El Gran Juego de China y el órdago sin cartas de la UE
La UE y China celebran hoy una cumbre virtual en la que los europeos quieren presionar a Pekín para que no ayude a Rusia a sortear las sanciones ni que le suministre ayuda militar.
La presidenta de la Comisión de Bruselas, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, han pedido al líder chino, Xi Jinping, que pase de «una neutralidad pasiva a una neutralidad activa» y ejerza su influencia para frenar la ofensiva de la Rusia de Vladimir Putiin y defender el actual orden mundial
Enarbolan para ello las importantes relaciones comerciales bilaterales. No en vano, desde el segundo trimestre de 2021, China es el primer socio comercial de la UE por delante de EEUU. Por contra, y pese a que han incrementado su relación, Rusia no está aún ni entre los diez principales socios comerciales de China.
Europa occidental y central, la todavía mayor economía del planeta, y con niveles de prosperidad y educación sin parangón en el mundo, además de con un apetito insaciable por las tecnologías de la innovación y la inteligencia artificial; es el destino de la Nueva Ruta de la Seda, principal apuesta geoestratégica de China.
No obstante, ese guiño interesado de la UE, que toma como base el hecho de que «parte del milagro económico de China se basa en su gran relación comercial con la UE», tiene varias aristas.
Por un lado, el acuerdo que a finales de 2000 firmaron China y la UE quedo en stand by cuando los europeos sancionaron a Pekín por su política de «reeducación en campos de trabajo» contra la minoría uigur, lo que coincidió con críticas a la anexión «de facto» de Hong Kong y el desprecio de los derechos humanos por parte del poder chino.
China, que respondió con sanciones y con el bloqueo de las importaciones de Lituania por el establecimiento de una misión diplomática en Taiwán, podría utilizar su supuesta «neutralidad» como moneda de cambio para forzar a la UE a una marcha atrás en sus exigencias a Pekín.
Y, lo que es más importante, la UE es prisionera de su fuerte dependencia de China tanto o más que la propia China de la UE. No en vano absorbe el 15% de las exportaciones del gigante asiático, que le suministra bienes manufacturados y componentes esenciales. China representa a su vez el 10% de las exportaciones de los Veintisiete, particularmente de la industria alemana.
Más aún, la dependencia irá creciendo precisamente porque la guerra de Ucrania, y la consiguiente crisis energética, obliga a la UE a abandonar su apuesta por una economía desarmonizada, con la que aspiraba a competir en el mundo, y sobre todo frente a China.
Con la UE anclada entre el abrazo del oso de EEUU y la amenaza militar de Rusia, pensar que China vaya a desmarcarse de esta última es pura ilusión. Porque, entre otras cosas, sabe que su gran enemigo y rival a batir es EEUU, tras los que se alinea la UE.
Y porque, sea cual sea el desenlace, sabe que Rusia ha caído en sus brazos.
En 1972, China, todavía en guerra civil cuando se fundó, en los estertores de la II Gran Guerra, el orden mundial, se coló en él firmando un acuerdo (Mao-Nixon) de relaciones con EEUU que supuso un duro golpe a la entonces URSS.
50 años más tarde, y tras 30 años de inserción lenta pero imparable en el mundo globalizado, China sigue su ruta hacia la hegemonía mundial. Todavía quedan años hasta su meta, en 2050, y no le interesa caer en la llamada trampa de Tucídides de permitir a Rusia que desencadene una guerra a gran escala, lo que llevaría a EEUU a aprovechar su todavía indiscutible superioridad militar.
A China no le interesa un agravamiento del conflicto. Otra cosa es que no le interese, en términos geoestratégicos, esta crisis bélica.
Porque mantiene entretenidos a todos. A Rusia en un conflicto en el que, gane o pierda, aumentará su dependencia respecto a China. A la UE porque mina sus planes de convertirse en el tercer gran actor mundial. Y a EEUU porque le ata a Europa distrayendo sus fuerzas cuando su objetivo principal es precisamente el Indo-Pacífico.
Es la reedición del Gran Juego del siglo XIX. Pero esta vez los protagonistas no son, aunque lo parezca, Rusia y Europa (entonces Gran Bretaña), sino EEUU y China.
Y el terreno elegido vuelve a ser Asia Central, vital para la Ruta de la Seda china y escenario de recientes tensiones, desde Nagorno-Karabaj hasta Kazajistán, pasando incluso por la situación en Siria y en Oriente Medio, y sin olvidar Afganistán, recién abandonada por EEUU.
Es Eurasia y la rehabilitación de la vieja tesis de Halford Mackinder de que quien controle ese mismo continente controlará el mundo. Desde el río Yangtsé hasta el Volga.