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Alejandro «Pacha» Sánchez
Senador uruguayo por el Frente Amplio

«El legado de Pepe es hacer de la autenticidad un dogma y de la coherencia un principio»

Alejandro ‘Pachá’ Sánchez asumió el escaño que dejó en el Senado el expresidente José ‘Pepe’ Mujica en 2020. Una «mochila pesada» porque su «liderazgo es único». Ha prologado el libro coordinado por Xabier Oleaga ‘Confluir para transformar. Testimonios de encuentro desde la izquierda’.

El senador del Frente Amplio Alejandro «Pacha» Sánchez. (Gorka RUBIO | FOKU)

«Es muy difícil asumir la banca de Pepe Mujica. Su liderazgo es único e insustituible por su popularidad, conocimiento, capacidad y experiencia. Su legado es hacer de la autenticidad un dogma y de la coherencia un principio», subraya en entrevista a NAIZ el senador uruguayo Alejandro ‘Pachá’ Sánchez, quien asumió el escaño que Mujica dejó en el Senado.

El martes participó junto a Manuel Díaz de Rábago, Javier Madrazo, Gemma Zabaleta y Arnaldo Otegi en la presentación del libro coordinado por Xabier Oleaga ‘Confluir para transformar. Testimonios de encuentro desde la izquierda’, que él ha prologado.

Latinoamérica vive una nueva ola de gobiernos progresistas. ¿Cómo ve este giro?

Después de una década y media de transformaciones y de gobiernos progresistas que pusieron las políticas públicas al servicio de las mayorías nacionales, hubo un avance de gobiernos conservadores. Esa ola conservadora significó retirar a América Latina de algunos escenarios internacionales, por ejemplo, de los BRICS.

Los pueblos latinoamericanos sufrieron mucho ese impasse conservador: Brasil aumentó su pobreza, Bolivia está en el mapa del hambre y lo mismo nos está pasando en Uruguay.
Miramos este nuevo ciclo con mucha esperanza, aunque los desafíos son muy importantes. Tenemos que salir de la retórica y concretar espacios de integración reales para poder tener la posibilidad de negociar ante el mundo.

Una de las grandes tareas que tienen los gobiernos progresistas es construir esa patria grande que nos permita discutir y acordar las mejores condiciones para nuestros pueblos. Te doy un dato: América Latina tiene aproximadamente el 7% de la población mundial, pero pusimos el 30% de los muertos por covid porque no pudimos negociar juntos las vacunas ni otro montón de cosas que podrían proteger a nuestros pueblos.

¿Cómo debe situarse la izquierda en la era del algoritmo y del tic-toc? Rodolfo Hernández, el «Trump caribeño», estuvo a punto de hacerse con la Presidencia de Colombia.

La dictadura de los algoritmos debe llamar nuestra atención, es muy grande el poder que tienen de construir perfiles y mensajes segmentados. Lo hemos visto con Donald Trump en Estados Unidos y en otros procesos como el de Colombia.

Cómo pelear en ese terreno es una tarea que la izquierda debe abordar; lo peor que podemos decir es ‘aquí no queremos estar porque no queremos discutir los problemas de nuestros pueblos en 140 caracteres’. Esto implica un ejercicio de pensar la política en el siglo XXI: hay que participar de las redes con su lenguaje y con sus características, pero el cara a cara, el estar y analizar en profundidad los problemas debe seguir siendo el objetivo de la política. Si no, nos quedaríamos en el escenario de la superficialidad de los titulares y de quién pone el hashtag con más seguidores. 

A la izquierda latinoamericana le ha costado mucho entender esos fenómenos, porque además hay una asimetría en términos de recursos. El trabajo militante y estar cerca de nuestra gente es lo que te permite contrarrestar lo que sucede en esos espacios.

Habla de la importancia del trabajo militante. ¿Cómo se materializa en sociedades cada vez más individualistas?

En la última campaña electoral en Uruguay el debate giró en torno a la construcción de bienes públicos, el crecimiento económico, la distribución de la riqueza y el ingreso que habían propiciado los gobiernos del Frente Amplio en el país.

«La izquierda uruguaya no se juntó para ganar elecciones nada más. El Frente Amplio no es una coalición para presentarse a unas elecciones»

Cuando uno confrontaba con la gente, te decían ‘todo lo que yo tengo es por mi esfuerzo’. Creo que la respuesta acertada que la izquierda no encontró en ese momento fue decir que era verdad. El esfuerzo personal y los individuos importan. Ahora bien, tu esfuerzo vale más o menos si hay un marco de políticas públicas que lo acompañan. Los individuos somos frágiles. Necesitamos vivir en comunidad. Si a mí me da un infarto, puedo tener muchos compañeros pero necesito un médico y este me lo da la sociedad. Ahí hay una pelea de valores y valorización de lo público. Lo público es la oportunidad que tenemos todos de equilibrar de alguna manera las distancia.

¿Qué supone para usted ocupar el escaño que dejó José Mujica? ¿Qué legado deja?

