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Lois Patiño, Angela Schanelec y el cine como fábula, en Berlín

‘Le grand chariot’, ‘Music’ y ‘Samsara’ corroboran la buena salud de la Berlinale. Tres fábulas, dos humanas y una holística, para creer de nuevo en el cine.

Louis Garrel y sus hijas Esther y Léna, en el festival. (Stefane LOOS | AFP)

Disfrutábamos ayer viendo a Willem Dafoe como un ladrón de arte que queda atrapado por un tramposo mecanismo de seguridad, que lo encierra en el apartamento que trataba de saquear mientras alterna el termostato entre el modo congelador y tostadora. El relato de este Robinson Crusoe posmoderno tiene por nombre ‘Inside’ y viene dirigido por el documentalista Vasilis Katsoupis.

En otras salas se vio ‘Seneca’, la más personal de Robert Schwentke –un cineasta de encargos, responsable de las dos últimas entregas de ‘Divergente’–, con John Malkovich como el filósofo y tutor del déspota Nerón. La trama actualiza la relación entre ambos, llevándola al absurdo e hilándola solo con la presencia de un coro de personajes trillados –ahí están Geraldine Chaplin, Julian Sands o Mary-Louise Parker–.

La propuesta, como la gran mayoría de títulos programados en el cajón de sastre de Berlinale Special, ha tenido una acogida mediocre tirando a mala.

La Osa Mayor de la familia Garrel

‘La Osa Mayor’ del título internacional de la nueva película de Philippe Garrel apela a una constelación que reconocemos al instante, de entre todas las del firmamento. Quizás porque siempre estuvo allí, la Osa Mayor nos devuelve a casa.

Con ella, Garrel acoge una oda inapelable a la familia y, en particular, a su familia: el cineasta reúne por primera vez a sus tres hijos –toda la primera línea del drama romántico francés, Louis, Esther y Léna–, que interpretan a una troupe de marionetistas al borde del ocaso.

La narración acompaña las complicidades de un grupo diurno, bien avenido y de izquierdas, hasta que Philippe Garrel lo ponga patas arriba con aquel habitual brío suyo, que trastoca el mundo pero apenas nos deja ver las puntas de los procesos dramáticos que mueven sus personajes. Al final, accederemos solo a las instantáneas emocionales de un álbum infinitamente más largo.

Elipsis aparte, el film nos interroga: ¿puede sostenerse la fraternidad ante el peso de la muerte, de la demencia y de la precariedad? Por suerte, la Osa Mayor no es tan fácil de olvidar.

Angela Schanelec divide (y vence)

Tras alzarse con el Oso a la Mejor Dirección en 2019 por ‘Estaba en casa, pero…’, Angela Schanelec regresa a la Competición con ‘Music’, otra película para estómagos valientes. En Grecia, un joven héroe (Aliocha Schneider) comete una falta inicial que lo lleva a la prisión, donde conocerá a una Ariadna (Agathe Bonitzer) que lo devuelve a la normalidad sin saber que su destino está cantado.

Schanelec no renuncia a la opulencia de la tragedia clásica, pero sí atempera los grandes estallidos dramáticos, concentrando sus gestos en la exactitud de cada movimiento y corte. Sus imágenes amasan el lenguaje del cine moderno, capitaneadas por el paisaje y la ausencia. Poco celebraremos su negación absoluta del fuera de plano o, lo que es lo mismo, su fe total en lo que enseña y en lo que no.

Schanelec es generosa: a pesar de la oscuridad y el trauma, omnipresentes, se atreverá a cuestionar la rotundidad atemporal de la tragedia. Quizás hoy el drama deba acercarse más a Kelly Reichardt que a Paolo Pasolini.

‘Samsara’ y el cine (budista) de atracciones

El nombre de Lois Patiño suena fuerte para el Premio de la Sección Encounters, donde ha presentado su última cinta. ‘Samsara’ sigue la línea espiritual y exótica que el gallego tomó con ‘El sembrador de estrellas’, presente en la Berlinale pasada. Hoy formula un díptico con, primero, una fotografía de la vida alrededor de una escuela de jóvenes monjes en Laos y, luego, una breve ficción ambientada en los cultivos de algas de Tanzania, con una niña y su cabrito. Como bisagra, una breve atracción de inmersión sonora de la que es mejor no desvelar nada.

De punta a punta del planeta, Patiño se muestra menos críptico que nunca sin dejar, por otro lado, de explotar las bondades del cine sensorial. Por clara influencia del cine experimental de Patrick Bokanowski, en ‘Samsara’ todo el paisaje, humano y natural, es textura.