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Manuela Martelli
Directora de la película ‘1976’, de Horizontes Latinos

«Creo que se habla poco de los cómplices pasivos de la dictadura chilena»

La película ‘1976’ de la actriz y directora chilena Manuela Martelli se adentra en la oscuridad de la dictadura de Pinochet desde la mirada de Carmen, un ama de casa de clase media, perteneciente a la burguesía, y cuya familia vive de espaldas a las desapariciones, detenciones y vuelos de la muerte.

La actriz y directora chilena Manuela Martelli ha presentado en Donostia su película ‘1976’. (Maialen Andres | FOKU)

¿Qué rol jugó la sociedad chilena de clase media frente a la dictadura? ¿Con qué ojos miró o no las desapariciones, detenciones, los vuelos de la muerte? ¿Cómo se enfrentó a la situación de clandestinidad que sufrían miles de compatriotas mientras seguían con su vida diaria sin mayores altibajos? Son interrogantes que trata de abordar la película ‘1976’ de la actriz y directora chilena Manuela Martelli, exhibida en la sección Horizontes Latinos de Zinemaldia.

Su protagonista, Carmen, una ama de casa de clase media que pasa las vacaciones de invierno junto a sus nietos al borde del mar en un pequeño pueblo a las afueras de Santiago de Chile, recibe un día la petición de un amigo sacerdote de cuidar a un joven herido de bala en una pierna. Ella, a quien su padre no le permitió estudiar Medicina por el hecho de ser mujer y que fue miembro de la Cruz Roja, acepta la tarea pensando que se trata de un «delincuente común». Pero el contacto diario da paso a preguntas y a un cada vez mayor compromiso de Carmen, que se adentrará en el submundo de la clandestinidad, una realidad totalmente desconocida para ella.

La película refleja de forma velada otras oscuridades de la dictadura como los vuelos de la muerte –que se intuyen con la aparición de un cadáver desnudo a orillas del mar–, las desapariciones a través de conversaciones lejanas o el Plan Cóndor que diseñaron las dictaduras del Cono Sur.

«Me interesaba observar un personaje que si bien viene de un contexto tan hermético, desconectado y ciego, tiene una sensibilidad particular que la hace susceptible a algunos de los signos del horror que ocurre fuera de su casa. Creo que Carmen es reflejo de muchas mujeres que pasaron por eso; que aun siendo parte de ese segmento, tuvieron la capacidad de abrir los ojos», resalta Martelli a NAIZ en uno de los salones del Hotel María Cristina de Donostia.

En ‘Machuca’ (2004), película con la que se dio a conocer como actriz, interpretó a Silvana, una adolescente de unos 13 años que vive con su padre en un barrio de Santiago y vende banderitas en las manifestaciones a favor de Salvador Allende. El film aborda el ambiente previo al golpe de Estado y los inicios de la dictadura desde el prisma infantil de Silvana, Pedro Machuca y Gonzalo Infante, este último de una familia de clase media alta chilena. ¿Cómo recuerda esta cinta que tuvo una importante repercusión internacional?

‘Machuca’ hizo una apuesta muy interesante y acertada a la hora de mirar un periodo tan oscuro de nuestra historia desde el punto de vista de tres niños. En el año en que se filmó, 2004, aún era muy difícil hablar de la dictadura. El hecho de observar ese periodo desde la visión de unos niños, hizo que la gente viera la película desde un lugar más abierto y no tan prejuicioso.

¿Sigue costando hablar de la dictadura y de sus secuelas?

Sí. La de Chile es todavía una sociedad muy polarizada, en la que sigue existiendo mucha dificultad para dialogar. Lo acabamos de ver con los resultados del referéndum sobre la nueva Constitución.

El golpe de Estado de Augusto Pinochet fue en 1973. ¿Por qué elige entonces el año 1976 como título de su película?

La película está inspirada en la historia de mi abuela materna, quien murió en 1976 sintiendo una frustración muy grande por no haber tenido espacio para reescribir su historia después de haber sido madre, ama de casa y habiendo tenido bastantes intereses artísticos y curiosidades. No tuvo un espacio propio que le permitiera tener una segunda vida, reescribir su historia o desarrollarse en otro ámbito. De alguna manera, el personaje de Carmen me permitía hacerle justicia, porque a medida en que avanza la película, Carmen tiene la esperanza de que todo puede cambiar. Además, 1976 fue uno de los años más crudos de la dictadura. Me parecía importante revisar ese periodo tan oscuro que no ha sido tan contado en el cine.

¿En qué se basó para crear el personaje principal de Carmen?

Me inspiré bastante en la historia de mi abuela. También me pareció importante hablar desde una clase social de la que no se habla y entonar un ‘mea culpa’ de ese segmento social. Creo que se habla poco de los cómplices pasivos de la dictadura. Fue un grupo social al cual, sin ser artífices, benefició mucho la dictadura. Quería ver qué pasaba en el espacio íntimo y cómo se filtra la dictadura en la cotidianidad doméstica.

¿Qué impulsa a Carmen a arriesgarse tanto ayudando a este joven que huye de la DINA?

Me interesaba observar un personaje que si bien viene de un contexto tan hermético, desconectado y ciego, tiene una sensibilidad particular que la hace susceptible a algunos de los signos de ese horror que ocurre fuera de su casa. Creo que Carmen es reflejo de muchas mujeres que pasaron por eso; que aun siendo parte de ese grupo, tuvieron la capacidad de abrir los ojos.

¿Cómo valora los mensajes que apuntan a que es mejor no mirar al pasado para no «reabrir heridas»?

Es muy peligroso ese discurso.

¿En qué sentido?

El peligro está en que la democracia es muy frágil. Como te decía, hay un segmento de la sociedad para el cual es muy cómodo que las cosas no cambien y que estuvo dispuesto a sacrificar la democracia en pos de no perder ninguno de sus privilegios. Hay que tener conciencia de ello para no repetirlo.

¿Cómo ve a esa parte indiferente de la sociedad chilena encarnada en el marido de Carmen, en sus hijos, en las amistades que frecuentan? Es significativa la escena en la que mientras navegan en compañía de unos amigos, estos hablan de las «manzanas rojas» y de que el hospital donde trabajan está infestado de comunistas.

Me parecía importante que existiera esa escena como una especie de atisbo a ese mundo al que ella pertenece, y que nos permite ver cuál era el discurso de esa clase, qué era lo que sustentaba el deseo de no querer cambiar las cosas.

En 2019, Chile vivió un estallido social. Ahora tiene un nuevo Gobierno con Gabriel Boric como presidente y la ministra de Defensa es nieta del derrocado Salvador Allende. El país acaba de votar y rechazar en referéndum una nueva Carta Magna que sustituya a la de Pinochet. ¿Cómo ha vivido todos estos acontecimientos?

Por una parte, hay mucha esperanza y, por otro lado, mucha frustración. Pero es muy positivo tener un presidente con un discurso reconciliador, sensato y con un sueño de una sociedad justa, en la que todos tengamos asegurados los derechos básicos.

¿Qué le ha aportado haber interpretado a la reivindicativa Silvana y haber dirigido ‘1976’, ambas cintas con el trasfondo de la dictadura?

Lo que me entregan es la importancia de ponerle sentimientos y humanidad a la mirada histórica, se mire desde donde se mire. Es una manera de que nos identifiquemos con la historia y de que no se vea como algo de cartón, como algo ajeno a nuestra realidad. La historia la cargamos nosotros.