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«La brigade»


La culpa de que el público se quede embobado con la sonrisa puesta de principio a fin al ver ‘La brigade’ (2022) es de la maravillosa Audrey Lamy, que ganó el premio a Mejor Actriz en el festival de comedia de Alpe D’Huez con este papel hecho para enamorar. Por si no fuera poco con su encanto personal, encarna a una chef de las que te conquista por el estómago, pero sobre todo con su filosofía solidaria de la cocina, mediante la cual poder brindar un oficio de futuro a jóvenes africanos refugiados en Europa, junto con lecciones de vida aplicadas a sí misma.

A mediados de junio estará ya en cines la versión doblada con el título de ‘La brigada de la cocina’, siendo el quinto largometraje del realizador de comedias sociales Louis-Julien Petit, que debutó con ‘Anne et Otto’ (2013), sobre un chico y una chica que, a pesar de ser hermanos, viven en continentes distintos a raíz de la separación de sus padres. Pero fue su segundo largometraje el que ya definió su total inclinación por la temática social, además de unirle a su primera actriz fetiche Corinne Masiero. ‘Discount’ (2014) seguía a un grupo de jóvenes empleados y empleadas en precario de un supermercado, cuyos puestos se ven amenazados por los cajeros automáticos, y que deciden emprender por su cuenta dentro del comercio justo. En ‘Carole Mathieu’ (2016) contó con Isabelle Adjani para denunciar el drama de una médico laboral enfrentada a la intransigencia de las empresas y sus direcciones. Y todavía está reciente el estreno de ‘Las invisibles’ (2018), que reunía a Corinne Masiero y Audrey Lamy, en una mirada crítica sobre los centros de acogida a mujeres de mediana edad sin hogar y las trabas burocráticas que dificultan a las asistentas sociales a la hora de poder ejercer su labor.

Todas estas películas, al igual que ‘La brigade’ (2022), guardan un muy significativo equilibrio entre la coralidad y el retrato en primera persona. Sucede así porque a Petit le gusta hablar de la colectividad pero poniendo rostros reales a las problemáticas que aborda. Aunque no se mencione directamente, sus colaboradoras guionistas Liza Benguigui y Sophie Bensadoun se inspiran en hechos reales, y la cocinera a la que se refiere la película existe y responde a un fenómeno similar al de José Andrés, aunque tal vez sin tanto eco internacional. De un lado está ella, que lleva la voz cantante en los fogones, pero de otro están los chicos anónimos, dispuestos a aprender las técnicas y secretos del arte culinario. Todo resulta mucho más emotivo, sincero y honesto que en esos realitys televisivos tan sensacionalistas sobre rehabilitación de delincuentes como el programa canadiense ‘Convictos en la cocina’.

La ficcional Cathy Marie se despide del lujoso restaurante donde trabaja por diferencias con su jefa, ya que es sabedora de su talento y no está dispuesta a admitir que cuestionen sus platos. Ella piensa que le será fácil encontrar otro trabajo, pero no es así, y la actual crisis de la hostelería llega a todas partes. A falta de un sueldo digno acorde con su categoría, acaba por aceptar el puesto de cocinera en un centro de acogida para menores inmigrantes.

A sus 40 años la chef está a punto de derrumbarse y abandonar sus sueños de tener restaurante propio, más aún cuando se ve sola y sin ayuda profesional para confeccionar los menús del centro. Sin embargo, descubre que todo el internado está dispuesto a colaborar y a aprender desde cero, con lo que podrá transmitirles toda su pasión y conocimientos.

La película resulta altamente recomendable para quienes intervienen en tertulias y opinan a la ligera sobre el desinterés generacional por el duro trabajo de la cocina o de sala, ya que Petit pone sobre la mesa que hay una criba selectiva y clasista para las vocaciones. Aquí en nuestro país, sin ir más lejos, solo interesa formar a dirigentes de empresas gastronómicas, ferias y locales de alta cocina. Por lo menos en Audrey Lemy podemos ver asomar la conciencia de una gran chef dispuesta a cambiar el éxito personal por el aprendizaje en equipo.