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Elkarrizketa
Santiago Gamboa
Escritor

«La literatura permite mostrar la realidad de forma más íntima»

Nacido en Bogotá en 1965, ha sido uno de los intelectuales que más apoyó la candidatura de Gustavo Petro que, por primera vez, ha llevado a la izquierda al poder en Colombia. Un escenario feliz que se complementa con el reconocimiento literario que está teniendo su última novela ‘Colombian Psycho’.

El escritor Santiago Gamboa. (NAIZ)

‘Colombian Psycho’ está en diálogo con ‘Será larga la noche’, su anterior novela. Ambas comparten los mismos personajes y también el deseo de tomarle el pulso a la Colombia actual. ¿De dónde surge esa necesidad?

Me interesaba mucho hablar sobre esa nueva Colombia que se nos vendió tras los acuerdos de paz y que, finalmente, no terminó de concretarse porque el gobierno que tuvimos hasta las pasadas elecciones fue un gobierno contrario a esos acuerdos, un gobierno que hizo todo lo posible por torpedearlos. Yo regresé a Colombia en 2015 después de treinta años viviendo fuera del país y una de las razones de mi retorno fue porque quería vivir allí, in situ, el Proceso de Paz. Fue un momento de esperanza, de entusiasmo nacional, yo incluso llegué a pensar que habría una refundación del país. Pero luego pasó lo que pasó y los acuerdos fueron rechazados por una parte de la población dirigida por la ultraderecha colombiana. Porque un país que ha sufrido tanto se vuelve un país asustadizo, conservador.

En su anterior novela el tema de fondo era la posición emergente de las iglesias evangélicas, en esta lo que narra es la connivencia entre el paramilitarismo residual y el poder político. ¿Hay una conexión entre ambos fenómenos?

Las Iglesias son excelentes lavanderías de dinero negro porque se manejan con efectivo y no están controladas por la oficina de impuestos. Por supuesto, no todos los pastores evangélicos son corruptos, pero basta con leer la prensa colombiana de estos últimos años para comprobar que muchos de ellos se juntan a hacer negocios con paramilitares y con políticos hasta conformar una suerte de triadas donde se van protegiendo los unos a los otros. Esas asociaciones son reflejo del deterioro social que vive Colombia y del asentamiento del poder paramilitar en aquellas zonas donde la guerrilla se desmovilizó. Los cuatro años de presidencia de Duque han traído un incremento de la violencia y del poder paramilitar con asesinatos de líderes sindicales, exguerrilleros, etc. La literatura, frente al periodismo, te permite exponer toda esa realidad de manera mucho más íntima. Los escritores buscamos producir emoción y conmoción y, a través de ahí, conocimiento.

¿Por qué acudir a la novela negra para intentar contar esa realidad?

La novela negra es uno de los más efectivos para hablar del presente, posee esa capacidad de observar de manera critica los problemas de una sociedad en el momento en que se está escribiendo. Ahora bien, a mí me interesa un tipo de novela negra más literaria, más compleja, la de autores como Patricia Highsmith, Henning Mankell o Leonardo Padura. En sus libros hay elementos de autoficción y no todas las líneas narrativas van directamente hacia un final, como en la novela policiaca tradicional. Esa es la influencia que yo he seguido en ‘Colombian Psycho’ porque también me interesaba servirme de la novela negra como espacio de reflexión sobre la propia construcción literaria.

No obstante, en su primer tercio, su novela casi parece un thriller frenético ya desde su mismo título. ¿Por qué ‘Colombian Psycho’?

Obviamente el título es un guiño al ‘American Psycho’ de Bret Easton Ellis que es una novela que me impactó mucho, no solo por su calidad literaria sino por su crudeza a la hora de retratar un modelo de sociedad. Ellis usaba el misterio, y una visión del mal bastante descarnada, para llevar al lector de cabeza a las bambalinas de una clase social cruel, superficial y completamente banal. Con ser una novela muy distinta a la mía, es como un espejo en el que me miré en ese deseo de alumbrar una novela total partiendo del canon de la novela negra.

