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La lira turca aguanta la presión electoral

El Banco Central de Turquía ha gastado todas sus reservas en mantener estable el tipo de cambio de la lira turca, una situación que favorece las opciones de Erdogan de cara a la cita electoral de este domingo. Tras los resultados llegará la verdadera prueba de fuego para las finanzas turcas.

Un puesto de especias en el Bazar Egipcio de Estambul (Shady ALASSAR | EUPOPA PRESS)

Recep Tayyip Erdogan llega a la segunda y decisiva vuelta de las elecciones presidenciales con la reserva de divisas de Banco Central de Turquía a cero. Todo indica que el regulador turco ha gastado los 28.000 millones de dólares que tenía a principios de año en mantener la cotización de la divisa turca. Y de momento lo ha logrado.

Tumbar la cotización parece haber sido, además, la apuesta de Washington. Los analistas de JPMorgan habían pronosticado que para mediados de mayo la lira caería hasta 30 liras por dólar, si no se producía un cambio claro hacia una «política más ortodoxa». Sin embargo, ayer continuaba cotizando de manera bastante estable alrededor de las 20 liras por dólar, lo que da pie a pensar que la intervención continuada del banco central turco para mantener la cotización de la divisa ha funcionado.

Los problemas con el valor de la lira turca saltaron a mediados de 2018, cuando en apenas un mes perdió le 20% de su valor. Desde el punto de vista económico se apuntó que la crisis estuvo motivada por el creciente déficit por cuenta corriente del país, que alcanzaron los 33.100 millones de dólares en 2016 y los 47.300 millones en 2017, lo que en términos generales quiere decir que el país exportaba muchísimo menos de lo que importaba.

Una balanza de pagos deficitaria

Hasta aquel momento Ankara había compensado ese agujero financiero con una importante entrada de inversiones foráneas. De hecho, las acciones turcas en manos de extranjeros ascendían a 53.300 millones de dólares a principios de marzo de 2018, pero pronto empezaron a caer. A mediados de mayo se contabilizaban solamente 39.600 millones, una reducción superior al 25%.

Algo similar ocurrió con la deuda pública turca. Los inversores extranjeros habían estado comprando grandes cantidades (los no residentes poseían 32.000 millones a principios de marzo de 2018), sin embargo, pronto empezarían a desprenderse también de los bonos públicos. A mediados de mayo apenas mantenían 24.700 millones, casi un 25% menos. Esta huida de capitales hundió la lira en 2018 y desde entonces no ha hecho más que perder posiciones.

Algunos analistas justificaron la salida de los especuladores por razones de índole económica –la debilidad de la economía turca–, aunque no son nada desdeñables las razones de naturaleza política. No hay que olvidar que la creciente autonomía estratégica de Erdogan gusta cada vez menos a sus socios de la OTAN.

La ayuda de Oriente

El campo que abandonaron los socios occidentales de Ankara ha sido ocupado por otras potencias. El Banco Popular de China amplió un línea de canje de liras turcas por renminbi chino hasta los 400 millones de dólares. Además, algunas empresas chinas realizaron importantes inversiones en Turquía, la mayoría relacionadas con la Iniciativa Belt and Road (BRI), como la compra de del 48% de la tercera mayor terminal de contenedores del país, Kumport Terminal, por la que pagaron 940 millones de dólares.

No obstante, las infraestructuras no han sido las únicas inversiones. Alibaba, por ejemplo, compró la plataforma de comercio electrónico más grande de Turquía, Trendyol, con 2 millones de compradores activos y 25 millones de miembros por 750 millones de dólares.

Otro de los países que también ha apoyado financieramente a Turquía ha sido Rusia, que acaba de aplazar este mes de mayo el pago de una factura de gas natural de 600 millones de dólares hasta 2024, según ha informado Reuters. Según esas mismas fuentes, Rusia podría aplazar hasta 4.000 millones de dólares en pagos energéticos turcos hasta el próximo año.

Erdogan ha salvado el flanco económico de la cita electoral. Tras el domingo llegará la prueba de fuego para las finanzas turcas. A corto plazo, una fuerte temporada turística podría completar las reservas del banco central. Mientras tanto a Ankara le toca seguir confiando en la financiación que llega de China, Rusia y los países del Golfo.