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Zumeta y Usurbil, 50 años de un mural emblemático

Cumplidos sus primeros 50 años, el emblemático mural que Jose Luis Zumeta realizó para Usurbil está siendo objeto de cuidado y homenaje. Este 12 de febrero, la localidad guipuzcoana acogerá un acto en el que se rememorará la relación que el artista siempre mantuvo con su localidad natal.

Imagen del mural ubicado en Usurbil que cumple ahora medio siglo. (Gorka RUBIO | FOKU)

Aunque es bonito imaginarlo, esa gran pared de Usurbil no habla. Ni siquiera cuando una vez le fue ocultada su gris apariencia de cemento y cobró un nuevo significado en cuanto Zumeta le aportó formas y colores. A orillas de las aceras, entre caudales de vehículos y caminantes, la silente y gigantesca lamia esmaltada seduce con su sola presencia a quien la observa y delega en el paseante la capacidad de ser interpretada.

Por ese motivo, a veces, escuchamos una voz o una canción en nuestro interior que tiende a dar sentido a algo que, en realidad, no requiere de interpretación alguna y sí mucho de complicidad porque, a pesar de que en su naturaleza queda patente que le gusta ser observada, requiere de la atención que se precisa para compartir su enigmática esencia. Aquí radica su maldición, vampiriza nuestro cada vez más preciado don del tiempo.

Se sabe que las paredes son envidiosas y la de Usurbil no lo fue menos. Consciente de que su otra cara tuvo fijado su destino para disfrute de pelotaris y de quienes siguen su juego, aguardó con paciencia a que alguien le otorgara su propio sentido, más allá de asumir su rol de esquina que todo perro requiere para marcar su territorio.

Finalmente, dejó de ser la cara oculta de la luna en un tiempo de dictadura monocorde, en cuanto aterrizó en ella un astronauta que sabía guiarse entre espacios tan insondables como ella y no solo consiguió que su gigantesca evidencia adquiriera un rumbo alejado de la grisura del cemento, sino que amplificó su efecto. Ya no era una simple y oculta cara lunar de 19x6 metros, ahora era una galaxia de sensaciones, colores y formas. Renació para ser parte de una comunidad, su seductora fuente de imaginación. No obstante, el propio paso del tiempo legó su huella entre las grietas de sus cráteres de colores, su luz atenuaba y ya no contaba con la ayuda y complicidad de aquel astronauta que la creó y que tal vez viajó a otras lunas que requerían de su paleta de colores. Cincuenta años después, nuestra lamia requería de un nuevo peine de oro.

Usurbil y su mural

Surcado por andamios, el mural de Zumeta será testigo este 12 de febrero de una nueva muestra de cariño por parte de quienes lo han hecho suyo. Un detalle impulsado por el ayuntamiento de Usurbil y Zumeta Arte Estudioa, y respaldado desde la Diputación de Gipuzkoa, que tiene como objetivo recordarnos su propio valor y su papel fundamental en la memoria colectiva de un pueblo. Tal y como reveló a GARA la alcaldesa de dicha localidad, Agurtzane Solaberrieta, «el mural de Zumeta es parte intrínseca de Usurbil. Es imposible desasociarlo porque forma parte de nuestro paisaje y es un elemento muy relevante de nuestra propia dinámica, tanto la cotidiana y como la relativa a nuestra memoria». Sobre ello, añadió que «no hay que olvidar que el mural de Zumeta nació en un paisaje político marcado por la dictadura y por ese motivo, esta iniciativa también tiene como objetivo recordar y valorar el esfuerzo realizado en aquella época por el consistorio de Usurbil a la hora de apostar por un mural de estas características».

Otra cuestión relevante es que este aniversario también servirá para hacer especial hincapié en la apuesta por parte de Usurbil de abogar por un tipo de turismo alejado de los cánones habituales y en el que se ponen de manifiesto cuestiones como la justicia social, el respeto a la naturaleza, la cultura y la identidad. Elementos que, en opinión de la alcaldesa de Usurbil «refuerzan nuestro compromiso con la idea de que es posible un mundo mejor. Los actos y el propio mural están integrados en ‘650 Usurbil Bizi’, un proyecto guiado por el bertsolari Jon Maia y en el que se pone de manifiesto el gran valor cultural y humano de nuestro pueblo».

Jose Luis Zumeta mientras trabajaba en el mural. (Antton ELIZEGI | SAN TELMO MUSEOA)

En lo concerniente a los actos que tendrán lugar este 12 de febrero, Solabarrieta nos avanzó que «estos tendrán lugar ante el propio mural que ahora mismo está cubierto debido a la labor de restauración que está realizando la empresa especializada Ártyco. Su responsable, Azucena Prior, estará presente al igual que Usoa Zumeta, Jon Maia, la diputada de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Mari Jose Telleria, y el músico Mikel Telleria, que ha realizado un disco inspirado en el imaginario creativo de Zumeta».

La alcaldesa añadió que el recuerdo de Zumeta y su legado no se limitará a este acto: «también tendrán lugar dos exposiciones relacionadas con Zumeta. Por un lado, y gracias al gran trabajo que ha realizado Usoa Zumeta, podremos visionar imágenes y bocetos originales relativos al desarrollo y plasmación del mural y otra que nos recordará la fuerte vinculación entre Zumeta y Usurbil. A estas se sumarán obras en las que otros artistas aportan su visión del mural. Todo ello irá cobrando forma a medida que se acerque el mes de abril y coincidiendo con el tercer aniversario de su fallecimiento».

