La lucha como consigna, la vida como testimonio y un pañuelo por bandera
Somos las únicas madres paridas por nuestros propios hijos», dijo una vez Hebe de Bonafini, allá por 1983, para explicar a las Madres de Plaza de Mayo. No era un recurso retórico, sino su propia experiencia, la forma en que Kika, una mujer de pueblo, muy humilde, que no tuvo la posibilidad de estudiar, se convirtió en un icono universal. Ella era la madre de Jorge y Raúl, secuestrados y desaparecidos en febrero y diciembre de 1977, y decidió salir a la calle, recorrer comisarías y cuarteles, poner su cuerpo en la Plaza para rápidamente transformarse en la madre de todos, un un emblema de la lucha por los derechos humanos en el mundo.
Siempre fue trabajadora, «trabajé desde muy chiquita, me puse de novia y me casé muy enamorada. Nos hicimos una casillita de chapa y madera en el fondo de la casa de mi mamá; daba al río y venía un viento que ni te cuento. Nos casamos cuando mi marido ganaba 66 pesos y después consiguió trabajo en la destilería y ahí pasó a ganar 198. ¡Oh, éramos millonarios! Y empezamos a pensar en hacernos otra casa, una casa de material adelante de la casa de mi mamá, un departamentito para no pasar tanto frío», repasaba al comentar su vida.
Desde que Hebe de Bonafini dejó de de ser (aunque quizá no totalmente) aquella Kika, estuvo cargada de un enorme simbolismo que emergió en resistencia a la dictadura militar argentina que goberno el país entre 1976 y 1983 y en el que 30.000 personas desaparecieron. Muchos de los cuerpos de los secuestrados nunca han sido encontrados, entre ellos los de los hijos de Hebe de Bonafini. En aquella resistencia heroica que abanderaron apenas una docena de madres de desaparecidos se forjaron valores, una nueva identidad política, profundamente transformadora, incluso revolucionaria, muchos de ellos hoy condensados en la identidad argentina.
Su discurso, como todos, con sus aciertos y desaciertos siempre desenmascaraba, señalaba con la denuncia que la democracia se desvinculase de las condiciones sociales. Sus palabras agitaban, conmovían, provocaban un revulsivo político. Eran palabras que ha menudo generaban polémica, no porque fuera una provocadora de lo políticamente incorrecto, sino porque denunció incansablemente hipocresías y dobles discursos.
Heroína de corazón valiente
Esa fue Hebe de Bonafini, una mujer de orígenes humildes y luchadora social infatigable, una personalidad cuyo legado al frente de Madres de Plaza de Mayo ocupa un lugar central en la historia reciente de Argentina y de todos los pueblos que luchan por su liberación. Durante sus más de cuatro décadas de activismo, la revolucionaria ama de casa no solo puso contra las cuerdas a la dictadura del país sudamericano, sino que terminó por convertirse en un referente global en la lucha por los derechos humanos.
Heroína de corazón tan valiente como nadie, madre marcada por la mayor de las tragedias que una madre puede sufrir, el destino ha querido que su vida se apagara el 20-N, de infausto recuerdo para los vascos, pero para los argentinos su Día de la Soberanía Nacional. Y es que la suya fue una vida plena que condensó y dio sentido a la de millones de sus compatriotas. El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo puso ante los ojos de todo el mundo al régimen más criminal de la historia de Argentina, pero también a lo mejor de la resistencia de la que fueron capaces los argentinos.
Argentina llora hoy la desaparición de una mujer que compartió junto a las Madres de la Plaza de Mayo un destino que las unió en la lucha contra la impunidad de los crímenes del terrorismo de Estado, resistiendo frente al silencio y el olvido. Su vida dio testimonio y su obra ejemplo de compromiso y entrega con las causas populares, en cualquier rincón del mundo en el que se cometiera una injusticia contra los más desfavorecidos, los apaleados o los pueblos desposeidos de su libertad. Pero queda su legado, como compañero de viaje de todos aquellos que se afanan en la defensa de los Derechos Humanos, de la Memoria, la Verdad y la Justicia, pero también de la lucha contra la impunidad y el capitalismo. Hebe de Bonafini fue una madre de todos los que luchan por esos ideales, tenaz, coherente, que marcó el camino. Y lo seguriá haciendo, esté donde esté seguirá iluminando cada una de las luchas por las causas populares, allí y aquí, hasta que todo sea como lo soñamos.
Legado inconmensurable
De fuerte personalidad, no siempre supo –o quiso– medir sus palabras. Sus detractores, muy numerosos entre la derecha política y mediática argentina, recuerdan a menudo su salida de tono quizá más escandalosa, aquella que protagonizó en 2001 tras los atentados del 11-S, al afirmar que sentía «alegría» por lo sucedido y que no le dolió «para nada». Quizá fue una mala pasada del profundo sentimiento antiimperialista de una defensora inclaudicable de la Revolución cubana y de la integración entre los pueblos de América Latina. Fue admiradora de otro argentino legendario, el Che Guevara, Además de amiga íntima de los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez.
En el caso de la política argentina, Hebe de Bonafini atacó duramente a los presidentes neoliberales. En 1991 calificó a Carlos Menem de «basura», lo que le valió una causa por «desacato», mientras que a Mauricio Macri lo tildó en diversas ocasiones de «necio, cínico y mentiroso».
A pesar de todas esas polémicas, el legado de Hebe de Bonafini al frente de Madres de Plaza de Mayo es inconmensurable. La asociación cuenta hoy con un instituto universitario propio, una radio y la administración de un centro cultural donde se hallaba el centro clandestino de detención y tortura de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA). Fue galardonada con decenas de premios por todo el mundo, fue recibida por presidentes de medio mundo, compartió escenario con reconocidos artistas, internacionalizó la causa de las madres de los desaparecidos de Argentina como ninguna otra.
Y siempre fue muy clara respecto a cómo quería ser recordada tras su muerte: como una madre que peleó «no solo por sus hijos, sino por todos».
Solidaria con madres vascas
Aquella «madre normal y corriente» que empezó a recorrer todos los días los 50 kilómetros que separan La Plata de la capital Buenos Aires en búsqueda de respuestas sobre el paredero de sus hijos y que con otras 13 madres realizó el 30 de abril de 1977 la primera marcha frente a la Casa Rosada en repudio del Gobierno, cobró una enorme relevancia internacional que siempre ha utilizado en beneficio de otras madres y de otras causas. Le pesara a quien le pesara, aún sufriendo persecuciones por parte de la dictadura argentina y de aparatos del Estado de las llamadas democracias.
Euskal Herria siempre estuvo en su corazón. Siempre apoyó a los presos vascos y a sus familias, a los líderes del independentismo encarcelados y el proceso de paz. Según contó en una entrevista con el periodista Alvaro Hilario, cuando el PP de Aznar gobernó, Mayor Oreja la acusó de ensalzar a ETA. Su asociación perdió todas las ayudas económicas que recibía del Estado español, pero para ella renunciar al apoyo de las madres vascas que tenían a sus hijos e hijas presas era como renunciar a sus propios hijos. Llegaron a llamarla desde TVE y le ofrecieron dinero a cambio de una condena a ETA y a los presos, algo a lo que ella y su asociación nunca sucumbieron.
Tras su muerte, el gobierno de Argentina ha decretado tres días de duelo en «homenaje a Hebe, su memoria y su lucha». Desde Euskal Herria nos sumamos a ese homenaje. Agur eta ohore, Hebe de Bonafini. Gugan bego beti, eta beteki.