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Rusia apuesta por anclar el futuro de la guerra en su principio: el Donbass

Con la captura de Soledar, Rusia no solo logra su primera victoria militar en medio año sino que consigue un avance estratégico en Donetsk y, sobre todo, fuerza a Ucrania a reforzar sus posiciones defensivas en el Donbass.

Cascos de soldados ucranianos manchados de sangre. (Anatolii STEPANOV | AFP)

Seis meses después de su último avance militar con la toma de control en julio de Lisichansk y Severodo- netsk, en Lugansk, Rusia lograba hace una semana su primera victoria en Soledar, Donetsk, provincia vecina con la que conforma el Donbass.

Y prosigue avanzando lenta pero imparablemente por el norte de Bajmut, localidad estratégica que lleva hostigando desde hace medio año, y que le permitiría cerrar el cerco sobre las dos mayores ciudades de la provincia en manos de Kiev, Kramatorsk y Sloviansk.

Seis meses en los que Rusia, que ya en marzo tuvo que retirar las columnas que marchaban en dirección a Kiev, vio cómo, en una contraofensiva en verano-otoño de 2022 el Ejército ucraniano recuperaba casi la mitad del territorio que había perdido al inicio de la invasión: la práctica totalidad de la provincia de Jarkov, incluido el enclave de Izium, fronterizo con el Donbass; territorios en las provincias de Mikolaiev y Jerson, incluida la capital de esta última, e incluso localidades del norte de Donetsk (la más estratégica, Lyman) y de Lugansk.

La captura  de Soledar tiene, por tanto, un alto valor simbólico. Pero también estratégico. Y no por la importancia geográfica de una pequeña localidad que tenía 10.000 habitantes antes de la guerra –queda medio millar, la mayoría ancianos y/o vecinos rusófilos–.

La captura  de Soledar tiene un alto valor simbólico, pero también estratégico

Bajmut, objetivo próximo más preciado por los estrategas militares rusos, está a unos 10-15 kilómetros de Soledar. Y la conquista de esta última, que sumaba hace unos días el control de la estación ferroviaria de Sil, les permite cortar la carretera-línea de suministros que une Bajmut y Lyman y que pasa por Siversk, que parece el inminente objetivo táctico de esta ofensiva.

Además, Soledar, como su propio nombre en ruso y en ucraniano indica («Regalo de sal»), alberga las mayores minas de sal de Europa, atravesadas por doscientos kilómetros de galerías subterráneas. Un refugio ideal para soldados y para material militar, situado a un centenar de metros de profundidad, y una red que transcurre en paralelo a las líneas del frente y que podría  permitir a las tropas rusas infiltrarse tras las líneas enemigas. Todo ello sin olvidar sus vastos yacimientos de sal, y de yeso, que, pese a estar hoy abandonados, podrían tener un gran valor económico y comercial a futuro.

Wagner, protagonista de la ofensiva

Ahí se inscribe, precisamente, el hecho de que haya sido el grupo de mercenarios Wagner el protagonista de una ofensiva que apunta a que ha sido la mayor carnicería en lo que va de guerra, si nos atenemos a que las grandes bajas admitidas por ambos bandos.

El jefe de Wagner y conocido como el «chef de Putin», Yevgueni  Prigozhin, se solazaba con que la conquista de Soledar es la «guinda del pastel». Su compañía de mercenarios se ha visto recompensada con premios similares en sus campañas militares en República Centroafricana, Sudán o Mali, donde se ha hecho con el control de minas que explota en su propio beneficio, y con la aquiescencia del Kremlin.

No obstante, y pese al previsible «pago por los servicios prestados», la coincidencia entre el papel preponderante, «exclusivo» según Prigozhin, en la captura de Soledar y el nombramiento-rehabilitación del jefe del Estado Mayor, general Valery Gerasimov, como comandante de las fuerzas militares en Ucrania, ha puesto aún más de relieve las pugnas internas que sacuden a las élites de seguridad rusas por el devenir de una campaña militar que hasta ahora les ha dado muchos más quebraderos de cabeza que los esperados.

Y no solo porque el Kremlin sigue dando bandazos a la hora de relevar a los altos mandos en la guerra de Ucrania. No hace ni dos meses que encumbró al general Serguei Surovikin, a quien ahora pone como segundo, junto a otros dos discutidos generales, a las órdenes de Gerasimov.

El Kremlin sigue dando bandazos a la hora de relevar a los altos mandos en la guerra de Ucrania

Pese a su «brillante currículum» –se le atribuyen la fulgurante incursión-anexión de Crimea en 2014, y la exitosa campaña que frenó ese mismo año la ofensiva ucraniana sobre el Donbass rebelde y prorruso– Gerasimov, y su superior jerárquico, el ministro de Defensa, Sergue Shoigu, han sido blanco de feroces críticas por parte de «halcones» como el propio jefe de Wagner y el sátrapa checheno Ramzan Kadirov, además de analistas y tertulianos partidarios de «arrasar Ucrania hasta sus cimientos».

A ellos se sumó el «comandante Strelkov», Igor Guirkin, quien dirigió la revuelta armada del Donbass en 2014 y que no ha dudado en tildar a Shoigu de «ladrón absolutamente incompetente» y a Gerasimov de «cretino». Quién y un general que es temido por Occidente y respetado hasta por sus propios enemigos ucranianos, como el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, Valery Zaluzhny, que tiene en su despacho –y asegura haber leído– las obras completas de Gerasimov, «el más inteligente de los hombres».

