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Los pescadores de Ukedo doce años después de Fukushima

Un año después de la visita a Fukushima, GARA visita por sorpresa a la población de Namie y a los pescadores del puerto de Ukedo, el más cercano de la planta accidentada, poco más de un mes después de que la empresa empezara el vertido de millones de litros de agua tratada con restos de tritio.

Trabajadores de la empresa Tepco, responsable de la planta de Fukushima, analizan la calida del agua el pasado día 3 de octubre en una imagen facilitada a los medios por la empresa. (AFP)

Namie, una vez un bullicioso pueblo en la costa ubicado en las inmediaciones de la central nuclear de Fukushima, ha experimentado una transformación radical en los últimos doce años. Lo que antes era un hogar para más de 20.000 habitantes, se ha reducido drásticamente a apenas 2.000 residentes en la actualidad. Gran parte de su núcleo urbano permanece desolado, y la recuperación de esta comunidad sigue siendo un proceso lento y costoso. Sin embargo, destellos de normalidad se pueden encontrar en algunas partes de su centro más urbanizado, así como en el concurrido centro comercial Michinoeki Namie, que se erige como un oasis de actividad en medio de la adversidad.

En el trayecto hacia el puerto, una parada ineludible nos lleva a las ruinas de la escuela elemental local, un testigo silente del devastador tsunami y el posterior accidente nuclear que habla por sí mismo.

La prefectura ha tomado la iniciativa de abrir parcialmente este sitio histórico, ofreciendo un sistema provisional de guía multilingüe de manera gratuita.

Este recurso tiene la intención de esclarecer la crónica de lo sucedido en esta institución el fatídico día del terremoto y el subsiguiente tsunami.

Además, busca resaltar la eficiente y rápida respuesta de los responsables de la escuela, quienes actuaron con premura para salvaguardar a los estudiantes, trasladándolos a un lugar seguro antes de que la mortífera ola alcanzara las proximidades de esta institución cercana al frente marítimo.

Política de silencio

con los medios El puerto de Ukedo, a pesar del bochorno que caracteriza los primeros días del otoño, ofrece una bienvenida gélida: de la docena de embarcaciones que reposan en sus aguas, apenas una muestra signos de actividad. A medida que nos acercamos, la sensación de que no somos bienvenidos se hace más evidente; un pescador nos observa con recelo al inicio de nuestras preguntas y se niega a hablar.

Con gestos, nos señala el edificio de la cooperativa de pescadores, que domina la escena portuaria, y nos invita a preguntar allá. Al llegar a la entrada de la cooperativa, un letrero en japonés advierte de manera tajante: «No realizamos declaraciones a periodistas».

Esta política de silencio hacia los medios resulta inusual y desconcertante.

En una amable pero seca explicación, uno de los responsables de la cooperativa local explicó que no están en posición de brindar declaraciones a la prensa, ya sea nacional o extranjera, subrayando que estas restricciones obedecen simplemente a «las normas».

Sin embargo, la conversación se reanudó de manera inesperada cuando uno de los pescadores que nos había guiado hacia el edificio llegó en coche. Una broma sobre su camiseta con la imagen de Kame Sennin (Maestro Roshi o Duende Tortuga) de Dragon Ball, parecía abrir una puerta a la comunicación.

Con una aparente disposición a compartir información, le preguntamos sobre la frecuencia de sus salidas al mar, a lo que respondió: «Antes salíamos todos los días, pero ahora solo de vez en cuando». Al indagar sobre la venta de pescado, el pescador afirmó rotundamente: «Por supuesto, vendemos pescado, pero no todos los días».

Intrigados por el cambio en sus rutinas, le preguntamos sobre las razones detrás de la reducción de las salidas al mar. En respuesta, levantó sus brazos en señal de negación y dijo con renuencia: «No podemos dar más detalles al respecto. Debería dirigirse a la central, en Iwate».

Descenso de la actividad

En la central de la cooperativa de pescadores de Fukushima –y no sin reticencias–, nos recibe Wataru Niitani, el gerente de la misma, y a regañadientes nos hace sitio en la mesa de la recepción de la oficina, a la vista de todos los trabajadores. El gerente nos explica que su organización agrupa a 286 pescadores a lo largo de la costa, «todos los pescadores de Fukushima», matiza.

«Antes del terremoto, los pescadores pasaban hasta dos o tres días en el mar pero ahora sólo salen algunos días a la semana, desde la madrugada a primera hora de la mañana», relata. «La actividad pesquera ha descendido un 62% desde el terremoto, al no poder salir varios días; la ventaja es que ahora el pescado es más fresco y los pescadores se centran más en un determinado tipo de pesca: pescado de calidad y no tanto en la cantidad», asegura Niitani.

Pero con un descenso del 62% de la pesca, los pescadores salen perdiendo: «¿Cómo compensan esa falta de ingresos?», preguntamos. «Es difícil comparar los ingresos de ahora con los de hace diez años pero la empresa (Tepco, la responsable de la central) da dinero a los pescadores para compensar sus pérdidas», confiesa el gerente de la cooperativa, asegurando que los pescadores que representa «están satisfechos con el dinero que les ha ofrecido la compañía y el Gobierno para compensar sus pérdidas y con el control sanitario de las piezas cuando salen a pescar».

«Y por qué no podemos hablar a los pescadores», preguntamos; o mejor dicho: «¿por qué no les dejan hablar?»

«La jefatura de Fukushima quiere que no se difundan falsas informaciones y ha solicitado a los pescadores que no hagan declaraciones a la prensa; el objetivo del gobierno regional es que no se provoque un malentendido», asegura Niitani.

Explicamos que la gran campaña de información y transparencia que inició el gobierno regional, el nacional y Tepco para dar seguridad y confianza a los consumidores ha funcionado: incluso vimos al propio primer ministro, Fumio Kishida, comer pescado de Fukushima poco después del primer vertido de aguas de la central.

«El Gobierno, las empresas y, por supuesto, nuestra cooperativa está satisfecha con las muestras de pescado que se toman para examinarlas y verificar su idoneidad y seguridad para el consumo», afirma el gerente. «¿Qué les diría a los dirigentes de países como China para convencerles de que consumir pescado de Fukushima es seguro?», preguntamos finalmente.

«Es más un problema político que de seguridad alimentaria y yo, personalmente, no quiero decir nada», concluye diplomáticamente Niitani.