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Las relaciones de poder atraviesan todos los vínculos económicos

A pesar de la experiencia acumulada, poco ha cambiado en el férreo control que el mundo académico ejerce sobre las ideas económicas. La causa estriba en que reconocer que la economía está atravesada por relaciones de poder haría que la llamada ciencia económica perdiera su halo de neutralidad.

Amherst, sugirió que la inflación se podía domar estableciendo controles de precios. (GETTY IMAGES)

En noviembre de 2008, justo después del estallido de la burbuja financiera, la reina Isabel II visitó la London School of Economics y preguntó por qué nadie había visto venir la crisis. Meses más tarde, la British Academy le respondió en una carta en la que, tras resumir los principales puntos del debate, concluía que había sido «un fallo de la imaginación colectiva de mucha gente brillante». Por desgracia, la carta no entraba a desentrañar las causas de ese cortocircuito en la creatividad colectiva.

La clave ya la había dado muchos años antes el ganador del Premio Nobel de Economía Wassily Leontief, quien en un pequeño ensayo escribió que en las instituciones académicas de economía reinaba una disciplina mucho más férrea que en las unidades de infantería de marina del Ejército. En ese ambiente, las investigaciones económicas ganaban en refinamiento y sofisticación, pero perdían conexión con la realidad.

Acoso a la disidencia

Y todo sigue igual. A principios de 2022, una economista alemana llamada Isabella Webber, profesora de la Universidad de Massachusetts Amherst, sugirió que la inflación se podía domar estableciendo controles de precios, tal y como se hizo al final de la Segunda Guerra Mundial en muchos países. ¡Control de precios, una herejía en el universo del libre mercado! Tal fue el acoso al que la sometieron los representantes de la ciencia académica oficial, a la que se sumó incluso el premio Nobel Paul Krugman, aunque más tarde rectificaría, que tuvo que cerrar su cuenta de Twitter.

Ya no es solo el refinamiento de investigaciones, más o menos inútiles, es que ahora tampoco se acepta ninguna idea que salga de la ortodoxia. Además, el linchamiento en las redes sociales mostró el machismo y el elitismo latente en la profesión. «Si un economista senior masculino en una institución de élite hubiera escrito un artículo idéntico al mío, la gente lo habría elogiado por ser un pensador brillante que puede pensar fuera del marco y ampliar los límites de nuestra comprensión», señaló acertadamente Webber.

Finalmente, su propuesta se ha abierto paso y, en la actualidad, son muchos los países que han implementado, de una u otra manera, controles de precios.

El poder de las empresas

Recientemente, Webber ha hecho otra interesante aportación señalando que el poder de las empresas para fijar los precios es lo que está empujando a la inflación al alza. Las compañías suben los precios para proteger sus beneficios. Y las evidencias así lo confirman. Incluso la memoria del CES español recoge que en el año 2022, el 90,7% del aumento de los precios se debe al incremento de los beneficios empresariales, y solamente el 10,9% a los salarios. El resto, el -1,6% corresponde a los impuestos, que han tenido una aportación negativa.

Y ya existe un nuevo término para definir este fenómeno: greedflaction o inflación de la codicia, aunque Webber considera más correcto definirla como inflación de los vendedores para subrayar el poder que tiene las empresas para fijar precios.

Pero esta idea de que las empresas tengan capacidad de actuar por encima del mecanismo del mercado resulta tan perturbadora para los economistas que el debate se ha centrado ahora en un artículo escrito por el economista cana- diense Marc Lavoie, en el que apunta que puede que los beneficios empresariales no hayan subido tanto. Postula que lo que ha cambiado ha sido la estructura de costes: al subir el precio de las materias primas y mantenerse los salarios, el efecto ha sido un aumento en proporción de los beneficios.

Más allá de la corrección o no de la tesis de Lavoie, la cuestión es que si se introduce la variable poder en el análisis económico resulta que el sacrosanto mercado no es un mecanismo aséptico, sino algo moldeable y sujeto a pugna, lo que quita a la economía ese carácter aséptico, neutral y tecnocrático, y la coloca en el centro de la disputa política.