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Tolkien y la etiqueta «derechista»

Cuando se habla del escritor anglo-sudafricano, muerto hace medio siglo, siempre se acaban analizando los detalles de sus obras, que inspiraron e inspiran a grupos post-fascistas. Por ejemplo, a Giorgia Meloni.

Tolkien y Meloni, en dos imágenes separadas un siglo. (Wikimedia Commons)

Es un destino común a muchos escritores e intelectuales en general: quedar catalogados después de su muerte. Ha ocurrido en varios casos, en ocasiones condicionados por los críticos y sin que el protagonista ya pudiese defenderse o desde luego opinar. Una de las atribuciones más recientes es la de J.R.R. Tolkien, cuya muerte se produjo hace justo 50 años.

El filólogo y escritor anglo-sudafricano, a pesar de no haber expresado jamás públicamente sus ideas políticas en público, ha sido «abrazado» por la derecha. Y en algunos puntos de Europa, como por ejemplo Italia, incluso por la extrema derecha, rozando su inclusión en una especie de panteón fascista.

Reyes y hombres

Pobres hobbits, pobres enanos y otros protagonistas de ‘El señor de los anillos’ y el resto de obras inmortales de Tolkien... todos considerados como un ejército de camisetas negras. No, no se lo merecen.

No hay muchas mujeres, su mundo es de monarquías, el mundo de Arda se divide en grupos raciales, proliferan las batallas... ¿Es un poquito exagerado tildar por ello a Tolkien de derechista?

 

Y sí, es cierto que en los capítulos de la mayoría de los libros del escritor de Bloemfontein hay un largo listado de batallas, guerras, sangres y muertes. Tampoco hay muchas mujeres; ocupan realmente un papel minúsculo aunque algunas sean realmente inolvidables como Arwen, la hija del rey de los elfos, pareja y futura esposa de Aragorn, el rey de los hombres, o Eowyn, mujer guerrera de enorme coraje. Ambas, como prácticamente todos los protagonistas, de piel blanca y rasgos nórdicos. Las películas y series de televisión modelarían aún más estas características físicas.

Otra acusación que se ha podido leer hacia Tolkien lo tacha de conservador por crear un mundo de monarquías y no de repúblicas. ‘El retorno del rey’ es el título del último macro-capítulo de la trilogía y en general todo el mundo de Arda, el universo creado por el escritor, es bastante patriarcal y trufado de realezas.

Más que ‘El Hobbit’, anterior a ‘El señor de los anillos’, que de todas formas siempre se lee después (la trilogía en el cine tampoco ha mantenido el verdadero orden), habría que consultar primero la version tolkeniana de la Génesis bíblica; aquel ‘Silmarillion’ del que, experiencia personal, aguanté unas veinte páginas antes de rendirme, lo siento muchísimo. 

Y ello a pesar de un inicio espectacular, digno del Evangelio de San Juan: «En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa. Y les habló y les propuso temas de música; y cantaron ante él y él se sintió complacido».

Es verdad también que el mundo de Arda está dividido en grupos raciales. Pero, poniendo todo ello en una balanza, ¿resulta justo acusar a mister Tolkien de ser un conservador de derechas, hasta conectarlo con grupos post-fascistas? ¿No será un poquitín exagerado?

El debate está abierto prácticamente desde hace medio siglo, ya durante la larguísima vida del escritor había empezado a alinearse. Y se ha mantenido prácticamente hasta el día de hoy, si tomamos en cuenta que en 2022 la unidad britanica «antiterrorista» Prevent puso en circulación un informe que denunciaba a autores como Tolkien, C.S. Lewis, George Orwell y Aldous Huxley como impulsores de la extrema derecha. De hecho, coinciden en ser autores de libros «distópicos», creadores de universos paralelos.

Un mito literario

Tolkien ha vivido tanto que pudo ver y combatir en la Primera Guerra Mundial. Se dice que fue la inspiración para crear su universo paralelo, en una labor que llegaría hasta 1973. Así hablaba en una carta a su hijo, durante el segundo conflicto mundial: «He pasado la mayor parte de mi vida estudiando todo tipo de materias germánicas [en el sentido amplio que incluye Inglaterra y Escandinavia]. Me atrajo mucho como estudiante, a modo de reacción contra los ‘clásicos’ (...). De todos modos, tengo en esta guerra un resentimiento personal ardiente, que probablemente me convertiría en un mejor soldado a los 49 que a los 22: contra ese pequeño y rubicundo ignorante Adolf Hitler (...) arruinando, pervirtiendo, aplicando mal y maldiciendo para siempre ese noble espíritu del norte, una contribución suprema a Europa, que siempre he amado y que he tratado de presentar en su verdadera luz».

