Visto y no visto: desmontando los sanfermines
Aunque Iruñea todavía apura las últimas horas de las fiestas, la inminente llegada del ‘Pobre de mí’ se aprecia a través de diferentes señales: del vallado del encierrillo casi no queda ni un tablón, los camiones de limpieza trabajan a destajo y se retiran vallas azules que delimitaban espacios.
Visto y no visto. Mientras los preparativos de las fiestas se prolongan durante semanas mediante la instalación de parte del vallado del encierrillo y del encierro y la delimitación de perímetros de espacios con diferentes vallas, con la llegada del 14 de julio muchos de esos elementos desaparecen como por ensalmo. Es el desmontaje de los sanfermines.
En el tramo de la cuesta de Santo Domingo entre Curtidores y los corralillos, ya no queda prácticamente ni un tablón del vallado. Ese elemento de madera que tanto ilusiona a los iruindarras a primeros de junio porque anuncia las inminentes fiestas ha desaparecido de la noche a la mañana.
De hecho, los operarios de la Carpintería Aldaz Remiro de Gares estaban antes de las 10.00 de la mañana quitando elementos fijos del vallado del encierro en sí en la misma cuesta. Puertas, vallados ciegos y postes iban llenando uno de sus camiones.
Mientras, a la altura del Ayuntamiento, un camión-grúa se encargaba de retirar partes del vallado más grandes, especialmente puertas con ruedas que sirven para cancelar tramos impidiendo que los astados puedan volverse y corran cuesta abajo un tramo del encierro que ya han recorrido.
Al que no habían podido frenar en esa carrera a la inversa era a un camión de la limpieza que bajaba por Santo Domingo con un operario limpiando con una manguera el tramo y que obligaba a los viandantes a seguir ruta por las escaleras del lienzo de muralla del Museo de Nafarroa.
En otros puntos de la ciudad, como en la calle Estafeta, la estampa era similar, con numerosos camiones repletos de agua con alguna sustancia jabonosa limpiando las calles a destajo. Parecía que había prisa por borrar esos últimos restos sanfermineros, a pesar de que todavía quedan unas horas de jarana por delante.
Por la plaza Consistorial también circulaban camiones del Ayuntamiento cargados de esas vallas azules que sirven para perimetrar espacios reservados para diferentes actividades y que se abrían paso como podían entre una masa de gente que todavía viste de blanco y rojo.
Es esa velocidad endiablada, propia de los toros en los encierros de este año, con la que Iruñea empieza a pasar página a nueve días en los que la ciudad lo ha dado todo.