Del ANV-PNV a Moscú y México, la epopeya de «los gudaris del balón»
La épica historia de la selección de Euzkadi de fútbol entre 1937 y 1939 ha sido reconstruida por Joseba Gotzon Varela en ‘Los gudaris del balón’ (Txalaparta), con profusión de anécdotas y una triste conclusión: nunca fueron reconocidos como tales.
En plena guerra del 36, su selección de fútbol masculina trazó un periplo por Europa y América en misión propagandística oficial. La historia revive ahora con nuevos datos y anécdotas en ‘Los gudaris del balón’, publicado por Txalaparta, y como resumen el autor, Joseba Gotzon Varela, traslada una reflexión: «A pesar de haber sacrificado aquellos dos largos años de su vida con penurias, lesiones, enfermedades... jamás exigieron nada a cambio, se conformaron con lo que había. Ellos se embarcaron en el proyecto Euzkadi desinteresadamente al servicio de su gobierno y sin embargo nunca fueron reconocidos como gudaris».
La historia tiene mucho de sorprendente y una gran carga épica, pero también destila tristeza y sufrimiento. Y es que los triunfos deportivos se solapaban con las derrotas bélicas (a menudo condensado en un mismo día), las alegrías en los campos lejanos se disolvían en el reguero de muerte en Euskal Herria, el orgullo de país se cruzaba con la decepción por el sometimiento franquista.
Estos son algunos de los episodios recogidos en el trabajo de Varela:
ANV-PNV EN SAN MAMÉS
El germen de aquella idea fueron tres partidos de fútbol entre equipos de ANV y Euzko Gudarostiak (PNV), los dos sectores abertzales unidos en el campo de batalla, así como otro entre selecciones de Gipuzkoa y Bizkaia. Se jugaron en San Mamés y al primero, celebrado el 7 de febrero de 1937, acudieron 22.000 espectadores, incluido el lehendakari José Antonio Agirre.
Cuenta Varela que el reto lo lanzó ANV y que la asistencia «desbordó las previsiones más optimistas». El primer envite lo ganaron los abertzales de izquierdas por 7-5, el segundo lo vencieron los jelkides por 3-0 y en el tercero los dos equipos jugaron mezclados «demostrando que el objetivo benéfico estaba muy por encima de la rivalidad deportiva».
GERNIKA DESDE PARÍS
Ahí se organizó la expedición con los mejores jugadores del país disponibles, y el objetivo expreso de difundir la causa vasca. Pero el inicio ya fue revelador: resulta terrible el dato de que el primer partido, en París ante el Racing, se jugara el lunes 26 de abril de 1937, al mismo tiempo que los aviones de la Legión Cóndor bombardeaban Gernika.
«El Euzkadi ganó por 0-3, con goles marcados por Langara, (...) pero aquella noticia bajó la moral de los jugadores. Muchos de ellos quisieron regresar, pero eso hubiera significado una muerte segura –remarca el autor–. Manuel de la Sota y el capitán, Luis Regueiro, tuvieron que levantar el ánimo del equipo».
PRIMERAS TRABAS, EN HOLANDA
Países como Rusia y en partido México acogieron con los brazos abiertos a la selección vasca, pero en otros como Argentina u Holanda hubo problemas graves y cancelaciones. En Polonia se percibiría cierta hostilidad de la población local.
La primera suspensión se produjo en los Países Bajos, donde se preveía jugar contra el Rotterdam pero la Federación holandesa lo prohibió argumentando que aquel equipo no estaba inscrito en la FIFA. «La suspensión no era de extrañar, ya que, tras el estallido de la Guerra Civil, la diplomacia holandesa en Madrid quedó en manos del agente alemán Schlösser, del 111 Reich de la Alemania nazi», evoca ‘Los gudaris del balón’.
100.000 ESPECTADORES EN MOSCÚ
El paso de los vascos por la URSS fue arrollador, en lo deportivo y en lo emocional. El debut en Rusia se produjo el 24 de junio de 1937 ante el Lokomotiv de Moscú, reuniendo a 100.000 espectadores, mucho más allá del aforo regular de 85.000. Se pusieron a la venta 200.000 boletos para dos partidos consecutivos y se agotaron en un solo día.