Los kremlinólogos apuntan a que, con este relevo en el mando militar, el presidente ruso, Vladimir Putin, buscaría ese juego de equilibrios para evitar que ningún general concentre demasiado poder y/o popularidad.

Y es que Gerasimov sustituye a Surovikin, también conocido como el «carcnicero de Siria», y cuyo nombramiento había sido saludado por los citados halcones.

Desde Crimea hasta Lugansk

Este general, curtido asimismo en la guerra contra Chechenia, ha sabido en su corto mandato en Ucrania combinar un inteligente repliegue militar de la ciudad de Jerson –hay quien asegura que su manera de engañar al Ejército ucraniano para que sus tropas cruzaran de forma segura el río Dniéper se estudiará en las academias militares–, con un fortalecimiento de las líneas de defensa a lo largo de todas las líneas del frente, desde Crimea hasta Lugansk, y una campaña de bombardeos masivos y periódicos contra las infraestructuras críticas ucranianas para rendir a la población ucraniana.

A él se atribuye asimismo la decisión de externalizar en los mercenarios de Wagner la ofensiva contra Soledar y Bajmut. Una decisión que algunos vinculan con su experiencia en la guerra en Siria, a través de la creación de «killing zones», ofensivas en las que se mandan en oleadas a cientos de soldados «prescindibles», en este caso presos liberados a cambio de su reclutamiento como mercenarios, lo que obliga al Ejército enemigo a concentrar sus mejores tropas. En el caso de Ucrania, la 46ª Brigada Aerotransportada, decisiva en la batalla por Jerson.

Conviene no olvidar, además, la superioridad numérica del Ejército ruso, que tiene a 100.000 movilizados aún sin entrar en combate y que, según rumores, prepara para primavera una nueva movilización masiva. Frente a ello, cada soldado que pierde Ucrania es poco menos que insustituible.

Conviene no olvidar la superioridad numérica del Ejército ruso, que tiene a 100.000 movilizados aún sin entrar en combate

A la avanzadilla de mercenarios reclutados recientemente en las prisiones rusas –hay quien los compara con los batallones de «refuzniks», que por negarse a ser enrolados eran utilizados como carne de cañón por el Ejército Rojo a las órdenes de Stalin–, les sustituye la flor y nata de los wagneritas, bien entrenados, con mucha experiencia en combate, en Siria y en África, y menos condicionados por el anquilosamiento jerárquico-burocrático del Ejército regular ruso.

Pero, más allá de disputas internas, el mayor valor estratégico de la ofensiva rusa sobre Soledar y Bajmut ha consistido y consiste en parar la guerra  y forzar a Ucrania a desviar a este frente tropas preparadas para lanzar una ofensiva desde Jerson o Zaporiya para lanzarse al asalto de Meritopol, e incluso de Mariupol, en el Mar de Azov, para cortar el puente terrestre que conecta Crimea con el Donbass. En definitiva, congelar el conflicto en una suerte de guerra de posiciones, como la famosa batalla de Verdún en 1916 en la Gran Guerra. 

En paralelo, Moscú logra que el Ejército ucraniano no se pueda centrar en romper su línea de defensa en torno a Kremina, en Lugansk, lo que podría suponer un golpe decisivo al objetivo ruso de tomar el control de todo el Donbass.

Batalla diplomático-militar

Y así llegamos a la principal batalla diplomático-militar de esta guerra. La batalla de Soledar ha evidenciado que Ucrania necesita armamento pesado que le permita contrarrestar la superioridad rusa en artillería y potencia de fuego y, sobre todo, retomar la ofensiva donde la dejaron. De ahí la presión a Occidente, y entre los aliados de la OTAN, para entregar a Ucrania tanques de última generación.

Hasta ahora, Occidente había comprometido blindados ligeros (EEUU, 50 Bradley; Alemania, 40 Marder; y el Estado francés un número indeterminado de AMX-10 RC). Suecia enviará carros de combate ‘CV90’ y sistemas de artillería Archer. Gran Bretaña ha prometido 14 tanques Challenger 2 y 30 unidades de artillería autopropulsada AS90.

A ellos hay que sumar los 230 viejos tanques T-72 de fabricación soviética entregados por Polonia y la República Checa a Ucrania.

Pero Kiev quiere los Leopard-2 alemanes y los Abrams estadounidenses, y ambos países se muestran reticentes a dar ese paso en la escalada del conflicto. La solución pasaría porque Berlín diera el permiso a Polonia y a Finlandia para entregar parte de sus tanques Leopard (solo Polonia cuenta con 240 unidades).

Kiev quiere los Leopard-2 alemanes y los Abrams estadounidenses, y ambos países se muestran reticentes a dar ese paso

Mientras tanto, y habida cuenta que a las dudas occidentales para aumentar su suministro de arsenal se suma un plazo de meses para su entrega y el adiestramiento de un ejército hasta hace poco solo familiarizado con el armamento ruso-soviético, Rusia podría acelerar los planes para intentar conquistar toda la cuenca hullera que constituye el Donbass.

No obstante, tiene enfrente, en Bajmut (73.000 habitantes antes de la guerra), un importante dispositivo de defensa ucraniano, levantado durante meses y con multitud de brigadas bien pertrechadas.

Y, en caso de que alcanzara y superara ese enclave, se encontraría con nuevas líneas defensivas antes de alcanzar Sloviansk y Kramatorsk, las dos ciudades de más de 100.000 habitantes de Donetsk, y cuya captura daría a Rusia el control total del Donbass. Junto con Crimea el primer, aunque no único objetivo de una campaña militar que en poco más de un mes cumple un año.