Bilbo homenajea a las mujeres represaliadas por el franquismo
Bilbo ha homenajeado este sábado a las mujeres represaliadas durante el franquismo en las cárceles de la ciudad, con una ofrenda floral y la inauguración de una placa conmemorativa del desaparecido Chalet Orue de Santutxu, que funcionó como cárcel de mujeres entre 1937 y 1942.
Bilbo ha homenajeado este sábado a la mujeres encarceladas por el franquismo en el Chalet Orue de Santutxu en un acto abierto a la participación ciudadana y presidido por el alcalde, Juan Mari Aburto, junto con representantes de la Corporación Municipal, del Instituto Gogora, y partidos y agrupaciones memorialistas.
Con acompañamiento musical de la Banda Municipal de Txistularis, el nuevo parterre situado entre la calle Zabalbide y la calle Tenor Fagoaga (junto a la salida de metro de Karmelo) ha acogido el acto. Ha incluido una ofrenda floral ciudadana y la inauguración de una placa conmemorativa en recuerdo del desaparecido Chalet Orue de Santutxu, convertido en prisión durante los primeros años de la dictadura.
La placa, de 100x30 centímetros, ha sido instalada junto a un joven roble, con el siguiente texto conmemorativo: «Orue Txaleta (espetxea, 1937-1942) Frankismoak Bilboko kartzeletan errepresaliatutako emakumeen omenez / Chalet Orue (cárcel, 1937-1942) Homenaje a las mujeres represaliadas por el franquismo en las cárceles de Bilbao. 2022.11.26».
Rescatar del olvido
La iniciativa surgió por petición de las agrupaciones memorialistas y el Ayuntamiento de Bilbo ha realizado un homenaje a todas las mujeres que fueron recluidas con duras penas en las prisiones de la ciudad, tanto en Larrinaga, cárcel de hombres en la que ingresaron también mujeres durante el recién establecido régimen franquista, como en el cercano Chalet Orue, habilitado como prisión de mujeres por saturación de la de Larrinaga.
El objetivo del Ayuntamiento es rescatar del olvido las atrocidades ocurridas en esta antigua propiedad, donde durante cinco años fueron recluidas cientos de mujeres, en ocasiones con sus hijos e hijas, a causa de sus ideas políticas o por el mero hecho de ser mujer.
Muchas de las reclusas, malnutridas y hacinadas en condiciones infrahumanas, fueron objeto de torturas, violaciones y otros tipos de humillaciones públicas y privadas, incluso la muerte. Hay que recordar la ejecución de 11 mujeres vizcainas durante el tiempo en el que el Chalet Orue funcionó como prisión femenina.
Tras varios estudios, se ha podido rescatar del olvido los nombres de las once mujeres fusiladas: María Fernández García, de Barakaldo; Elvira Martínez Pascual, de Bilbo; Teresa Chiches Ledesma, de Bilbo; Cecilia Idirin Garate, de Basauri; Ana Naranjo Martín, de Sestao; Juana Mir García, de Bilbo; Berta Peña Parra, de Sestao; Adelina Fernández Pérez, de Bilbo; Feliciana Echave Artola, de Bilbo; Juana Abascal Nicolás, de Castro-Urdiales, y Leónides Antruejo Lorenzo, de Sestao.
El Chalet Orue
Larrinaga y Orue conformaron la estructura fundamental para la represión penal de las mujeres en Bizkaia, donde se estima que pudieron ser recluidas cerca de 3.000 mujeres entre 1937 y 1942. A la entrada de las tropas franquistas en Bilbao, no existía una prisión de mujeres como tal. Fueron recluidas en la cárcel de Larrinaga, establecimiento que solo era para hombres, en un edificio llamado la “cuarta galería”, donde los problemas de saturación, falta de salubridad y medios para atender a tanta población penal, llevó a buscar una nueva ubicación.
El lugar elegido fue una casa conocida como Chalet Orue, ubicada en la calle Zabalbide a escasos 400 metros de Larrinaga. Ubicada en Santutxu, un barrio poco poblado en ese momento y situado en la zona alta de Bilbao, permitía cierto aislamiento de la ciudad. Además, la casa estaba vacía ya que había sido incautada durante la guerra.
El chalet era propiedad de la familia Orue, de tradición carlista y muy conocida en la vida begoñesa de la época, que tuvo que huir al comenzar la Guerra Civil. Se trataba en realidad de una gran casa con jardines de 7.500 m2 distribuidos en cinco plantas entre sótano, planta baja y cuatro plantas con dormitorios, equivalentes a una superficie de 3.400m2. Una gran casa que se habilitaría como prisión donde las mujeres estuvieron hacinadas.
Tras su cierre, a partir de 1942, el edificio se convirtió en la conocida clínica médica de especialidades Santa Marta. Entre 1967 y 1968 fue demolido para construir las actuales viviendas del Grupo Monseñor Remigio Gandasegi ante la necesidad habitacional de un barrio en fuerte expansión.