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Las relaciones con Rusia marcan las elecciones en Bulgaria

La dependencia energética y las relaciones con Rusia en plena guerra de Ucrania han dominado la campaña para las elecciones generales en Bulgaria de este domingo, las cuartas en menos de 18 meses. Los sondeos auguran un Parlamento aún más atomizado.

Un seguidor se postra ante Boiko Borissov, ex primer ministro y favorito en los comicios. (Nikolay DOYCHINOV | AFP)

DDesde la primavera de 2021, Bulgaria, el empobrecido país de los Balcanes, sufre una inestabilidad política sin precedente desde el colapso del llamado «socialismo real». En un escenario con ciertos aires de déjà-vu, los protagonistas de la votación son los mismos, pero las cartas han cambiado.

El ex primer ministro Boiko Borissov, fue obligado a dimitir en 2020 en manifestaciones masivas contra la endémica corrupción en el país. Pero, con el trasfondo del pavor de la población ante la llegada del invierno y con una inflación cercana al 20%, su travesía en el desierto parece a punto de terminar, y su partido derechista GERB va en cabeza con el 25% de los votos en los sondeos.

Pivota sobre una posición ambigüa respecto a Rusia –no en vano fue él quien impulsó en su día el gasoducto ruso Turk Stream, que lleva gas ruso a través del mar Negro a Europa– y las críticas por «inexperiencia» a su rival, el reformista  proeuropeo Kiril Petkov, quien gobernó el país solo siete meses antes de ser tumbado por una moción de censura en junio.

Petkov, a quien las encuestas auguran una pérdida de nueve puntos, intentó acabar con la dependencia y con la corrupción, que calificó de «instrumento del Kremlin» para interferir en la vida política del país balcánico.

Su Gobierno, una coalición heteróclita de cuatro partidos, expulsó a setenta diplomáticos rusos por supuesto espionaje, después de que el monopolista estatal ruso Gazprom cortara el envío de gas natural al país a finales de abril por su negativa a pagarlo en rublos.

Durante la época comunista, que terminó en 1989, Bulgaria era el país más cercano a la Unión Soviética, y hasta hoy una importante parte de la población se considera próxima a Rusia. La guerra de Ucrania divide profundamente a la sociedad.

En el pasado, la práctica totalidad de los 3.000 millones de metros cúbicos de gas que consume Bulgaria, un país miembro de la Unión Europea (UE) desde 2008, provenía de Rusia.

Además, la única refinería de petróleo en el país la gestiona el consorcio petrolero ruso Lukoil, que afirma poder procesar únicamente petróleo ruso, del tipo Urals.

Por eso, Bulgaria recibió de la UE una exención durante dos años al embargo petrolero comunitario contra Rusia.

Tras la caída de Petkov, el gobierno interino instalado por el presidente prorruso, Rumen Radev, aboga por restablecer las relaciones con Rusia como única vía de cara a los meses del invierno y para salvar a la industria que necesita gas.

Fuerzas pro-rusas

Rusia y Gazprom dividen el espectro político búlgaro en dos frentes casi irreconciliables: a favor o en contra de Moscú.

El partido socialista SBP, heredero del partido comunista, y al que los sondeos auguran un 10% de votos, demandó explícitamente negociaciones con Gazprom, y su líder, Kornelia Ninova, quien en la anterior coalición vetó el envío de armas y municiones búlgaras a Ucrania, defiende que los suministros rusos son «la única solución para la economía».

La formación ultra paneslava Vazrazhdane (“Renacimiento”) también defiende un acercamiento a Rusia, y podria ser la gran beneficiaria de la crisis con su irrupción por la puerta grande en el Parlamento (entre el 11 y el 14% de votos).

Mientras, los socios de la anterior coalición gobernante, ‘Continuamos el Cambio’ y ‘Bulgaria Democrática’ lo rechazan como un giro geopolítico peligroso para Bulgaria. La negativa de Petkov a apoyar eventualmente un Ejecutivo liderado por Borissov hace casi imposible la posibilidad de formar gobierno y podría convertir a la ultraderecha de Vazrazhdane en árbitro y hacedora de reyes,
Todo ello en un contexto en el que la sucesión de crisis económicas y políticas acelera el éxodo en un país que ha perdido ya una décima parte de su población en un decenio.

A día de hoy Bulgaria cuenta con 6,52 millones de habitantes, frente a los cerca de nueve millones en 1989, cuando se hundió el socialismo real.

Y sigue debatiéndose entre la nostalgia de la URSS y las fallidas promesas de modernidad de la UE.