INFO
Elkarrizketa
Ch´umilkaj Curruchiche Nicho
Cantautora Maya Kaqchikel y protagonista del documental «Nataxik»

«Tristemente, la memoria es un tema silenciado en Guatemala»

Cantautora, pedagoga y gestora cultural comunitaria, Ch´umilkaj Curruchiche Nicho es la protagonista del documental «Nataxik» sobre el conflicto armado en Guatemala. En 2020 lanzó su primer disco de estudio en el marco del Año Internacional de las Lenguas Originarias.

La cantautora guatemalteca, pedagoga, promotora y gestora cultural comunitaria Ch´umilkaj Curruchiche Nicho ha presentado en Bilbo el documental sobre el genocidio en Guatemala «Nataxik». (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

Nataxik significa memoria en maya kaqchikel. Y también da nombre al documental producido por e-Lankidetza-Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo, la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo e Ikaika Media que hoy se estrena en Bilbo. Su protagonista es la cantautora guatemalteca maya kaqchikel Ch´umilkaj Curruchiche Nicho.

A través de su voz y de la búsqueda de Carmen, prima de su madre secuestrada, torturada y desaparecida durante la guerra, se van hilvanando testimonios de dolor, resiliencia y exigencia de justicia. El genocidio dejó entre 1960 y 1996 más de 200.000 muertos y 45.000 desaparecidos.

«No se trató de una guerra, sino de un genocidio. Yo pertenezco a una generación posguerra, pero, por las secuelas que dejó el conflicto armado en nuestras familias y comunidades, hemos emprendido el camino de búsqueda de justicia y de dignificación de las víctimas», remarca a GARA Curruchiche Nicho, quien a pocos días de viajar a Euskal Herria, el 7 de junio, fue secuestrada con otra activista.

«Afortunadamente, no nos mataron. La presentación del documental estaba programada desde hace dos meses y aunque fue una experiencia traumática, decidí seguir con los planes previstos porque nadie va a limitar nuestras actividades», enfatiza.

¿Qué lugar ocupa la memoria en la Guatemala de hoy?

Tristemente, es un tema silenciado. El sistema educativo aborda muy poco la memoria histórica. En mi caso, jamás recibí información sobre el conflicto armado y los años de terror. Al Estado no le conviene porque, al final y al cabo, fue quien promovió este genocidio de los pueblos originarios. No se trató de una guerra, sino de un genocidio.

Yo pertenezco a una generación posguerra, pero, por las secuelas que dejó el conflicto armado en nuestras familias y comunidades, hemos emprendido el camino de búsqueda de justicia y de dignificación de las víctimas, cada uno desde su trinchera.

En mi caso, a través de la música, del trabajo con las comunidades y desde mi formación como pedagoga he tratado de abordar estos temas. Para mí, es fundamental conocer nuestra historia, porque si no la conocemos estamos condenados a repetirla. Es triste ver que personas que desde la dictadura han ostentado el poder siguen teniendo el control de las leyes y han permitido la participación como candidata presidencial de Zury Ríos, hija de Efraín Ríos Montt, unos los mayores genocidas del país. Esto me empuja a seguir pronunciándome y seguir construyendo la historia negada.

Hay una generación como la mía que no solo estamos involucrados en espacios académicos y de víctimas, sino que también ocupamos espacios locales, comunitarios, nacionales e internacionales, como la presentación de este documental en el País Vasco.

¿Qué factores han propiciado que la hija de un genocida pueda llegar a la Presidencia?

La falta de conciencia de nuestra historia. Todavía hay miedo. A esto se añade la corrupción y la compra de votos. Ofrecen a las comunidades dinero para proyectos que sale de los propios fondos del Estado, a través de la Iglesia evangélica, de regalías, de hilos para las mujeres tejedoras. Además, no entienden el español.

Buscan el poder a través de las regalías. Es un poco decepcionante. También controlan los aparatos de Justicia. Los jueces que llevaban los casos de genocidio y estaban demandando a los exmilitares han tenido que exiliarse por las amenazas.

La misma fiscal general del Estado ha sido elegida por los mismos que utilizan la compra de votos para perpetuarse en el poder y tratan de dividir a los partidos de izquierda para que no tengan peso electoral. Tenemos un Estado totalmente cooptado.

