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El Ejército israelí y los colonos ven una oportunidad para redoblar los ataques en Cisjordania

El Ejército israelí y los colonos han visto en la guerra en Gaza una oportunidad para redoblar el hostigamiento y los ataques contra la población palestina de Cisjordania. Con más de 60 muertos y 500 arrestados, los ataques, detenciones, destrucción de cultivos y saqueos se han multiplicado.

Funeral por un palestino muerto el miércoles en Nablús. (Zain JAAFAR | AFP)

«Los soldados y colonos israelíes abren fuego fácilmente para vengarse de lo que sucedió en Gaza», señala Faraj Beitaui. En su aldea, como en todas partes de la ocupada Cisjordania, los palestinos viven en constante temor. Desde la incursión palestina del 7 de octubre en localidades y bases militares israelíes, el Ejército que está devastando Gaza también azota las ciudades y pueblos cisjordanos.

Al menos 61 palestinos han muerto ya y más de 1.200 han resultado heridos en este pequeño territorio infestado de puestos de control y asentamientos israelíes que dominan las localidades palestinas. Y eso que hasta esa fecha la cifra de muertos ya era la mayor desde 2005.

Los colonos ven esta guerra como una oportunidad de oro para atormentar a los palestinos e intentar expulsarlos por la fuerza y el Ejército, que habitualmente los protege o deja hacer, parece aumentar aún más su tolerancia.

Un vídeo grabado en Beita, el pueblo de Faraj Beitaui, cerca de Nablus, la gran ciudad del norte de Cisjordania, muestra cómo los soldados mataron el domingo a un joven en las afueras del pueblo.

En Qusra, otra aldea del norte de Cisjordania, los colonos mataron a cuatro palestinos. Al día siguiente, durante su funeral, un padre y su hijo fueron abatidos por las balas disparadas por los colonos.

El martes, un colono demolió con un bulldozer cinco cisternas y tanques de agua en la aldea de Susya, en el sur de Hebrón.

La ONG al-Haq, sigue de cerca este aumento de la violencia pero ya se le hace difícil registrar las cifras exactas de víctimas porque sus investigadores no pueden utilizar las carreteras, uno de los lugares de ataque e intimidación a los palestinos.

Miedo a los pogromos

Desde el inicio de la guerra actual, se han multiplicado los ataques a coches palestinos, la destrucción de terrenos agrícolas, los saqueos de tiendas, las amenazas y los intentos de ataque a las aldeas, pogromos que recuerdan el del invierno pasado en la ciudad de Huwara, o directamente las muertes.

Las fuerzas armadas israelíes a menudo dan cobertura a estas acciones o las observan sin intervenir.

El lunes todas las tiendas estaban cerradas en Huwara por miedo a los colonos, mientras en el pueblo de Deir Jarir, cerca de Ramallah, a la sombra de una colonia «salvaje» instalada en la periferia de la gran colonia de Ofra, cada noche, los jóvenes palestinos hacen rondas e intercambian información sobre los movimientos de los colonos.

Pero a veces se ven sorprendidos y allí el domingo el Ejército mató a una mujer e hirió a su esposo y su hijo cuando regresaban a casa.

Casi medio millón de colonos judíos vive en colonias ilegales, protegidos por el Ejército incluso en los llamados asentamientos «salvajes» que hasta Israel considera ilegales, con carreteras propias y demarcaciones que encierran a la población palestina en «bantustanes».

La sensación es de estado de excepción: las tiendas abren pocas horas, mucha gente se resguarda en casa y el movimiento entre aldeas y ciudades palestinas está limitado por el bloqueo de carreteras impuesto por Israel.

«Viajar de un lugar a otro ya no era seguro para muchos palestinos desde antes, pero ahora es aún más difícil», relata a EFE el analista palestino Hamada Jaber, habitante del área de Ramala.

Muchos han tenido que dejar de trabajar, como Khalil, transportista de Belén que trabaja en la localidad de Hebrón.

Miles de palestinos en Cisjordania arrastran experiencias de arrestos, años de prisión, secuelas por heridas o traumas por seres queridos muertos en el círculo de un conflicto alimentado por un régimen de ocupación militar y colonización vigente desde 1967.

En el campo de Deheisha, donde las redadas militares son rutina, y los últimos días se han recrudecido, uno de sus habitantes, que ya pasó cuatro años encarcelado, relata cómo «el Ejército irrumpió anteayer, y hoy mismo volvió a entrar, tanto de madrugada como por la mañana.

Detenciones masivas

Por otra parte, unos 470 palestinos han sido puestos en detención administrativa, el régimen que permite a Israel encarcelar a personas sin que se presenten cargos contra ellas. «Hacía años que no veíamos una campaña de detenciones de esta magnitud en Cisjordania», indicó la asociación de prisioneros palestinos.

Entre los arrestados, se encuentra el propio presidente del Parlamento palestino, Aziz Dueik, de Hamas, y varios parlamentarios.

La campaña de detenciones fue especialmente intensa este martes en la zona de Hebrón, en el sur de Cisjordania, donde las fuerzas israelíes detuvieron a 76 personas, entre ellos 50 trabajadores de Gaza a los que el conflicto había sorprendido en territorio israelí y que habían sido obligados a abandonar sus empleos en Israel y a trasladarse a zonas de Cisjordania.

En la operación los soldados dispararon contra ellos y mataron a  un chico de 17 años con balazos en el abdomen e hirieron a otros tres en las piernas.

Cerca de Jenin, las fuerzas israelíes irrumpieron en un colegio de secundaria, lanzando granadas de gas y de sonido en el interior del recinto y obligando a los estudiantes a evacuarlo.

«Entran en casas, agreden y matan a gente, esto pasa desde hace tiempo», señala el joven de Deheisha, un campo de refugiados que fue bastión del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).

Esta fuerza izquierdista aún tiene cierto peso, pero fue perdiendo adeptos a favor de grupos como Hamas, que tras su golpe a Israel «goza de un pico de popularidad» en Cisjordania, dice Hamada Jaber.

Este analista destaca también la pérdida ahondada de legitimidad de la Autoridad Palestina (ANP), con autogobierno limitado en Cisjordania y ya muy debilitada desde hace años, en parte por ser percibida como una entidad títere y colaboradora con Israel.

Ayer mismo, cientos de personas salieron a la calle en localidades de Cisjordania para rechazar a la ANP y pedir la dimisión de su presidente, Mahmud Abbas.