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Los cuerpos desaparecidos de Borodianka

Borodianka, una pequeña localidad al noroeste de Kiev, ha quedado devastada tras el paso de las tropas rusas, que bombardearon y dispararon sin piedad, cuentan los vecinos, arrasando con todo y matando indiscriminadamente. Aunque nadie sabe dónde están los cuerpos.

Vista aérea de un edificio destruido en Borodianka. (Nicolás GARCÍA | AFP)

«Sí, hemos visto muchos cuerpos. Han matado a mucha gente. Ahora no están, supongo que se los han llevado", cuenta a Efe Anatoli, un ucraniano de 47 años, que contempla la destrucción de su natal Borodianka en el banco de un parque, entre lo poco que queda en pie.

Anatoli fue testigo de cómo un tanque ruso mataba a seis amigos suyos por hacer a los soldados el signo de la victoria; de cómo golpearon a su mujer en la cabeza con un kalashnikov –ha perdido la audición de un oído por eso–; o de cómo disparaban a vecinos tras hacerles salir de sus casas engañados pensando que les darían comida.

«Primero lanzaron ataques aéreos, luego entraron los tanques disparando munición, y después, los soldados rusos irrumpieron en las casas gritando», cuenta. Su amigo Alexander, sentado a su lado, asiente y corrobora.

«Sabemos que estáis escondidos en los sótanos y refugios. Vendremos y os mataremos», amenazaron los rusos, según Anatoli. «Los rusos son malos», agrega su amigo, aunque dicen que también había chechenos y georgianos con las tropas rusas.

Peor que Bucha

El coste de vidas en Borodianka, donde solo quedan ruinas tras la ocupación rusa, aún no se ha podido cuantificar, pero la fiscal general de Ucrania, Irina Venediktova, ya adelantó hace unos días que «en términos de vidas humanas» esta pequeña localidad de 12.000 habitantes a 60 kilómetros de la capital, es la peor parada de la región.

«Creo que vamos a hablar mucho de Borodianka», indicó la fiscal, quien vaticinó que las cifras pueden ser más escandalosas que las de Bucha, donde se han encontrado más de 300 cuerpos tirados por las calles y en fosas comunes tras el repliegue ruso, una matanza que ha conmocionado al mundo.

Tras confirmarse que toda la provincia de Kiev quedaba libre de fuerzas rusas el pasado sábado, se han encontrado más de 400 civiles muertos, aunque solo una pequeña proporción corresponde a este municipio.

En Borodianka la destrucción de viviendas e infraestructuras es mucho peor que en las vecinas Bucha o Irpin: el paso de los tanques ha destrozado el pavimento, lleno de boquetes; ninguna casa está indemne y decenas de bloques de apartamentos de más diez plantas en la calle Lenin, construidos en tiempos de la Unión Soviética, han quedado reducidos a escombros.

Decenas o centenares de víctimas civiles pueden seguir atrapadas bajo esos escombros, donde los equipos de rescate hoy comenzaban a buscar, aunque temen que pueda haber minas. «Ahí abajo hay un montón de cadáveres. Se les cayó el edificio encima», dice un vecino.

Las autoridades recogieron algunos cuerpos por la calles al entrar en la «liberada» Borodianka el pasado 1 de abril, pero nada comparado con el reguero de cadáveres que se ha visto en Bucha, aunque aseguran que aquí hay más víctimas civiles, a falta de conteo oficial.

Entonces ¿dónde están los cuerpos? La mayoría de los vecinos se encogen de hombros al hacer esa pregunta. Saben que ha desaparecido gente, algunos fueron testigos de muertes y todos vivieron más de un mes escuchando disparos y explosiones casi constantemente.

Muertos desaparecidos

«Los rusos iban recogiendo los muertos para no dejar constancia», dice un hombre que no quiere dar su nombre. «Tenían un crematorio donde los han hecho desaparecer a todos, ahora solo son ceniza», cuenta, una tesis que hasta ahora no se podido confirmar.

Ludmila, de 70 años, y Galina, de 63, han vivido más de un mes de ocupación rusa agazapadas en el sótano de la casa de la primera, sin luz ni gas, racionando la poca comida que tenían y sufriendo por conseguir agua.

«Por la noche se ponían en la rivera del río, y disparaban a todo lo que veían», cuenta Galina, quien dice que no ha visto los muertos, pero los ha oído desde su escondite. «Llegaron bombardeando y disparando a todo», añade.

«Estuvimos siempre encerradas, muy asustadas. Cuando salimos del sótano, solo había ruinas y destrucción«, indica Ludmila, que lleva en la cesta de una bicicleta un repollo, varias latas de comida, leche en polvo y pan, que les acaban de entregar de ayuda humanitaria.

Tanques quemados, coches volcados y tiroteados, prendas de ropa por el suelo o botas militares todavía copan las calles y carreteras de acceso a Borodianka, pero lo que más llama la atención son los restos de misiles y de munición, huellas de una ofensiva rusa que se ensañó con esta modesta localidad a las afueras de Kiev, sin que se conozca la dimensión de lo ocurrido.