Pero ‘American Psycho’ aborda una psicopatía de corte claramente narcisista, mientras que usted habla de la psicopatía como un estado de enajenación colectivo.

Sí claro porque una realidad tan terrible como la que vivimos en Colombia procura una ciudadanía en shock que se ve incapaz de aceptar ciertas cosas, como lo de los ‘falsos positivos’. Que un Estado incentive el asesinato a sangre fría se muchachos jóvenes con la ocurrencia de premiar a aquellos soldados que trajeran cadáveres, supuestamente, del enemigo sin comprobar si esos cadáveres eran de guerrilleros o de quien eran, genera una complicidad ciudadana frente al mal que resulta muy difícil de digerir. Sobre todo cuando hay una parte de la sociedad que sigue negando que esas atrocidades se produjeron. Eso hace que en Colombia haya un nivel de psicopatía brutal.

Claudia Piñeyro decía que en América Latina es imposible montar una novela negra protagonizada por un investigador de la policía, que no tendría ninguna credibilidad, y que por eso ella solía acudir a la figura del periodista, como usted mismo hace.

En Colombia los que hacen investigación de verdad arriesgando su vida y metiéndose en el fango, son los periodistas. Son los verdaderos héroes de la Colombia actual, son como unos detectives sin pistola que se ven continuamente amenazados, amedrentados y que incluso pueden llegar a ser asesinados en su afán por explicarle a la sociedad civil lo que ocurre y lo que pasa en el país. En América Latina el formato clásico de la novela negra explotó. Al modelo tradicional del hard bolied estadounidense se le agregó una cierta militancia política pero luego, dependiendo de la propia problemática de cada país, la novela negra tiró por un lado u otro.

En la novela alude varias veces al magma de confrontación y fragmentación social que dejó tras de sí el uribismo. ¿Se están empezando a cicatrizar las heridas o esa brecha aún pervive?

El uribismo es una forma de concebir el presente y el conflicto colombiano. Para el uribismo dicho conflicto jamás ha existido y el único problema de Colombia es ser un país que lleva años sometido a una amenaza terrorista. Esta visión de la realidad hace que cualquier persona que haya estado en la guerrilla o, simplemente, que haya pertenecido a grupos de izquierda o a sindicatos, sea percibido como terrorista de acuerdo con esa nomenclatura que hizo fortuna tras la caída de las Torres Gemelas. De este modo, el conflicto político colombiano se convirtió, por obra y gracia del uribismo, en un relato de buenos y malos. Pero el uribismo también es una expresión del cansancio de una parte de la sociedad colombiana que termina por mostrarse resentida hasta el punto de votar en contra de unos acuerdos de paz, algo tan insólito como si en un pabellón de cáncer los enfermos votaran en contra del tratamiento.  

En ese contexto, ¿qué papel cree que deben jugar los escritores y los intelectuales?

La mayoría de los intelectuales colombianos escribimos columnas en la prensa desde las que aportamos reflexiones sobre el problema social colombiano, algunos incluso hemos escrito ensayos sobre ello. Durante la presidencia de Duque, que ha sido un gobierno de ultraderecha, muchos de esos intelectuales, yo entre ellos, fuimos incluidos en una lista negra. Pero eso, lejos de amedrentarnos, nos dio sentido y, a través de nuestros artículos hicimos nuestra contribución para pensar el país que queremos. Nuestra labor nos lleva a ser permanentemente insultados pero, con ser molesto, eso es nada al lado de la amenaza real que pesa sobre los líderes sociales, los sindicalistas o los políticos de izquierda en Colombia.

¿Es ingenuo pensar que la literatura sirva para transformar la sociedad?

Aunque el poder de la literatura para cambiar la sociedad es limitado, hace reflexionar, advierte, educa, ordena pensamientos y mejora nuestra relación con el mundo. El problema es que es muy poca la gente que lee.