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Erdogan se enfrenta a su peor pesadilla: la voz de la calle

Mientras las encuestas dan una ligera ventaja a la oposición, liderada por el kemalista Kemal Kilicdaroglu (CHP), el presidente turco, Recep Tayip Erdogan, se enfrenta hoy a unas elecciones con sabor a plebiscito. Busca revalidar la presidencia pero afronta, como una pesadilla,  la ira de la calle.

Miles de personas en un acto de la oposición. (Adem ALTAN | AFP)

En la parte asiática de la ciudad de Estambul, el mayoritariamente opositor barrio de Kadikoy se alza con vistas hacia la renombrada mezquita de Santa Sofía, integrada en el barrio de Fatih. Allí fue donde Erdogan se dio un baño de masas y popularidad en 2020 –cita a la que acudieron más de 100.000personas– mientras la pandemia azotaba el mundo entero.

Ese mismo barrio, cuna de las joyas arquitectónicas otomanas y bizantinas, cuenta con un perfil de votante bastante favorable al actual presidente y estos días de campaña es un hervidero continuo de debates políticos y sobre las buenas prácticas del gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan.

Pero al otro lado del Bósforo, todo lo contrario: Kadikoy no esconde su animadversión hacia el actual presidente. Dan fe de ello los stands de los principales partidos opositores instalados en el muelle de Kadikoy, donde decenas de voluntarios reparten panfletos y, de vez en cuando, lanzan en voz alta algún eslogan anti gobierno. Lo que podía parecer imposible, que la oposición grite en contra de Erdogan libremente estos días, ha ocurrido y lo hace –anecdóticamente– ante la presencia de una figura vestida con chaqueta formal y una cabeza de cebolla: 30 liras (1,5 euros), se lee en la etiqueta del precio.

Es justamente la crisis económica lo que puede empujar a millones de votantes a decantarse por el líder opositor, Kemal Kiliçdaroglu. Porque el centro del debate electoral, por mucho que el AKP quiera desviar la atención hacia las infraestructuras construidas en los últimos años, es meramente económico. Y parece que las encuestas lo reflejan, aunque solamente lo hagan a nivel presidencial.

Una de las últimas revela que Kılıçdaroglu obtendría el 49,3% de los votos, mientras que Erdogan tendría el apoyo del 43,75%. Pero no son los únicos candidatos. Hasta el jueves había dos más, el candidato que perdió las elecciones contra el mismo Erdogan en 2018, Muharrem Ince, y Sinan Ogan. Ambos se disputan un voto joven, de protesta y, a la vista de los hechos, panturco. Pero parece que han venido mal dadas para Ince, quien se ha desmoronado en las últimas encuestas y ha decidió retirarse de la batalla presidencial antes de tiempo. Ahora, con tres candidatos a la presidencia, sigue siendo posible una segunda vuelta, pero también hay encuestas que revelan como ganador al opositor Kiliçdaroglu por un pequeño margen en la primera votación.

En cuanto al parlamento, la historia es otra. Agrupados en tres bloques, los partidos se han dividido o juntado a su conveniencia. Por una parte, el bloque de Erdogan –bautizado como Alianza Popular– que también cuenta con el partido panturco MHP, obtendría el 44% de los votos, insuficiente para formar mayoría. En cuanto a la opositora Alianza del Pueblo, donde hay seis partidos –entre los que está el Partido Republicano del Pueblo CHP y el también panturco IYI Parti– que han decidido ir a una en los comicios, no superaría el 40%. La izquierdista Alianza Laboral y de la Libertad, formada por el Partido de la Izquierda Verde, donde está integrado el prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), y el Partido de los Trabajadores TİP, entre otras pequeñas formaciones, lograría el 12,3 %.

Una pesadilla

Es lo que asusta al actual presidente, la voz popular. Por ello, la respuesta gubernamental a las protestas en las calles y plazas viene siendo, en los últimos años, la represión policial sustentada por una legalidad autocrática.

Son millones las personas que han sufrido los estragos de una nefasta política económica y que acudirán en masa a los colegios electorales para hacérselo saber. Fueron miles las vidas que se perdieron en el terremoto de febrero y que ya no podrán votar. Pero sus padres, madres, hijos, hermanos y amigos sí podrán decirle al gobierno que las construcciones eran deficitarias, que el clientelismo de décadas tiene un precio y que –aunque la mayoría de los que lo perdieron todo no puedan votar por estar desplazados– la administración desapareció cuando más la necesitaban. Por eso, la oposición grita estos días «Vamos, Turquía», y cada papeleta puede ahondar la pesadilla para Erdogan.