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Lula espera que el voto útil le devuelva al poder en Brasil

Luiz Inácio Lula da Silva necesita sumar unos votos más para llegar a la mitad más uno y no volver a necesitar enfrentarse a Jair Bolsonaro en segunda vuelta. Los sondeos indican que podría obtener más del 50% aunque no es seguro.

Lula da Silva saluda a sus seguidores a su llegada Salvador de Bahía, donde el viernes participó en un acto electoral. (Arisson MARINHO | AFP)

El histórico dirigente sindical de Brasil y dos veces presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, está cerca de volver al poder doce años después de haber dejado el palacio de Planalto y habiendo estado preso y luego liberado por estar el proceso judicial viciado. Todo depende de hasta donde estarán dispuestos los ciudadanos en hacerle fácil el camino.

Solo un evento absolutamente inesperado impediría que Lula no vuelva a ser ungido presidente el 1 de enero. Las encuestas le otorgan alrededor del 48% de las preferencias y algunas, haciendo las proyecciones, aseguran que puede llegar hasta el 51%. Tener la mitad más uno le evitaría ir a una segunda vuelta el 30 de octubre con el actual presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, que le sigue a distancia en intención de voto.

El líder del Partido dos Trabalhadores  (PT) ha tenido un impulso en las últimas semanas en los sondeos –desde menos del 44% de agosto–, en lo que se considera que es la tracción del llamado voto útil. El segundo en las encuestas es Bolsonaro, con un 33%, y todas las previsiones para un eventual ballotage dan a Lula ganador. Un trabajo de la Universidad de Río de Janeiro señala que el 50% de los encuestados aseguran que jamás votarían al candidato ultraderechista; el 38% dice lo mismo de Lula.

Así las cosas, es casi imposible que Lula no sea elegido presidente y el voto útil cobra más fuerza para quienes prefieren una decisión pragmática y evitar otra jornada electoral con un resultado obvio. Algunos expertos consideran que actualmente en Brasil el voto útil es del 14% del total, en una campaña enormemente polarizada entre dos candidatos que están en las antípodas.

Muy experimentado en campañas presidenciales, Lula ha apelado, además de al voto útil, a una estrategia de comunicación que sitúa estos comicios como un referéndum entre democracia y autoritarismo, y en sus mensajes ha puesto énfasis en la época dorada que significaron en varios aspectos sus ocho años de Gobierno (entre 2002 y 2010).

«Nuestro país se destacó en el mundo entero en nuestros Gobiernos. Tuvimos protagonismo porque trabajamos con seriedad para el pueblo. Quiero volver para que Brasil sea respetado como ya lo fue, y para que ustedes tengan nuevamente el orgullo que ya tenían de ser brasileños», afirmó días atrás.
De hecho, en su primer acto, criticó que «el hambre volvió» a Brasil, «la inflación está asustando a las familias y el salario mínimo mal da para pagar una cesta básica». No es casualidad que el lema de aquel primer actto fuera “Lula 2022; la esperanza de un Brasil feliz de nuevo”. El lulismo ha tratado de refrescar la memoria al electorado y recordarle la bonanza récord de aquellos dos mandatos, con unos innegables progresos en materia de ascenso social, éxitos diplomáticos y crecimiento económico.

En cuanto a las promesas electorales, además de sacar de Planalto a la extrema derecha, Lula se comprometió a trabajar para modificar las reglas que limitan el gasto público, reformar el sistema tributario para volverlo más progresivo y con nuevos impuestos a los ricos, impulsar la autosuficiencia de Brasil en petróleo y combustible, volver a proteger al Amazonas y una ley de cuotas para dar plazas mínimas a los afrodescendientes.

En tanto, en los últimos días su equipo de campaña ha intentado trasladar que se evite una sensación de victoria prematura que provoque una menor afluencia a las urnas entre quienes apoyan a Lula. La participación es uno de los factores que determinará si hay o no segundo turno.

El otro son las terceras candidaturas que pueden restar votos al PT. Especialmente la de Ciro Gomes (PDT) y, algo menos, la de Simone Tebet (PMDB), con 7 y 5%, respectivamente, en intención de voto. El primero es un dirigente de centroizquierda bastante popular en determinados sectores y que podría ser una de las razones por las que Lula no llegue hoy a la mitad más uno.

El apoyo de Cardoso

Uno de los hitos de esta campaña ha sido el apoyo, no explícito pero sí evidente, del expresidente Fernando Henrique Cardoso a la candidatura de Lula. El 22 de septiembre, el exlíder del PSDB publicó una carta en la que pidió a los electores que votaran por quien se comprometa a combatir la pobreza y la desigualdad, defienda derechos independientemente de raza, género y orientación sexual, preserve el patrimonio ambiental y fortalezca las instituciones, además de restaurar el papel histórico de Brasil en las relaciones internacionales.

Sin nombrar a Lula y por los temas  mencionados, Cardoso hizo referencia en términos reales a que se apoye a alguien que sea todo lo contrario a Bolsonaro, e inmediatamente los medios y el PT lo consideraron un aval a Lula.

Este hecho es histórico porque Cardoso y Lula fueron rivales políticos acérrimos y protagonizaron un duelo antológico a finales de los años 90. Es verdad que en mayo del año pasado ambos se reunieron y filtraron una foto conjunta de un encuentro que se entendió como una alianza democrática contra la deriva reaccionaria de Bolsonaro. La carta de Cardoso, un intelectual liberal del establishment brasileño, demuestra hasta qué punto asusta el liderazgo del actual mandatario y prueba por qué Lula arrasará hoy.