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La sombra de un cisma sobrevuela la renovación de Syriza

Al nuevo líder de Syriza, Stefanos Kasselakis, no le disgusta el capital, algo inadmisible para muchos de los militantes y primeros espadas de la formación. Con un talante personalista y de ideología marcadamente centrista, Kasselakis afronta críticas que podrían desembocar en una escisión.

Un cartel electoral de Syriza en Atenas llamando a votar por Alexis Tsipras en las elecciones parlamentarias del pasado 25 de junio. (Angelos TZORTSINIS | AFP)

Ha pasado poco más de un mes desde que Stefanos Kasselakis fue elegido para liderar Syriza y la formación izquierdista vive su primera crisis interna, que amenaza con desencadenar un cisma. No sorprende, sobre todo porque este outsider ha levantado ampollas desde el mismo día de su elección, y figuras con bagaje en el movimiento le acusan de promover una ideología centrista y tener un estilo personalista contrarios a los estatutos de Syriza.

Molesto porque varias facciones reniegan de sus órdenes y critican en público sus tendencias neoliberales, Kasselakis inició la semana pasada un proceso interno para tomar medidas disciplinarias o incluso expulsar a cuatro miembros díscolos: Stefanos Tzoumakas, Nikos Filis, Panos Skourletis y Dimitris Vitsas.

Facciones de izquierda dentro de Syriza se solidarizaron con los señalados, mientras que el eurodiputado Stelios Kouloglou comunicó que abandonaba el partido por desavenencias con el rumbo ideológico y el excesivo personalismo de Kasselakis.

Esta crisis obligó a convocar una reunión de la que salió un mensaje unificado en el que se reconocían los errores de comunicación y se recordaba que lucharán por facilitar el acceso a la vivienda y mejorar la educación y la sanidad.

De momento, el temporal amaina, pero ¿hasta cuándo?

Syriza nació como partido de izquierda radical. Estable, respetado, en los años de la crisis económica recogió el apoyo de una sociedad variopinta hastiada con el sistema. Fue entonces cuando, para ampliar el caladero de votos, comenzó su progresivo giro hacia la socialdemocracia.

Ahora, navega sin rumbo entre dos aguas, y la unidad solo la mantenía el carismático Alexis Tsipras, que dimitió tras el desastroso resultado de los comicios del pasado junio. La elección de Kasselakis como sustituto ha hecho que el barco se parta en dos y empiece a naufragar.

Kasselakis, criado en EEUU, que trabajó en Goldman Sachs y colaboró en la campaña electoral de Joe Biden, no se ajusta al prototipo de político de izquierda griega, aunque muchos no le han dado ni una oportunidad.

La cuestión es cómo una persona con apenas un mes de militancia, de marcado carácter socialdemócrata y extremadamente personalista venció en las elecciones internas.

«Ha contado con el respaldo de ejecutivos que quieren que el partido gire a la derecha y conecte con el [socialdemócrata] Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok). Su mayor objetivo era que no saliera elegida Efi Achtsioglou, que es parte de la izquierda», comenta el periodista Dimitris Psarras. «La mayoría de ellos son antiguos miembros del Pasok sin relación con la izquierda», añade.

Es probable que la militancia de Syriza haya tenido en cuenta el giro a la derecha que experimenta Europa y haya optado por conquistar ese espectro de la sociedad que, indeciso, fluctúa sin prestar atención a la división capitalismo-comunismo.

Victoria de la derechista Nueva Democracia

En la últimas elecciones, sorprendentemente, fue la derechista Nueva Democracia (ND) la que alcanzó la victoria entre los y las votantes jóvenes, que en muchos casos reniegan del estilo de liderazgo tradicional. Es probable que Kasselakis, activo en las redes sociales, case mejor con ellos que los políticos del Pasok, la formación hegemónica de la socialdemocracia hasta la crisis económica de 2008.

Sin embargo, puede ser insuficiente, sobre todo porque las licencias las otorgan empresarios ligados a los partidos sistémicos, el Pasok y ND. Además, el Pasok está resurgiendo: subió en las elecciones parlamentarias y, recientemente, su candidato conquistó la alcaldía de Atenas.

Esta tendencia, unida a la crisis de Syriza, indica que podría convertirse en la principal oposición a ND: haya o no escisión, los votos de Syriza comenzarán a dividirse entre formaciones de izquierda, mientras el Pasok puede pescar de los extremos ideológicos de Syriza y ND.

La izquierda helena, polarizada, tiene que reorganizarse, una vez conozca los efectos definitivos de la revolución de Kasselakis. Al compartir visión renovadora, los más interesados en un cisma son Rumbo a la Libertad, de Zoi Konstantopoulou, y Mera25, de Yanis Varoufakis, formaciones dirigidas por antiguos militantes de Syriza.

Atento también estará el Partido Comunista de Grecia, que ha demostrado que el inmovilismo puede ser una buena estrategia política: subió en las últimas elecciones, pese a mantener un discurso anquilosado.

La derecha, por su parte, disfruta con la disputa, pero a largo plazo obtendrá más rédito con Syriza de principal oposición. El Pasok no carga con el estigma izquierdista de Syriza y puede atraer a votantes de derechas; además, la ultraderecha golpeará desde el flanco opuesto y pondrá a prueba la elasticidad de ND, por ejemplo, con los derechos del colectivo LGBTI: al ser Kasselakis homosexual, esta causa estará en la palestra durante la legislatura y penalizará a ND en uno de sus extremos ideológicos.