El rendimiento del equipo vasco, aún muy motivado en ese comienzo, fue espectacular. El futbolista ruso Starostin calificaba en ‘Pravda’ el sistema de los vascos como «progresista», con solo tres defensas frente a los cinco que se estilaban allí en la época.
La gira continuó por Ucrania, Georgia o Bielorrusia antes de que el equipo regresara a Moscú, donde no dejaba de ser agasajado. En paralelo, a la URSS iban llegando los «niños de la guerra» vascos, algunos de los cuales harían carrera en el fútbol soviético, como Ruperto Sagasti, nacido en Bilbo en 1923 y máximo goleador liguero en la temporada 1947-48.
DE EUROPA A AMÉRICA SIN DUDAR
A la URSS le siguieron partidos en Noruega y Dinamarca. Pero la guerra se alargaba y con ello iba apareciendo la incertidumbre y las dudas sobre la viabilidad de la expedición, que registraba ya algunas bajas, pocas. De vuelta a París, se decidió reunir a los jugadores y «comentarles que un primo de René Petit, exjugador del Real Madrid y del Real Unión, estaba allí para llevar a casa a quien quisiera regresar.
Sin embargo, tras comentarlo entre los propios miembros de la selección, nadie más quiso volver y todos optaron por ser fieles a su compromiso con la causa vasca», subraya Varela. Por cierto, el primo del enviado, René Petit, «era considerado una persona afín políticamente a los sublevados e hizo de intermediario con el Gobierno de Franco ofertándoles el indulto si dejaban la gira y regresaban a la zona sublevada».
Próxima estación, México.
EN LA LIGA MEXICANA
México fue estación principal en el periplo de estos futbolistas, puesto que permanecieron allí en dos etapas (desde noviembre de 1937 y desde octubre de 1938 hasta el final), con algún paréntesis a otros destinos como Cuba o Chile. El país ya era destino de acogida para muchos exiliados de guerra.
Tras decenas de partidos de exhibición y algún torneo, el arraigo del equipo vasco fue tal que acabó compitiendo en la Liga Mayor mexicana con el nombre de Club Deportivo Euzkadi... y estuvo a punto de ganarla. Una derrota en la última jornada –con el equipo ya diezmado por lesiones, enfermedades y el peso creciente del exilio y las noticias que llegaban de Euskal Herria– lo frustró.
Isidro Langara, su estrella, «uno de los mejores delanteros que ha visto el fútbol mundial», salió de allí para jugar con el San Lorenzo de Almagro. Las crónicas lo contaron así: «Lloraba como un chiquillo, amarga y desconsoladamente, cuando se preparaba para subir al avión en el que iba para Buenos Aires. En el aeródromo estaban sus compañeros de equipo, multitud de amigos, muchos aficionados admiradores...». Langara tendría un debut legendario en Argentina, marcando cuatro goles al River Plate.
EL FINAL Y EL OLVIDO
El último partido de la selección de Euzkadi se jugaría en el Parque Necaxa de México el 18 de junio de 1939, contra un equipo paraguayo. Para entonces la guerra había acabado y Euskal Herria quedaba bajo dominio franquista. El equipo «había cumplido con el mandato para el que fue creado por el Gobierno Vasco y este deberían decidir su futuro», constata Varela. A saber, la difusión de la causa vasca, desarrollada con más éxito en unos países que en otros, por la vía deportiva, traducida en 80 partidos disputados, de ellos 53 concluidos con victoria.
Sobra decir que los futbolistas no pudieron regresar en muchos casos. Continuaron sus vidas, y sus carreras deportivas, en Argentina, Uruguay o México. «Y siguieron siendo inseparables, los mejores amigos. Nada se interponía para verse siempre que podían. Durante muchos años, con un ritual, cada 6 de enero, se reunían a comer en la sociedad gastronómica Gaztelupe de México».
Aquel legado quedó en gran parte en el olvido, pero visto desde el prisma actual es una auténtica epopeya político-deportiva. El libro subraya que «desde que en 1915 se creara la primera selección vasca, la etapa de 1937 a 1939 constituye la parte más importante a nivel histórico y deportivo».