Es muy difícil asumir la banca de Pepe Mujica. Su liderazgo es único e insustituible por su popularidad, conocimiento, capacidad y experiencia. Su legado es hacer de la autenticidad un dogma y de la coherencia un principio. Es un ser muy auténtico, que vive como piensa. Pertenece a una generación que puso su vida y su pellejo al servicio de las ideas, que se equivocó muchas veces y tuvo la capacidad de darse cuenta de sus errores y cambiar. Pepe pertenece a esa generación de la coherencia, del compromiso y de tener la capacidad de ser libre a la hora de pensar lo nuevo.

Hoy se habla mucho de renovación. Yo escucho sus reflexiones a sus 87 años y son mucho más renovadoras y removedoras que lo que decimos algunos de 40 o 20. Asumir la tarea de ser el suplente de Mujica implica una mochila muy pesada que la estamos intentando llevar adelante colectivamente. Es imposible que una persona pueda asumir toda la referencia de Mujica.

En el Espacio 609 del MPP–Frente Amplio (FA) venimos trabajando hace tiempo en la construcción de nuevos liderazgos colectivos. La renovación es más que el cambio generacional, es también colocar los mismos principios y valores con nuevas ideas ajustadas al siglo en el que vivimos.  

¿Cómo ve ese relevo generacional en Uruguay?

Hay varias formas de generar relevo generacional. Se puede dar por luto, porque mueren los referentes y no queda más remedio que asuman las nuevas generaciones. O se puede generar un proceso de recambio generacional de los cuadros, de los militantes, de los temas, de las propuestas. Pero no hay decreto que diga que ahora el alfil es este. En política lo más importante es la confianza de la gente.

El Frente Amplio es ejemplo de unidad sostenida en el tiempo. ¿Cómo se dirimen las diferencias internas?

Gracias a la mirada generosa y amplia que tuvieron compañeros y compañeras que en una década complicada y convulsa se animaron a soñar una herramienta política de unidad. Hoy la unidad de la izquierda en Uruguay cumple 52 años. Hay dos componentes esenciales que explican esa unidad. El primero, la confluencia. Somos de izquierda porque queremos cambiar el mundo y porque nos rechinan las desigualdades y las injusticias.

En el Frente Amplio hay quienes luchamos por el socialismo y quienes no. Pero estamos de acuerdo en que hay que construir igualdad y defender la soberanía y la democracia. Si no confluimos, no cambiamos la realidad.

«Lo público es la oportunidad que tenemos todos de equilibrar de alguna manera las distancias»

La Revolución no está a la vuelta de la esquina, no es un momento. El camino para mejorar las condiciones de vida de nuestra gente es un camino a largo plazo en el que vas avanzando peldaño a peldaño. La izquierda uruguaya no se juntó para ganar elecciones nada más, lo que busca es cambiar la realidad y hacer política de manera permanente. Generamos una cultura de trabajo en conjunto y de cultivar la unidad y la fraternidad. Eso le da una característica diferente al Frente Amplio.

Otra clave es la lealtad de las minorías y el no avasallamiento de las mayorías. Esa relación entre el que pierde y el no avasallamiento del que gana es parte de la amalgama que mantiene unida la izquierda. Y el convencimiento de que todos tenemos que hacer un esfuerzo para que sea una izquierda sin exclusión. Cuando las izquierdas se juntan y no se fraccionan es posible tener más fuerza para luchar.

En esos parámetros se sitúa la Fundación Siembra, a cuya presentación acudió Mujica.

La lucha política no puede limitarse a la construcción de políticas públicas, también tenemos batallas que tienen que ver con valores en la sociedad. Para eso hay que generar espacios horizontales, abiertos y, sobre todo, honestos, sin que estén constreñidos al logro de acuerdos.

Hay que pensar los problemas del uruguayo de a pie y del mundo con una perspectiva abierta, dispuesto a escuchar distintas opiniones y a incorporar conocimiento. En Siembra queremos construir laboratorios de pensamiento.

Tenemos que sentarnos a pensar en lo nuevo. ¿Qué va a pasar con la inteligencia artificial? ¿Cómo vamos a gestionar el cambio tecnológico? ¿Cuál va a ser el mundo del trabajo del futuro? ¿Cuáles son los desafíos de las agendas de igualdad? ¿Cómo va a ser la economía digital? Siembra es una invitación a soñar con los pies en la tierra.

Miremos ahora al pasado. ¿Cómo afronta Uruguay las heridas de la dictadura?

El ejercicio de la memoria es una tarea permanente. Uno tiene que ser consciente de dónde viene y que muchos de los derechos que hoy tenemos son hijos de las luchas y sacrificios de generaciones anteriores. El pasado reciente del país nos sigue doliendo porque seguimos luchando para saber dónde están nuestros compañeros y los hijos robados.

Una de las manifestaciones populares más importantes del país es la Marcha del Silencio el 20 de mayo. Eso habla de que las nuevas generaciones tienen muy presente este deber histórico de conocer la verdad y de que se haga justicia. Lamentablemente, se ha avanzado poco, porque quienes tienen información no han hablado y mantienen su pacto de silencio. En los 15 años del Frente Amplio logramos entrar y excavar en los cuarteles.