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La sequedad extrema de la tierra eleva el riesgo en caso de lluvias torrenciales

La necesidad de agua es acuciante en Europa y todo el hemisferio norte. Las plantas necesitan agua, pero una tierra excepcionalmente seca no responde al agua haciéndose más permeable, sino que sucede al contrario y la repele. Esto agudiza el riesgo en caso de fuertes tormentas. 


El calentamiento anormal de la temperatura de los océanos apunta, según varias publicaciones científicas y la propia agencia de meteorología del Estado (Aemet), a la multiplicación de las tormentas cuando las temperaturas caigan y se inicie el cambio de estación. 

A la multiplicación de «danas» o gotas frías que pronostica la Aemet, se suma la extrema sequedad de la tierra como riesgo potencial. Al contrario de lo que comúnmente se cree, una tierra seca no filtra el agua con mayor rapidez. La escasez de agua hace que los materiales que componen la tierra se apelmacen, estén más juntos y, consecuencia de ello, sean más lentos filtrando el agua. 

Un experimento difundido por la Universidad de Reading, en Inglaterra, resulta particularmente simple y esclarecedor. El profesor Rob Thompson vertió boca abajo unos vasos iguales sobre tierra húmeda, una tierra reseca por el verano y tierra después de un periodo de sequía. 

El experimento «muestra el tiempo que tarda el agua en empapar el suelo reseco, ilustrando por qué las fuertes lluvias después de una sequía pueden ser peligrosas y podrían provocar inundaciones repentinas», informó la universidad a través de su cuenta de Twitter.

«La hierba húmeda tarda 9 segundos, la hierba húmeda (más bien normal en verano) 52 segundos, la hierba reseca (la mayor parte de este año) parecía que iba a tardar al menos 15 minutos... pero me aburrí», reconoció el investigadorl. 

De esta manera, mientras que las gotas frías se caracterizan porque el agua cae con enorme rapidez en poco tiempo, la sequedad extrema del terreno puede hacer que el agua no se filtre y esto genere torrenteras o haga que los cauces de los ríos se eleven con mayor rapidez. 

Un cambio demasiado brusco, por tanto, desde una situación de fuerte sequía a otra de intensas lluvias, implicará mayores destrozos en los medios naturales y los habitados.

La Aemet, al comenzar a detectarse las temperaturas anormalmente altas en el Mediterráneo, recordó que la última vez que se registraron desviaciones de este tenor (año 2017, mucho menos intensas que en este), el final del verano se caracterizó por unas tormentas particularmente «enérgicas».