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Los zabbaleen, menospreciados encargados del reciclaje en El Cairo

Los zabbaleen son una marginada comunidad de El Cairo cuyos integrantes viven desde hace décadas de recoger y reciclar la basura de esta urbe de 20 millones de habitantes. Egipto acogerá en noviembre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27).

Un zabbaleen recorre las calles de El Cairo con su carro repleto de residuos. (GETTY IMAGES)

Los zabbaleen recorren cada mañana El Cairo en pequeños vehículos o en carros tirados por burros o caballos para retirar más de la mitad de basura doméstica de la ciudad y reciclar con una altísima tasa de eficiencia. Pero la imagen que se tiene de esta comunidad en Egipto, que acogerá la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) el próximo noviembre, es una muy diferente.

Miles de familias zabbaleen (que significa en árabe ‘recolectores de basura’) viven de los desechos de los cairotas, y cuando las autoridades han intentado reemplazarlos o interferir en su estilo de vida, la megaurbe de cerca de 20 millones de habitantes se ha visto inundada de inmundicia.

Pese a ello sienten el menosprecio de sus conciudadanos, por pertenecer a la marginada minoría cristiana copta y vivir literalmente rodeados de basura.

Según la UNESCO, los zabbaleen reciclan entre el 80 y el 85% de la basura que recolectan, un porcentaje que ya quisieran para sí muchos países desarrollados.

Ahora que Egipto se dispone a acoger la cumbre del clima COP27, los zabbaleen podrían servir para presumir de su eficacia recicladora, pero la imagen que da esta comunidad no coincide con la de modernidad que quiere proyectar el Gobierno.

«Aquí hay alrededor de 70.000 recolectores», dice a Efe Romani Badir en la sede de la asociación comunitaria de zabbaleen en el barrio de Mokattam, conocido como ‘ciudad basura’.

Cada familia tiene su ruta

Cada familia tiene una ruta determinada de recolección y por lo general el padre la recoge y la lleva a su casa. Allí, en la planta baja, otros miembros de la familia, normalmente la mujer y los hijos mayores, van escarbando entre los desperdicios para separar el cartón, el vidrio, los distintos tipos de plástico, las latas... Los residuos orgánicos sirven de alimento a los animales domésticos que crían, como cerdos, cabras, vacas o gallinas.

Todo el barrio está lleno de basura. Se amontona en bolsas de todos los tamaños en la calle y rebosa de los portales donde la clasifican las familias, sin guantes, mascarillas ni ningún tipo de protección.

Pese a la evidente insalubridad, Badir asegura que «la planta baja es el área de trabajo, donde separamos la basura, pero las plantas de arriba de las casas son muy limpias».

Badir se muestra orgulloso de su labor y de su valor medioambiental, pero siente que el resto de la sociedad les discrimina, como cuando escuchó recientemente a un ministro decir en una entrevista televisiva que no nombraría a un zabbaleen para un puesto de responsabilidad.

Hace cincuenta años

La comunidad zabbaleen de Mokattam ha evolucionado mucho desde que se instaló en esa zona de canteras en la década de 1970 en viviendas precarias, ahora tienen casas, escuelas y servicios básicos.

Muchos de ellos han obtenido títulos universitarios, algunos con ayuda de organizaciones como la Asociación de Protección Ambiental, una ONG que se enfoca en ayudar a las mujeres de la comunidad a aumentar sus ingresos a través de la transformación de productos de desecho en piezas de artesanía.

La organización les enseña como confeccionar prendas y alfombras con cortes descartados por fábricas de ropa, collares con cápsulas de café, adornos con trozos de cristales, tarjetas navideñas con papel reciclado o cinturones con las hebillas de las latas de refresco.

Pero también ofrecen a los vecinos de Mokattam clases de alfabetización, becas universitarias, un club infantil y un centro médico para tratar muchas de las enfermedades del barrio.

Problemas de salud

«Hay muchos problemas de salud endémicos aquí, como la anemia», señala la presidenta de la ONG, Siyada Greis, que también apunta a las altas incidencias de hepatitis B y C, diabetes o glaucoma.

Sin embargo, subraya, «los zabbaleen han demostrado tener "mucha resiliencia y muchos mecanismos de supervivencia», no solo frente a las enfermedades y a la discriminación, sino incluso ante algunos embates de las autoridades.

Durante la pandemia de gripe porcina de 20019-2010, el Gobierno ordenó sacrificar todos sus cerdos, los encargados de eliminar residuos orgánicos al comérselos, por lo que su eliminación parcial (se consiguió ocultar parte de ellos), provocó un problema de salubridad en El Cairo.

Luego, se intentó sustituir a los zabbaleen por empresas privadas, pero no fue tan fácil cambiar un sistema que venía funcionando durante años y la ciudad volvió a llenarse de basura, hasta que el Gobierno rectificó.

A pesar de la informalidad y la falta de reconocimiento, ellos son conscientes de que son imprescindibles. «Nosotros recogemos cada día 11.000 toneladas de basura y no nos tomamos ni un día de vacaciones al año. Si nos tomáramos solo tres días, a ver cómo gestionan 33.000 toneladas de basura», apunta Badir.