilidad del proyecto. Hay dos grandes bloques: la gente que quiere que Europa lleve hasta último término un proceso de integración política y otros que se identifican con posiciones de derecha y ultraderecha que mantienen una posición en términos migratorios racista y xenófoba, y que dice que los estados han dado demasiadas competencias a la UE. Desde una perspectiva de izquierdas hay mucho que hablar sobre el modelo europeo.

Aquí las consecuencias se están viviendo en forma de precios disparados.

La UE tiene capacidad. En el plano más bajo puede intervenir precios, el tema fiscal corresponde a los estados, pero puede recomendar a los estados que el modelo tributario tenga en cuenta esas situaciones, por ejemplo atendiendo sectores productivos que sufren el coste de la energía o puede poner precios topes a la energía. Y en el modelo de tributación puede bajar los impuestos o subirlo a quien está obteniendo esos beneficios.

En el plano más elevado hay una gran asignatura pendiente que es repensar todo el modelo de producción en lo que se refiere al sistema energético. El que esté al mando de este tablero del Risk debería aprovechar esta situación para apretar el acelerador y que el proceso de descarbonización se haga de forma más rápida.

Los EEUU, que son quizá los que más culpa tienen en este conflicto de Ucrania, se lavan las manos. No tienen ningún tipo de afección económica o muy muy ligera, y encima se van a forrar porque todo el gas que no venga de Rusia, llegará de EEUU. EEUU y Arabia Saudí, que también se va a forrar.

Esto tiene que ver con el modelo de defensa.

Hay que hablar de qué entendemos por seguridad. No solamente que nadie te entre a robar a casa, si no también que las personas que viven en esa casa tienen garantizados unos derechos humanos y sociales sólidos. Europa jamás puede aspirar a ser un poder económico, cultural y de valores a nivel mundial, si su modelo de seguridad está supeditado a la OTAN

¿Europa necesita un modelo de seguridad? Sí. ¿El modelo es la OTAN? No. Europa necesita un modelo propio, autónomo, integral. A las fuerza de izquierda este debate nos rasca, porque venimos de una tradición antimilitarista y cuesta mucho, pero nos ha llegado el momento de darle vueltas al tema. Antes la posibilidad de una guerra se veía como algo de ciencia ficción. Verlo como algo real también es muy peligroso, pero es un debate que habría que abordar. Todavía más complicado para una nación sin estado como la nuestra. Pero es algo que se le va a exigir a la izquierda. Bueno, tú estás en contra de la OTAN y ¿entonces qué?

«El caso Atristain pone sobre la mesa que el Estado ha utilizado la tortura como una herramienta sistemática para conseguir declaraciones»

 

Vamos con otros temas. También le ha tocado gestionar la denuncia por el derrumbe del vertedero de Zaldibar.

En estos momentos es un procedimiento abierto, a pesar de que lo han intentado cerrar en varias ocasiones. Se sigue investigando las responsabilidades que pudo haber y nosotros seguimos incidiendo para que se investigue la falta de medidas, así como la forma en la que se cerró el caso en Euskal Herria.

Y el caso de Xabier Atristain, ¿qué repercusión puede tener?

Tiene una enorme importancia. Ya se apreció en el caso de otro preso. Puede tener un largo recorrido. Desde un punto de vista jurídico está claro que puede tener repercusiones, porque hay muchos presos cumpliendo condenas por declaraciones realizadas bajo tortura y malos tratos. Se deben revisar todos esos casos y veremos qué es lo que da. Desde el ámbito político lo que pone sobre la mesa es que, en la respuesta al conflicto vasco, el Estado ha utilizado la tortura como una herramienta sistemática para conseguir declaraciones en contra de la voluntad de las personas detenidas.