Un gran reto

Otra cuestión relevante es la historia y leyenda que rodea al mural creado por José Luis Zumeta. Referente de la pintura vasca y responsable, entre otras cuestiones, dar color al imaginario musical de otro genio como fue Mikel Laboa, a quien está dedicada la plaza en la que se ubica el mural. Zumeta afrontó hace cincuenta años un reto de dimensiones tan considerables como la gigantesca obra que legaría a su localidad natal.

Licenciada en Bellas Artes, Usoa Zumeta ha dedicado sus dos últimas décadas a la estampación y edición de obra gráfica. La artista e hija del pintor reveló a GARA que «mi padre siempre tuvo muy claro lo que quería hacer. Supuso un gran reto porque se trataba de su primera experiencia con la cerámica y el esmalte y para llevarlo a cabo tuvo presente como guía un cuadro suyo. Esto es curioso porque el mural mide 145 metros cuadrados, un gran espacio, y el cuadro en el que se basó no es precisamente de los más grandes, el óleo mide 65 x100 centímetros». A ello añadió diferentes bocetos que podrán ser vistos en la exposición que se realizará en torno al proceso que conllevó su realización.

En su plasmación, parece que Zumeta tuvo ciertas reservas en torno a la rigidez que transmitían las figuras. Sobre ello, la responsable de Zumeta Arte Estudioa explicó que «si que es verdad que le preocupaba un tanto la rigidez de los elementos y pensó que el propio material le aportaría el movimiento esperado. Al final, la cerámica no hizo el trabajo esperado pero mi padre se quedó muy a gusto con el resultado final».

De izquierda a derecha, el mural entabla un diálogo entre las tonalidades claras y las oscuras. Un diálogo en el que se entremezclan hasta diluir su frontera. Sobre ello, Usoa Zumeta explicó que «a mi padre le funcionaron bien los rojos, amarillos y blancos y sí que es verdad que hay una especie de interconexión con los tonos ocres y más oscuros. Para llevar a cabo este ‘diálogo’ se sirvió de pinceles y pistola para oscurecer los tonos».

El paso del tiempo

Sobre el mural, José Luis Merino apuntó lo siguiente en su monografía para ‘Zumeta retrospectiva, Atzera begira’: «percibimos en ese mural otra de las vertebraciones en el arte de Zumeta: la unión de los opuestos como esencialidad». Una búsqueda que tuvo una de sus etapas iniciales más fulgurantes en el año 1965, cuando participó en la fundación del grupo ‘Gaur’ junto a Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu, Néstor Basterretxea, Rafael Balerdi, Amable Arias y José Antonio Sistiaga. Todo ello, y su larga trayectoria por la abstracción, la figuración abstracta y el expresionismo de carácter socio-político, también asoman en nuestro mural, el cual aporta también su testimonio. Una mirada detenida a su conjunto nos revela los huecos legados por piezas que nunca llegaron a su destino.

Sobre la leyenda que rodeó a estas piezas fantasma, Usoa Zumeta incide en el enigma: «alguna vez le escuché a mi padre que las piezas que faltan nunca salieron del horno, el cual se incendió. También se ha dicho que las piezas se rompieron durante su traslado. El hueco más claro es el que está en la parte inferior, donde debía ir una placa con los nombres de los concejales que dieron el visto bueno a la puesta en marcha de la obra, pero esta nunca llegó a ser colocada. De todas formas, mi padre nunca pensó en recuperar aquellas piezas. Cuando caminaba junto al mural, decía que se había quedado muy conforme con el resultado. Afirmaba que el paso del tiempo le había sentado muy bien».

Otra cuestión que inevitablemente asoma en relación al mural es el motivo por el que nunca prolongó su ruta creativa con la cerámica. Según Usoa Zumeta, «cuando asumió el reto del mural, mi padre quería seguir experimentando con la cerámica. Es verdad que realizó dos murales más, uno para Pasaia y el otro para el edificio central de Kutxa, pero ambos son de tamaños mucho menores que el de Usurbil. La cuestión por la que no siguió con la cerámica se debió a que recibió un encargo por parte de un directivo del Grupo Mondragón. Mi padre compró un terreno para un estudio en el cual poder crear estas piezas pero, finalmente, aquel hombre fue despedido y el proyecto nunca se materializó. Fue un trato de palabra, no hubo ningún tipo de acuerdo por escrito. Vista la situación y el gran desembolso que requirió la compra de aquellos terrenos, mi padre tuvo que venderlos y regresó a la pintura».

Mientras tanto, el mural aguarda paciente detrás de un andamiaje que oculta parcialmente su fisonomía. Un proceso que, en palabras de Usoa Zumeta «se prolongará hasta el mes de marzo. En realidad no se trata de una restauración al uso, por que no se van a incluir nuevas placas de cerámica, ni tampoco se va a volver a pintar sobre ellas. La empresa que está realizando este trabajo se está encargando de limpiar minuciosamente las placas. El esmalte es un material muy duro pero ya han pasado 50 años y es una obra que ha estado todo este tiempo a la intemperie y por ello se va a proceder a evitar que su erosión vaya a más. Incluso con los andamios, es posible ir viendo las zonas en las que se está aplicando este proceso de lavado».

Finalmente, la hija del artista usurbildarra nos recuerda que el mural forma parte de un entorno, la Mikel Laboa Plaza. En este sentido, explica que «estos días he tenido una experiencia muy curiosa. Mi padre no era arquitecto y el entorno que rodea el mural también fue diseñado por él. Antes no era una zona peatonal y ahora sí, lo cual aporta una perspectivas diferente. La misma que he tenido ocasión de contemplar desde lo alto del andamio. Desde este punto se comprueba que la plaza es una extensión de formas y espacios del propio mural».