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Suecia ya siente los desafíos de una sociedad sin dinero en efectivo

En Suecia casi nadie lleva ya dinero en efectivo, una aplicación digital es la herramienta preferente de pago y hasta las tarjetas empiezan a ser cosa del pasado. El cambio tiene sombras, y afectan a los más vulnerables.

Billetes de cinco, diez y veinte euros, cada vez más difíciles de ver en el país escandinavo. (Elisabeth SVANTES)

En el casco antiguo de Estocolmo un grupo de turistas italianos observa una escena que les llama la atención. Un mendigo se sienta junto a una enorme bolsa de latas y botellas de plástico vacías. Al pasar frente a él, los transeúntes que terminan sus bebidas arrojan los envases en la bolsa a modo de limosna. Atónito, uno de los turistas vacila pero al final se anima a preguntar al mendigo, «¿por qué te dan botellas y no monedas?», y el mendigo les responde, «porque en Suecia ya nadie lleva dinero».

Los envases son hoy una de las últimas formas que tienen los más vulnerables de obtener efectivo practicando la mendicidad. Canjeados en máquinas de reciclaje que abonan diez coronas (unos ocho céntimos de euro) por envase, latas y botellines se han convertido en una suerte de token para poder recibir dinero en billetes o monedas.

La aplicación de moda para pagar

Sin embargo los mendigos no son, ni mucho menos, los únicos que han tenido que agudizar el ingenio para seguir recibiendo esos donativos que hasta hace pocos años salían de las carteras y monederos. En la parroquia de Tureberg, un suburbio del norte de Estocolmo, dos mujeres pasan las bolsas del cepillo para recolectar las donaciones de los feligreses.

En lugar de arrojar monedas los parroquianos recogen del cepillo unas pequeñas fichas verdes en las que viene un código QR con las que hacer una donación utilizando las cámaras de sus smartphones. Según comenta Anna, congregada de este templo, «esto ya viene de antes de las medidas covid. Quizás no es lo ideal que quede rastro de quién, cuándo y cuánto dinero da, pero en una sociedad sin efectivo como la nuestra había que inventar algo y esto es lo que tenemos ahora», afirma al tiempo que apaga su teléfono tras dar un donativo sin utilizar la aplicación del código QR y valiéndose de Swish, la aplicación de moda.

«¿Me swish tú a mí o te swish yo a ti?» (por el uso de una aplicación de pago digital llamada Swish) se ha convertido en un verbo que usan hasta los adolescentes que se deben dinero el uno a otro, así como todo aquel que compra algo de segunda mano o los amigos que quieren compartir los gastos de un desplazamiento en coche. El pago con estas aplicaciones móviles, como el caso de Bizum en el Estado español o Lydia en el francés, es algo bien conocido en toda Europa, sin embargo la aceptación de este método en Suecia alcanza cotas extraordinarias. Por ejemplo, cuando se va a aparcar el coche en las populares estaciones de esquí de Jämtland o a pagar por la entrada a un mercadillo de pulgas, el Swish suele ser la única forma de pago aceptada. A estas alturas, las tarjetas de crédito y débito comienzan a ser ya vistas como algo del pasado.

No en vano, veinte años antes ya hubo grandes pasos en eso de erradicar el pago por contacto. Tal fue -y sigue siendo- el caso del pago de las carreteras por lectura digital de matrículas. El tique por entrar a una ciudad en hora punta o utilizar un puente se carga directamente en tu número de identificación fiscal, y no es que sea opcional, sino que es la única forma de pago. También sucede algo parecido en los parkings de los centros comerciales desde que dejaron de tener barreras. Si te marchas sin pagar antes en las máquinas te acabará llegando el cargo gracias a las cámaras que han detectado tu salida y entrada del recinto.

A este respecto se ha dado un salto cualitativo en lugares como los espacios municipales dedicados al reciclaje y depósito de escombros.