En una carta a su hijo durante la Segunda Guerra Mundial, Tolkien tildó a Hitler de «pequeño ignorante» que pervertía «la contribución suprema del noble espíritu del norte a Europa»

 

Parece mister Tolkien todo menos un fan de los nazis. Para entonces ya era uno de los mayores filólogos del mundo británico, y alguien que para dar nombres a sus personajes había buceado en idiomas antiguos y olvidados.

Pero a pesar de cosas como esta carta, el tema se ha seguido debatiendo durante décadas: existe hasta una página en Wikipedia donde se habla de la relación de Tolkien con las razas y muchos investigadores han analizado detalle a detalle cada página de las miles y miles escritas por el filológo anglo-sudafricano que, cabe recordar, ha sido mitificado mucho más después de su muerte que antes.

Libros como el mismo ‘Silmarillion’ han sido publicados de forma póstuma bajo el permiso del hijo de Tolkien, Christopher. Decenas y decenas de cuentos o novelas han ido transformando la «marca» del escritor en una auténtica mina de oro. Los aficionados han ido comprando y consumiendo hasta versiones en comic de ‘El señor de los anillos’, pero todo son operaciones claramente comerciales. Hablando de influencias post-mortem, su caso roza el de Nietzsche, cuyo trabajo filosófico fue manipulado por su hermana, grandísima forofa nazi, transformando al pensador del «Dios ha muerto» en un preludio de Hitler. 

Campos Hobbit

Si abrimos el mapa de Europa en busca de influencias tolkenianas en grupos de extrema derecha hay que detenerse en Roma, porque la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, siempre se ha declarado fan absoluta del escritor.

Una imagen de los Campus Hobbit del MSI de Meloni, en los años 70. (Wikimedia Commons)

Tiene que ver con que en los años 70, y luego más recientemente, las asociaciones juveniles post-fascistas italianas han organizado reuniones en campamentos llamados Campos Hobbit, que se prolongaban durante fines de semana completos: unos mini-Woodstock de extrema derecha, donde tocaban bandas como ‘La compañia del anillo’. 

La razón es muy simple y tiene que ver con cambios culturales de fondo. Hoy en día Tolkien es un absoluto mainstream, muy popular gracias sobre todo a la pluripremiada trilogía de Peter Jackson en la gran pantalla. Editorialmente antes no era así sino todo lo contrario: ‘El señor de los anillos’ ha sido considerado en Italia como outsider –la palabra mágica, junto con underdog, que ha llevado Giorgia Meloni hasta el cargo de primera ministra–. Se subraya así un mensaje: las «ratas de cloaca» post-fascistas han llegado al Poder tras unas cuantas luchas, partiendo de una posición infravalorada.

El efecto Meloni se enlaza con Tolkien en Italia presentando a unas «ratas de cloaca» post-fascistas que llegan al Poder tras unas cuantas luchas, partiendo de una posición infravalorada

 

En el Belpaese los libros que no hablaban de temas sociales o cercanos a la cultura católica eran mirados de reojo. Había espacio para cuentos, sí, pero quizás a lo Italo Calvino, ligeros y un poco irónicos como ‘El vizconde demediado’. Y que no fuesen tan largos como las novelas de Tolkien, per favore. Algo como ‘El Gatopardo’, 220 páginas y fuera.

Ahí entra Meloni, y no solo ella, por supuesto, sino todo su círculo mágico que de alguna manera recuerda a una «compañia del anillo»: la hermana, el cuñado, los gigantes como Guido Crosetto, ministro de Defensa (1,96 de altura por cierto) o el diabólico presidente del Senado, el mussoliniano Ignazio La Russa...

«No quiero predicar ni enseñar nada», es una de las frases de Tolkien, cuando todavía estaba vivo, sobre sus trabajos. Palabras que no son de derechas ni izquierdas y una norma que hay que recordar siempre.