El creciente gasto militar torpedea la lucha contra la crisis climática
Los países ricos gastan mucho más en equipar sus ejércitos que en luchar contra la crisis climática, algo que choca con la retórica oficial y muestra sus prioridades. Una mínima parte de los fondos destinados a armas podría financiar los esfuerzos necesarios para responder al gran reto de esta era.
Aunque en la decepcionante COP27 de Sharm El-Sheikh este tema haya pasado prácticamente desapercibido, el gasto militar tiene un impacto «profundo y duradero» en la capacidad de abordar la crisis climática. Es lo que sostiene, y argumenta con datos, el último informe del Transnational Institute (TNI), que correlaciona el dinero destinado a ejércitos y armamento y el que debería habilitarse para hacer frente al calentamiento global.
Según se indica en el documento, «cada dólar que se gasta en el ejército no sólo aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), sino que también desvía recursos financieros, habilidades y la atención de la lucha contra una de las mayores amenazas existenciales que ha experimentado la humanidad».
30 veces más para los Ejércitos
«Los países más ricos y responsables de la crisis climática gastan más en el ejército que en la financiación del clima», expone el TNI, y explica que el gasto en armas ha ido aumentando desde finales de la década de los 90, se disparó a partir de 2014 y alcanzó el año pasado una cifra récord, que sin embargo quedará empequeñecida por el incremento anunciado a raíz de la guerra en Ucrania. En el otro lado de la balanza, los países que protagonizan ese enorme gasto militar no están atendiendo a los compromisos adquiridos para responder al cambio climático.
Y es que esos países gastan nada menos que treinta veces más en sus fuerzas armadas que en aportar financiación para el clima, algo a lo que están obligados de acuerdo a lo firmado.
Otro dato significativo es que siete de los diez principales emisores históricos de GEI se encuentran también entre los diez que más fondos dedican al ámbito militar. Por orden de magnitud, EEUU es el país que más gasta en su ejército, seguido de China, Rusia, Reino Unido, el Estado francés, Japón y Alemania. Y los otros tres que más gastan en armamento –Arabia Saudí, la India y Corea del Sur– son igualmente grandes emisores de gases de efecto invernadero.
Pero, como ya se ha dicho, el desbalance entre unos fondos y otros es enorme. Así, entre 2013 y 2021, cuando el gasto militar creció un 21,3%, los países ricos destinaron 9,45 billones de dólares a sus ejércitos, el 56,3% del total del gasto militar global (16,8 billones de dólares), pero apenas rascaron 243.900 millones para financiación adicional del clima.
La guerra de Ucrania
En esta dinámica, la guerra de Ucrania está ejerciendo un efecto amplificador, sin que, lamenta el TNI, «haya indicios de que ni Rusia ni los países de la OTAN hayan considerado siquiera los impactos climáticos».
Así, la Comisión Europea prevé un aumento del gasto militar de sus estados miembros de al menos 200.000 millones de euros, basado en la combinación de fondos adicionales y de aumentos estructurales a largo plazo, EEUU ha aprobado un presupuesto récord de 840.000 millones de dólares para 2023, y Canadá anuncia un aumento de 8.000 millones de dólares en los próximos cinco años. Y Rusia, por su parte, ha aprobado un alza del 27% en el gasto militar, lo que hará que el presupuesto alcance un total de 83.500 millones de dólares en 2023.
«Los objetivos climáticos han sido rápidamente arrojados por la ventana cuando se trata de objetivos militares», censura el TNI, y explica, por ejemplo, que sólo este año se han encargado 476 de los aviones de guerra que más gases consumen, los F-35: 24 para la República Checa, 35 para Alemania, 36 para Suiza, seis para los Países Bajos, que se suman a los pedidos anteriores, y otros 375 para Estados Unidos.
«La guerra de Ucrania ya está desviando recursos desde la financiación del clima al gasto militar. En junio, Londres derivó dinero de su presupuesto de financiación climática para sufragar parcialmente un paquete de apoyo militar de mil millones de libras»
Es más, esta guerra ya está desviando recursos desde la financiación del clima al gasto militar. El pasado junio, el Reino Unido derivó dinero de su presupuesto de financiación climática para sufragar parcialmente un paquete de apoyo militar de mil millones de libras para Ucrania. Asimismo, el Gobierno noruego ha parado todos los desembolsos de ayuda al desarrollo, incluida la financiación climática, para tener una «visión general» de las posibles consecuencias del conflicto en Ucrania.
Lógicamente, a nadie se le escapa que la industria armamentística es la gran beneficada del aumento del gasto militar, igual que ha ocurrido con la militarización del control de fronteras y de la gestión de la inmigración. Tras la invasión de Ucrania por Rusia en febrero, y en particular, después del anuncio alemán de un gasto adicional de 100.000 millones de euros, el precio de las acciones de las grandes firmas armamentísticas se dispararon.
«Hay dinero más que suficiente»
Pero con o sin guerra en Ucrania, los países más poderosos del globo han incumplido sistemáticamente su promesa de aportar 100.000 millones de dólares al año de financiación para el clima a los más vulnerables, y ahora se niegan a asumir compromisos concretos para pagar las pérdidas y daños de esta crisis, uno de los principales temas de la COP27.
«Con lo que gastan en armas en un solo año los diez países que más dinero dedican a ello se podría garantizar la financiación para el clima durante 15 años (unos 100.000 millones de dólares al año)»
Cuando lo cierto es que con lo que gastan en armas en un solo año los diez países que más dinero dedican a ello se podría garantizar la financiación para el clima durante 15 años (unos 100.000 millones de dólares al año). De igual modo, los 70.000 millones de dólares que se requieren para la adaptación al cambio podrían pagarse con el 4% de todo lo que esos países (EEUU, China, India, Reino Unido, Rusia, Estado francés, Alemania, Arabia Saudí, Japón y Corea del Sur) gastan anualmente en sus ejércitos. O con el 3% de todo el gasto militar mundial anual.
«Junto con otras propuestas de financiación –se menciona el fin de las subvenciones a los combustibles fósiles, el desembolso de los Derechos Especiales de Giro, nuevos impuestos a la extracción de combustibles fósiles, las transacciones financieras, la aviación y transporte marítimo–, hay dinero más que suficiente para financiar la mitigación, la adaptación y las pérdidas y daños», sostiene el TNI.
Este organismo considera que «ante los indicios de que se están alcanzando peligrosos puntos de inflexión en el planeta, es imperativo dar prioridad a la acción climática y a la cooperación internacional para proteger a los más afectados». Sin embargo, lamenta que «en 2022, una carrera armamentística está agravando la crisis e impidiendo su resolución. No podría llegar en peor momento».
A su juicio, para hacer frente a la mayor amenaza para la seguridad humana, la emergencia climática, necesitamos que todos los países –tanto miembros de la OTAN como los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia y China– trabajen juntos para dar prioridad al clima sobre el militarismo». «No hay nación segura sin un planeta seguro desde el punto de vista climático», concluye el informe. Y no le falta razón.