Desde hace unos meses las cámaras no sólo identifican la presencia de tu vehículo sino que también registran el volumen de tu actividad. Si te pasas de cierta cantidad, el cargo por detección de matricula es automático y se te cobrará una tarifa de uso profesional por excederte de lo que se considera un razonable uso doméstico.

Los vulnerables, los más afectados

Como era de esperar los sectores más vulnerables del país son a quienes más está afectando la transición a la sociedad sin dinero en efectivo. Entre otros, este es el caso de los inmigrantes que van llegando en situación irregular. Sin posibilidad de obtener un personnummer (número de identificación personal que en Suecia es necesario hasta para apuntarse a un gimnasio) no pueden abrirse una cuenta Swish ni mucho menos obtener una tarjeta de crédito sueca. Esto, en un territorio donde ya no se toca el efectivo puede convertirse en un serio problema pues te impide llevar a cabo acciones tan elementales como comprar leche, pagar un autobús o una medicina en la farmacia.

Además, las ventanillas de los bancos de Suecia, país que fuera pionero en el uso de cajeros automáticos (se abrieron en julio de 1967, pocas semanas después de inaugurarse el primero en Londres) ya ni dan ni recogen dinero en efectivo. Tampoco cambian moneda extranjera, por mucho que sean euros o dólares. Presumen de ser cashless y simplemente no tocan el dinero, lo cual incluye la propia corona sueca. En esto, y según informa Forex (la principal casa de cambio del país) el problema de la Suecia cashless se viene sintiendo en el extranjero, pues muchos cambistas de otros países no quieren cambiar coronas suecas al no ser estas recibidas por los bancos de Suecia.

Para Åsa Lundqvist, portavoz de prensa de Swedbank, se trata de un problema de control y confianza, pues sobre los billetes planea ya la sospecha de que existe blanqueo de dinero.

No obstante, ¿qué sucedería en caso de un ciberataque al sistema bancario, una caída de Internet o un simple apagón eléctrico? Para eso nadie tiene una respuesta y es un escenario no contemplado dentro del manual que, bajo el título: “Cómo sobrevivir en caso de emergencia o guerra”, el Gobierno ha hecho llegar en los últimos años a cada hogar sueco.

Buscar soluciones por cuenta propia

Este vacío en un país que se ha caracterizado por preverlo todo ha sido campo fértil para el crecimiento del movimiento que aglutina recursos como comida en lata, pastillas de yodo y radios de dinamo para sobrevivir en caso de catástrofe nuclear, ciberataque o invasión. Son los ya internacionalmente conocidos como preparacionistas.

Para Magnus Svensson, afín a este movimiento, no queda más que buscar las soluciones por cuenta propia. «Cuando sabes que algo puede pasar pero tu país y sus dirigentes no tienen previsto nada, tienes que actuar por tu cuenta. No puedes quedarte sentado y esperar que nada suceda, y que si sucede, las cosas se resolverán solas».

Helena, empleada de una delegación de Handelsbanken, el banco más grande y antiguo de Escandinavia, lo admite discretamente: «No, en caso de que haya una caída de Internet o la red eléctrica no hay plan B para ver cómo enfrentar el tema de los pagos sin efectivo. Confiamos en el sistema, que es robusto, pero por si acaso mi marido guarda algo de efectivo».

Frente a este modelo de control, y sin salirse del marco de la nueva realidad digital, algunos grupúsculos anarquistas y liberales plantean el pago con criptomonedas como forma de abono anónimo, semejante al efectivo, pero este medio de pago aún no es realista, pues la práctica totalidad de las tiendas y comercios suecos no aceptan transacciones de ese tipo.

Así las cosas, aún no hay ningún Estado del mundo que sea enteramente cashless, pero, según informa el Consejo Europeo de Pagos, si hay uno que se acerca más que nadie a dicho escenario, ese es Suecia. Para algunos irónico, para otros lleno de sentido, el hecho es que Suecia fue el primer país del mundo en expedir billetes tal y como los conocemos. Fue en 1661, y si la actual tendencia se mantiene pasará a la historia por hacer justo lo contrario, es decir, ser el primero en prescindir de ellos.