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El cine envejece bien


Es lógico que el público de cine de toda la vida no se identifique con las películas que se hacen hoy en día, pero hay que tener en cuenta que, en contra de lo que se pudiera creer, la media actual de asistencia a las salas se ha rejuvenecido mucho de acuerdo con los gustos imperantes en la industria del audiovisual. Tal es así que la asistencia de jóvenes entre 20 y 24 años de edad es casi del cincuenta por cien, mientras la de la población por encima de los 25 baja a un triste seis por ciento.

Una de las razones que esgrime la gente mayor para no comprar una entrada de cine, la más poderosa sin duda, es la de que les sale muy caro. De ahora en adelante tendrán que buscarse otro pretexto, porque la administración se ha hecho eco de los programas europeos que subvencionan un día a la semana al precio de dos euros para las personas que ya hayan cumplido los 65 años, entre las cuales me encuentro.

Es normal que esté sensible con el tema, ya que no solamente ha de ser una cuestión de que las pensiones suban, sino que además el acceso a la cultura cuente con bonificaciones especiales para la otrora llamada tercera edad, ahora que se empieza a hablar de una cuarta. La verdadera riqueza de la vejez reside en poseer el gran tesoro que es el tiempo libre, para disfrutar del ocio y la cultura, a ser posible dentro de una gratuidad comparable a la de las bibliotecas, en espectáculos, conciertos y proyecciones.