INFO

Cementerio de Sukarrieta, testigo de la historia política del siglo XX

El fundador del PNV, Sabino Arana Goiri, fue enterrado en el cementerio de Sukarrieta. Pero sus restos no siempre descansaron ahí. El temor a que su tumba fuese profanada en la Guerra Civil hizo que se trasladaran a un lugar secreto, hasta su regreso en 1989. Aunque la historia no termina ahí.

Dos personas caminan junto al panteón de Sabino Arana en el homenaje celebrado el 25 de noviembre de 2019. ( Marisol RAMIREZ | FOKU)

En esta serie sobre cementerios peculiares de Euskal Herria presentamos hoy el de Sukarrieta, testigo de algunos de los acontecimientos políticos más destacados y, al mismo tiempo, desconocidos de la historia del siglo XX.

En este camposanto fue enterrado el fundador del Partido Nacionalista Vasco, Sabino Arana Goiri, que falleció a causa de una dolencia poco común, la enfermedad de Addison. Unos meses antes de su muerte, se trasladó al balneario de Zestoa con la esperanza de mejorar de su dolencia. Pero a su vuelta, y al ver que su salud empeoraba, redactó el testamento, en favor de su esposa, Nicolasa Atxika-Allende Iturri. Finalmente, falleció el 25 de noviembre de 1903, con solo 38 años de edad.

En el momento de su muerte, se encontraba afincado en Sukarrieta, localidad natal de Nicolasa, y fue enterrado en el cementerio de este pequeño municipio a orillas de Urdaibai, donde sus restos descansaron en paz... hasta el 27 de abril de 1937. Un día antes se había producido el brutal bombardeo de Gernika y los dirigentes del PNV temían que el avance franquista pusiera en peligro la tumba de Arana. Por ello, una comisión presidida por Doroteo Ziaurriz se trasladó a Sukarrieta con la misión de exhumar y poner a salvo sus restos.

En primera instancia, fueron trasladados a Sabin Etxea, donde se introdujeron en una urna de zinc, en presencia de 19 burukides. Posteriormente, dicha caja fue llevada en secreto a Zalla, donde fue depositada en el panteón de la familia de Manuel Sainz de Taramona, miembro del partido nacionalista.

Pero no todos los restos fueron guardados en Zalla. Una parte pequeña fue trasladada a la casa natal del religioso Mikel Garikoitz, en Ibarre (Nafarroa Beherea), para hacer creer que todos los restos se habían trasladado a ese lugar. Los temores de los jelkides no eran infundados. Tras la entrada de los franquistas en Sukarrieta y Busturia, en agosto de 1937 fueron fusilados tres concejales del PNV de esta última localidad, dos republicanos e incluso el dueño del restaurante Ramona, Demetrio Lekunberri, que 37 años antes había acogido la boda de Sabino y Nicolasa.

La propia Nicolasa Atxika-Allende fue arrestada y encarcelada en la cárcel de Larrinaga en Bilbo, donde enfermó gravemente, aunque se recuperó tras ser liberada.

Medio siglo después, el 1 de enero de 1989, todos los restos mortales fueron devueltos a Sukarrieta. Según declaró el entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz, la decisión no se tomó «hasta tener una garantía absoluta de la estabilidad democrática».

El traslado, sin embargo, se llevó a cabo en medio de un absoluto hermetismo, lo que provocó gran malestar en el seno de Eusko Alkartasuna. Su dirigente Sabin Zubiri, una de las pocas personas que conocían el lugar al que fue trasladado el cadáver en 1937, llegó a calificar el traslado de «clandestino».

El último capítulo de las intrigas en torno a la tumba de Sabio Arana se producía hace solo dos años, cuando la ejecutiva del PNV se desplazó a Sukarrieta a realizar la tradicional ofrenda floral del 25 de noviembre. El hecho no hubiera tenido mayor trascendencia si no fuera porque se produjo en medio del confinamiento decretado por Lakua ante la segunda ola del covid, que prohibía salir del municipio para visitar otro cementerio.