Como en Irlanda, el reto pasa por romper las inercias y generar liderazgos positivos
La prensa hispana y sus altavoces locales se han ahorrado el buceo en las listas de Sinn Féin en sus parcas reseñas sobre las recientes elecciones locales en el norte de Irlanda. Una cita con las urnas que, por el resultado y el momento político, merecen una comparativa.
El triunfo incuestionable de Sinn Féin en los Seis Condados sitúa a los unionistas del DUP ante el cruel espejo de los límites de una propuesta política involutiva, que no conecta con las preocupaciones cotidianas.
Ello porque a ojos de la mayoría la salida de Gran Bretaña de la UE ha acelerado «un cambio sistémico en la sociedad», tal como señalaba la vicepresidenta de Sinn Féin, Michelle O'Neil, cuyas palabras destaca, desde este lado del Canal de La Mancha, el rotativo bretón ‘Le Télegrame’.
El DUP se opone a los acuerdos suscritos por Gran Bretaña con la UE para gestionar los efectos del Brexit en la cuestión comercial. Sin embargo, la percepción de que más «muga» con la República y menos fluidez en la relación con el continente son sinónimos de tensión y, sobre todo, de empobrecimiento, está tan extendida que tratar de borrarla con el credo negacionista se hace hoy inviable.
Tras conseguir más de la mitad de los electos municipales en juego en los comicios que tuvieron lugar el pasado 18 de mayo, la propia O'Neil destacaba, en declaraciones a la BBC británica, que esos resultados tienen un componente importante de reacción del electorado contra la «inercia» que ejemplifica el unionismo.
El declive del nacionalismo tradicional que encarnó durante décadas el SDLP merecería un capítulo propio que dejaremos al escrutinio de sus «aliados» en Euskal Herria. Primera lección que merece ser remarcada mirando desde el escenario electoral vasco. Cambiar las cosas implica sacudirse también las inercias propias, por más que cueste.
Tradición y renovación
Sinn Féin saludó la elección de cada candidato con su correspondiente mensaje en Twitter.
Leer esos mensajes ayuda, de una parte, a corroborar la renovación del proyecto republicano, que se traduce en la presencia de más jóvenes y de más mujeres –en este caso como concejales–, y, de otra, permite comprobar que el pasado no es excusa válida cuando el reto asumido mayoritariamente es construir un país más inclusivo y democrático.
No se trata de elaborar listas exhaustivas, porque ello carece de sentido en Irlanda, y, a todas luces, también en Euskal Herria, pero baste decir que entre los electos norirlandeses figuran antiguos militantes del Ejército Republicano Irlandés (IRA) como J.J. Magee, Paddy Kelly, Séanna Wals, Ian Milne... Por evidente, el nexo común del apego al proceso de paz de todos los aspirantes de Sinn Féin no da lugar a polémicas interesadas.
Ni el proceso electoral irlandés ni el que se decidirá en unos días en el sur de Euskal Herria van, por lo demás, de eso. El guion es otro en dos escenarios políticos en plena transformación.
El reto para las izquierdas es alentar la legítima voluntad de las personas de mejorar sus vidas e insuflar un aire que vaya barriendo, ya con una ráfaga inmediata ya con una prometedora brisa de futuro, las barreras reales o imaginarias que acogotan al país. Por aplicar la «receta O’Neil», se trata de concentrar las fuerzas en «liderazgos positivos que hagan funcionar la política».