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Elkarrizketa
Javier Velaza
Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Barcelona

«Esperamos encontrar más textos vascónicos, porque un signario no se crea para escribir uno»

Javier Velaza, epigrafista que ha estudiado la inscripción vascónica de la Mano de Irulegi, confía en que se lleguen a encontrar más textos escritos en esa lengua, porque «un signario no se crea para escribir uno solo».

Javier Velaza, durante la presentación de la Mano de Irulegi. (Iñigo URIZ/FOKU)

El nombre de Javier Velaza (Castejon, 1963) fue uno de los primeros que salió a colación para analizar la inscripción que había sido descubierta en la Mano de Irulegi durante su restauración. El catedrático no duda en calificar la pieza de «extraordinariamente excepcional» y que viene a «ratificar que esa lengua se hablaba en este territorio», donde espera que se encuentren nuevos textos vascónicos, ya que «un signario no se crea para escribir uno solo».

¿Hasta qué punto es importante el hallazgo realizado por Aranzadi en Irulegi?

Es una pieza excepcional por muchos motivos. Por una parte, no conocemos ninguna inscripción antigua en toda la Península Ibérica, ni siquiera en el mundo clásico griego y romano, sobre un soporte con forma de mano. El texto también es excepcional por cómo se grabó, ya que las letras se hicieron con pequeños trazos, arañando la superficie del bronce, y después se grabaron los puntos. Y tiene un texto que es inequívocamente perteneciente a la lengua vascónica, lo que ratifica el uso de esa lengua en este territorio.

Un texto escrito en un signario ibérico adaptado por los vascones para poder plasmar su lengua.

Eso es. Le incorporaron un signo con forma de T que no existe en ninguno de los otros sistemas gráficos que se empleaban en la Península Ibérica en época prerromana. Y se incorporó para escribir la lengua vascónica, porque se trata de escribir un fonema que no existía en ibérico, pero en vascónico sí y tuvieron que inventarse un signo que, además, aparece en las monedas de territorio vascón.

«No conocemos ninguna inscripción antigua en toda la Península Ibérica, ni siquiera en el mundo clásico, sobre un soporte con forma de mano»



Antes del hallazgo de la pieza de Irulegi, ¿qué testimonios del idioma de los vascones habían sido localizados y cómo son?

En el territorio que entendemos como vascón, teníamos hasta el momento muy pocas inscripciones y todas hasta cierto punto discutidas. Desde hacía bastantes años, conocíamos una serie de monedas encontradas en ese territorio y con signos extraños respecto al signario ibérico. Como tienen un texto muy breve, desde el punto de vista lingüístico no podíamos sacarles partido. Además, de la zona de Aranguren procede un bronce que apareció en una colección privada que se conserva en Zaragoza, que está escrito por las dos caras, pero mutilado por todas partes y no sabíamos si podía ser lengua vascónica o ibérica. Y otro testimonio importante es una inscripción en un mosaico de Andelo, en Mendigorria, que apareció en 1993. En principio se publicó como inscripción ibérica, pero varios autores, como yo mismo, hemos propuesto que podría ser también lengua vascónica, porque está en territorio vascón. Sin embargo, hasta ahora, todo esto era más o menos discutible o discutido.

Y ahora ya contamos con el texto de la Mano de Irulegi.

Esa inscripción nos viene a certificar varias cosas. Por un lado, que los vascones escribieron su lengua y lo hicieron empleando una adaptación del signario ibérico, que era muy potente y que llevaba en uso en la costa mediterránea desde finales del siglo V antes de Cristo y se prolongó hasta pasado el cambio de era. Los vascones, que eran sus vecinos, cogieron ese signario para escribir su lengua y lo adaptaron con el signo en forma de T. Por lo tanto, además de que los vascones escribían, se constata que en este mismo territorio se habló una lengua que podemos llamar vascónica o protovasco, y que es el antecedente de la lengua vasca que conocemos bien a partir de los textos del siglo XVI, sobre todo, porque es la época a partir de la cual tenemos una documentación más consistente. Esas dos evidencias hacen que la pieza sea extraordinariamente singular y un hallazgo de primer nivel.

«Los vascones tuvieron que inventarse el signo con forma de T para escribir un fonema que no existía en ibérico, pero sí en su lengua»



¿Qué sintió cuando vio por primera vez la pieza y su inscripción?

En primer lugar recibí un dibujo y una fotografía de la inscripción, y cuando empecé a identificar los signos, vi que era un signario evidentemente relacionado con el ibérico, pero que tenía la peculiaridad del signo T. Y cuando leí la primera palabra, que era transparente, digámoslo así, pues la verdad es que la sensación fue de gran emoción. No siempre se encuentra uno con inscripciones tan importantes como esta.

¿Se puede llegar a decir que la Mano de Irulegi obliga a reescribir los libros de historia en relación a los vascones?

Hace veinte años se afirmaba con total certeza que los vascones jamás habían escrito su lengua, que había sido un pueblo ágrafo o analfabeto. Ahora eso ya no se puede decir. Y el uso de este signario vascónico nos hará volver sobre los signos de las monedas, que nos dirán ahora cosas diferentes de las que hemos podido entender hasta este momento. Además, nos hace albergar esperanzas de que podamos encontrar más textos, porque es evidente que un signario no se crea para escribir un solo texto. Se crea porque se hace un uso extenso de la escritura y eso me suscita bastantes esperanzas de que en el futuro tengamos sorpresas en este sentido.

¿Este hallazgo viene a evidenciar que en historia casi no se puede dar nada por sentado?

Las ciencias de la antigüedad, como la arqueología, la historia antigua, la epigrafía y la filología, funcionan elaborando modelos para explicar los textos y los documentos que se tiene. Cuando aparece una evidencia nueva y que a veces contradice en parte algunas de las cosas que se han podido pensar, obliga a releer, repensar y reflexionar sobre las ideas que se han establecido legítimamente sobre la base de lo que se tenía. Es algo absolutamente ilusionante que hace trabajar con mucho gozo. Quienes nos dedicamos a la epigrafía, tal vez tenemos la ventaja de que en nuestra disciplina suelen darse novedades y son las que nos hacen no parar nunca, siempre estar en continua revisión.