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Familiares de los niños vascos de la guerra colocan placas contra el olvido en Inglaterra

En 1937 y con el objetivo de protegerles de la guerra, unos 4.000 niñas y niños vascos partieron con lo puesto hacia Inglaterra a bordo del barco Habana. Un episodio que la Asociación Basque Children está recordando en diversos puntos de Inglaterra mediante la colocación de placas.

Un grupo de niñas y niños vascos refugiados de la guerra que terminaron recalando en Gran Bretaña. (BCA’37 UK Archive)

Con el objetivo de rebelarse contra el olvido y fomentar la investigación sobre este tema, familiares de los niños vascos de la guerra que fueron asentados en Inglaterra están colocando placas en lugares vinculados a su odisea, especialmente en Londres, lugar de acogida para muchos de ellos.

La colocación de placas como recuerdo no es una iniciativa novedosa de la Asociación Basque Children, que ya ha colocado varias en diversos puntos de Gran Bretaña, aunque se ha avivado desde que ha tenido acceso al archivo de la Fundación Juan Negrín, con sede en Las Palmas de Gran Canaria y custodiado por la nieta del presidente republicano, Carmen Negrín.

En estos momentos, quieren ubicar esos distintivos en tres edificios que fueron de suma importancia para aquellos refugiados vascos que trataban de adaptarse a su nueva vida en un país extraño: el que albergó el Hogar Español, la sede del que fue Instituto Español y la Fundación Juan Luis Vives, todos ellos ubicados en la zona de Westminster.

Así lo ha anunciado el secretario general de Basque Children, Simón Martínez, hijo de uno de esos niños vascos de la guerra que llegó a Inglaterra, concretamente a Southampton, a bordo del Habana. En una entrevista con Efe, detalla que tanto el Hogar Español como el Instituto Español, ambos fundados en el exilio por el presidente del Gobierno de la República Juan Negrín, eran instituciones «muy importantes» para los desplazados.

Placa instalada en Southampton para recordar a los niños vascos de la guerra. (BCA’37 UK Archive)

Allí, tanto niños vascos como otros refugiados procedentes del Estado español se reunían en torno a la cultura, el teatro, la poesía o la literatura, a la par que servía también como fuente de oportunidades laborales, tal y como ha podido constatar gracias a los archivos de la Fundación.

Martínez valora el esfuerzo que el Gobierno de Negrín hizo para garantizar que los refugiados se mantuviesen organizados y que, especialmente los niños, gozasen de una educación y un futuro, con la vista puesta a que, en algún momento, las mejores cabezas pudiesen retornar, comenta.

De hecho, el Habana jugó un papel fundamental como salvavidas para enviar de manera segura a varias tandas de refugiados que recalaron no solo en Gran Bretaña, sino también en el Estado francés o la Unión Soviética, tal y como había pretendido Negrín. En esos viajes era frecuente que, además de niños, viajasen también algunos médicos, enfermeras y maestras que huían de la guerra.

La evacuación de menores a Inglaterra tuvo una impulsora muy concreta, que fue Leah Manning. Tras tener noticias en abril de 1937 de que las tropas franquistas se estaban acercando a Bilbo, esta activista inglesa se trasladó a la capital vizcaina para entrevistarse con el lehendakari José Antonio Agirre y plantearle la citada evacuación.

Y en menos de un mes, consiguió poner en marcha la salida de 3.840 niños vascos en dirección a Inglaterra, de tal manera que el 21 de mayo fueron embarcados en un yate de lujo de bandera inglesa.

A ese evacuación protagonizada por el barco Habana siguieron otras llevadas a cabo por el Goizeko Izarra o el Galea y que, además de Inglaterra, tuvieron como destino el Estado francés, Bélgica o la Unión Soviética. En total, más de 20.000 niños y niñas fueron alejados de los horrores de la guerra a través de esta fórmula.

Acogidos por familias católicas y socialistas

Sobre este asunto, los niños que dejaron a sus familias y recalaron en países y familias extranjeras, ha investigado el periodista y experto en Historia Contemporánea Julen Berrueta, quien, en declaraciones a Efe, explica que las evacuaciones, «o como prefería llamarlas la República las 'expediciones'», se concentraron principalmente en la cornisa cantábrica, debido a cómo se dividía en aquel momento el mapa de zonas controladas por uno y otro bando.

El barco Habana, repleto de refugiados vascos. (NAIZ)

«La mayor parte de los niños vascos fueron evacuados tras el bombardeo de Gernika y poco antes de que Bilbao cayese del lado franquista. En el caso de Inglaterra, es curioso el perfil de quienes acogieron a estos niños: familias católicas y de tendencias e ideas socialistas», comenta el investigador.

Además, Berrueta apunta que, a diferencia del exilio en la URSS, en Inglaterra la estancia para algunos fue «efímera», ya que los familiares pidieron que los niños regresaran, en algunos casos incluso antes de finalizar la guerra.

Acceso a la documentación

En relación a la Ley de Memoria Democrática, aprobada en 2022, Simón Martínez se muestra satisfecho con esa norma, aunque piensa que se deben seguir dando pasos para que se reconozca el daño causado a las víctimas y a las personas que se vieron obligadas a marcharse.

Y añade que debería haber previsto maneras de poder acceder libremente a archivos, tanto públicos como privados, y documentación oficial, para que todo el mundo, y en especial los investigadores, puedan tener un mejor y mayor conocimiento sobre episodios como el del Habana y, en general, sobre lo sucedido en la guerra del 36 y en la dictadura.