INFO

Tonos grises al oeste del Dniéper

Aunque Jerson ya está bajo control ucraniano después de la retirada de Moscú las regiones colindantes siguen estando casi completamente vacías y son pocos los vecinos que hasta ahora se han atrevido a volver.

Una mujer asiste al desescombro de su vivienda, destrozada por los bombardeos. (Andoni LUBAKI)

Arakatzaile honek ez du bideo elementua onartzen.


En la guerra, Kiev divide el territorio en colores blanco, gris y negro. El blanco, bajo control ucraniano, el gris en disputa o con peligro de ataque del Ejercito ruso. El negro, totalmente bajo control ruso. Las victorias de Kiev se pintan de blanco, las pérdidas de negro, pero el gris tiene muchos matices.

Al norte de Mykolaiv, a poco menos de cuatro kilómetros del río Dnieper, el pueblo de Kashpero vivía del cultivo. Hoy varias cintas blancas puestas en los caminos colindantes a esos campos indican que se encuentran minados. Pocos tractores y mucho ganado suelto. La gente cogió lo que podía de sus casas y pocos pudieron llevarse a sus animales. Los soltaron para que se alimentaran por su cuenta y no murieran de sed o hambre encerrados. El ambiente es de desolación. Los únicos colores vivos son los de las banderas ucranianas que utilizan los militares. los coches que utilizan han sido «cogidos prestados» de las casas de los lugareños que no se los llevaron. La ley marcial permite que soldados ocupen las casas si no hay nadie dentro, que obtengan víveres de sus despensas... No sabemos qué pasa si los habitantes de esa morada vuelven y se encuentran a soldados «viviendo» en ella.

Llamamiento a volver

El gobierno provincial hace un llamamiento para que la gente vuelva a sus hogares y recojan lo que no han podido cosechar. La política de Kiev en estas regiones anteriormente ocupadas o atacadas por el Ejército ruso es hacer desaparecer las cicatrices de la guerra. Brigadas de constructores y voluntarios llegados de otros sitios arreglan las casas de la gente que quiere volver a vivir en lo que fue su hogar. Se les da dinero para que arreglen lo que puedan. Aunque no alcance el total de la factura, es una cuantiosa suma bien recibida. Muchos vuelven a abrir sus negocios y no es raro ver pequeños comercios con pequeñas luces en el exterior anunciando ofertas a clientes que no llegan.

Vassilyi ha vuelto a abrir el garaje de reparación en la parte delantera de su casa. «Cuando llegaron los rusos me fui. Hubo mucha gente que se quedó. Varios de mis vecinos eran y siguen siendo prorrusos, pero siempre hemos vivido en paz. Ahora tiene que seguir siendo  así». En la otra esquina de la calle sin asfaltar un señor pasa con la bicicleta cargada de hortalizas. No quiere dar su nombre y no quiere hablar con los periodistas. «Mi opinión de esta guerra dista mucho de la de Zelensky. Por eso no quiero hablar», asegura.

Una mujer sale de la única tienda que hay en la calle, que antes del inicio de la contienda contaban con escuela y casa de cultura. «Aquí la gente utiliza su parabólica u otros sistemas para a la noche ver Russia Today. Hay que fijarse en las casas habitadas y que tienen orientada la antena hacia el río. En el pueblo siempre supimos que eran prorrusos. Cuando nos invadieron se quedaron aquí. Yo mismo he visto vídeos de esa gente abrazando a los soldados que vinieron a ocupar nuestras tierras. Ahora que no están creo que tienen miedo. Son buena gente, trabajadores, gente del pueblo que es mejor no señalar por si sufren represalias por gente que viene de fuera». La mujer mira para los lados y nos pide no decir su nombre, ni cómo vestía. Nada que la pueda identificar. «No quiero que les pase nada por pensar diferente. Pero tampoco quiero que me pase a mí, aquí todavía la cosa no está clara del todo», justifica.

Vassilyi sigue soldando un transfer de un viejo Lada aparcado en la entrada. Opina que ni con ayudas la gente volverá de momento. «Muchos de los campos están minados. Nuestros soldados no los están desminando porque saben que aunque tomen Jerson los de Putin pueden entrar otra vez. Los dejan ahí porque si vuelven sus propias minas se convierten también en peligrosas. Los rusos pueden volver aunque los nuestros controlen toda esta zona, tienen mejores aparatos para pasar el río. Ya lo hicieron antes. Cuando creíamos que ya los habíamos expulsado volvieron. Se fueron hace poco, no creo que les echáramos.

Han ido a defender la otra parte que les interesa más, porque hay más dinero y controlas desde el otro lado muchas cosas de aquí. Este pueblo lo ocuparon dos veces, la última hace menos de un mes. Todavía se oyen disparos en este lado de la orilla. Un amigo mío dice haberlos visto, no se si será así pero con esos rumores la gente no vuelve ni aunque les pagues. Yo porque no tengo otro sitio donde ir…» afirma Vassilyi. «Todo esto es una zona gris, pero para que vuelva la gente lo pintan de blanco. Pero muchos no lo creemos, lo podrán creer en Moscú o en Kiev, pero aquí, los que vivimos aquí ya sabemos que esto de blanco o negro no tiene nada».