Siendo de una generación posterior al conflicto armado, ¿cómo nace su vínculo con la memoria histórica?

Soy de San Juan Comalapa, en el departamento de Chimaltenango. Desde un siglo atrás Comalapa ha atravesado diversas luchas. Es un pueblo que siempre se ha levantado. Vengo de una familia que ha desafiado al sistema.

Mi abuelo reivindicó el derecho de los indígenas a gobernarnos a nosotros mismos. Esa generación empezó a crear cooperativas; las mujeres tejedoras, a organizarse; los jóvenes empezaron a tener acceso a la educación. Pero vino la guerra y muchos de esos líderes fueron secuestrados o tuvieron que exiliarse. Uno de ellos fue mi papá, quien se exilió en México. Fue así como sobrevivió. Pero la mayoría de sus amigos de lucha fueron secuestrados y vilmente asesinados.

El Ejército creó destacamentos militares en espacios donde creía que la gente iba a levantarse en contra del sistema. En Comalapa estuvo ubicado uno de esos destacamentos. Hoy en día, en ese lugar se alza un memorial. Mis padres me han contado de las luchas de su comunidad. Siendo niña fui testigo de las primeras exhumaciones que se hicieron en el destacamento militar.

Rosalina Tuyuc, fundadora de la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, es, para mí, una de las grandes maestras. He tenido la dicha de transitar con ella en las luchas para que las exhumaciones se llevaran a cabo en distintos destacamentos. Se han acreditado un total de 639 masacres, 200.000 asesinatos y más de 45.000 desaparecidos.

¿Qué ha significado para usted hacer este documental?

Nataxik significa memoria en kaqchikel, la cultura a la que yo pertenezco. Poder hilar todo lo que sucede en la actualidad y las secuelas de la violencia que hubo en Guatemala durante 36 años, reafirma mi compromiso como mujer, joven y kaqchikel. Es una forma de trasladar a las nuevas generaciones esa conciencia y de reivindicar el derecho que tenemos a vivir, aunque parezca una utopía, en tranquilidad, en armonía y en paz.

Reivindicamos las vidas de nuestros territorios, de nuestros pueblos, de nuestras familias. Aunque ya estaba involucrada en procesos de búsqueda junto a familias de desaparecidos, este proyecto me ha dado la oportunidad de encontrarme con testimonios de otros lugares.

Compartí con familias cuyos allegados aparecen en el Diario Militar, donde los militares registraron los asesinatos de líderes, campesinos...  

El documental toma como base su acercamiento a Carmen Sotz. ¿Qué representa?

Carmen es la prima de mi mamá, que fue secuestrada y torturada. Sus restos pudieron ser identificados gracias a la aparición de parte de su cráneo. Carmen fue una de las primeras indígenas en ejercer la docencia en Comalapa en una época en la que era muy difícil que los indígenas tuvieran acceso a la educación. Mi mamá siempre la vio como un referente y fuente de inspiración. Carmen también tocaba la guitarra y cantaba.

Cuando le dije a mi mamá que quería ser maestra y estudiar música, se echó a llorar, porque a ella también le hubiera gustado hacer música y nunca pensó que una de sus hijas seguiría la estela de Carmen.

Siento que tengo el compromiso de seguir con el legado de Carmen y de, a través de mis canciones y el arte, hablarles a los jóvenes sobre nosotras mismas, porque muchas veces, desde la academia se habla de los pueblos originarios como objeto de estudio; no nos ven como sujetos de derecho.

Yo estudié en la universidad, pero era la única mujer que provenía de un indígena. Es necesario que nosotras hablemos en primera persona sobre lo que vivimos como mujeres e indígenas.

¿Cómo sanar las heridas de un genocidio?

Mi familia vivió en carne propia este terror. El arte fue uno de los mecanismos de resiliencia que encontraron. Para mí, el arte y la música son una trinchera en el acompañamiento a las mujeres que siguen buscando a sus familiares. Procuro ir habitualmente al destacamento militar de Comalapa, donde se han exhumado 220 restos y donde, a día de hoy, se alza un memorial. Hasta el momento han sido identificadas 80 personas. Queremos convertir ese espacio de terror en un espacio de memoria y sanación, y de encuentro intergeneracional.