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El último viaje


La muerte es un territorio siempre ambivalente , si se prefiere, más que la muerte, su gestión. Por un lado obra en ese proceso todo un mecanismo casi higiénico sanitario, frío y aséptico de tratar el cuerpo y, en cierto modo, deshacerse de él. Por otro lado, nada como el hecho de la muerte reúne en torno a sí misma tantos elementos rituales y simbólicos, de expresión personal, colectiva y sentimental.

En ese sentido, un crematorio es un edificio público importante, un espacio donde la colectividad muestra su pesar por lo ocurrido. Pero que tiene, sin embargo, una actitud conflictiva hacia la expresión arquitectónica, dividida entre su contenido técnico y su carácter ceremonial. No puede ser grandilocuente, excesivo o desmesurado, parece requerir cierta contención. Y, al mismo tiempo, tampoco puede identificarse con una arquitectura fabril, tecnológica y maquinista.

Para superar esta dicotomía, el crematorio en Ostende, Flandes, obra del estudio OFFICE formado por Kersten Geers y David Van Severen, centra todos sus esfuerzos en el diseño de una cubierta que vincula además el edificio con el paisaje.

Proyectaron el edificio como una gran mesa inclinada de hormigón, abstracta y rigurosa, en cuyo techo aparecen diferentes elementos técnicos y de instalaciones, que se ordenan como una ‘naturaleza muerta’. Este orden simulado es una composición abstracta desarrollada junto con el artista Richard Venlet, y es a nivel arquitectónico el gran elemento protagonista del edificio, cuya labor es comunicar a los visitantes el contenido público particular y singular del lugar.

Por otro lado la oficina de paisajismo Bas Smets modeló y diseñó el territorio en el que se coloca ese gran techo, como un conjunto de nuevos elementos del paisaje cuidadosamente orquestados que pueblan los pólderes alrededor de la ciudad costera de Ostende.

Esa gran cubierta se presenta en el paisaje salpicada de tragaluces y formas abstractas, que cumplen con los requisitos técnicos del edificio tales como iluminación u ocultación de maquinarias de ventilación o extracción. Pero al mismo tiempo dotan al proyecto de una cierta abstracción y con ello de cierta monumentalidad. Una monumentalidad no entendida por el tamaño o la gran escala, aunque sin duda la construcción tiene unas dimensiones generosas; si no entendida como representación de lo público y lo colectivo. Esa gran cubierta, matizada con esas esculturas abstractas, deja negro sobre blanco a cualquier visitante que el edificio está muy lejos de cualquier clase de domesticidad, y que aquel que lo visita está en tránsito hacia otro lugar.

Diferentes áreas

Bajo esa techumbre que caracteriza el edificio, hay una combinación de funciones públicas, administrativas y técnicas, repartidas en la única planta en la que se resuelve el proyecto. Los diferentes espacios se van organizando en franjas laterales de varios anchos, que contienen áreas de recepción, salas de espera y los salones ceremoniales ubicados en el centro, como espacios más públicos; que naturalmente se van alternando con delgadas bandas de funciones auxiliares, pasillos y corredores técnicos. Los hornos crematorios están situados bajo el punto más alto, evitando así su singularidad en el volumen exterior del edificio.

La relación de los espacios con el paisaje circundante es indirecta, y cabe señalar aquí una cierta introspección. En ese sentido la relación interior-exterior está siempre mediada por una serie de filtros, como una doble fachada de vidrio y paneles de metal perforado, lo que permite una atmósfera discreta y serena en los pasillos y en las salas de reunión. El giro en la dirección entre las tiras programáticas y las superficies del techo crean un conjunto continuo de espacios triangulares de altura variable, que funcionan como una arcada cubierta alrededor del edificio, que en cierto modo refuerza la idea de monumento y lo relaciona con una reconfiguración contemporánea de un templo clásico.

Es curioso comprobar cómo la arquitectura, al igual que otras disciplinas, por mucho que se reinvente o intente avanzar en nuevas hipótesis cuando vuelve a lo más primigenio, a esos temas tan cotidianos como la vida, o la muerte, recurre a tipologías ya aprendidas. En otras palabras, a soluciones ya testadas que dan seguridad a aquellos que controlan el proyecto, en la ilusión de que también se la darán a aquellos que realizan su último viaje.