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Tristan da Cunha, uno de los lugares habitados más remotos del mundo

En medio del vasto océano Atlántico Sur, ubicada a unos 2.800 kilómetros al oeste de Sudáfrica y 3.500 al este de Sudamérica, se encuentra un enigmático archipiélago que posee el honor de tener una de las islas pobladas más remotas del mundo: Tristan da Cunha. Alrededor de 250 personas viven allí.

Imagen de satélite de la isla de Tristan da Cunha. (NASA ASTER)

Tristan da Cunha (en castellano Tristán de Acuña) es un pequeño punto de tierra perdido en medio del Atlántico Sur. Situado a unos 2.800 kilómetros al oeste de Sudáfrica, 3.500 al este de Sudamérica y 4.000 al norte de la Antártida, se trata de uno de los lugares más remotos del mundo, teniendo la isla de Santa Elena como el lugar habitado más cercano, a 2.100 kilómetros al norte. Pertenece a Gran Bretaña, y aunque pueda parecer todo un desafío vivir ahí, unas 250 personas disfrutan día a día de su belleza natural única.

Se trata de una isla de 98 kilómetros cuadrados que forma parte de un archipiélago homónimo junto a las islas Inaccesible (catorce kilómetros cuadrados), Ruiseñor (3,2 kilómetros cuadrados), Middel (0,1 kilómetros cuadrados) y Stoltenhoff (0,1 kilómetros cuadrados). Está formado por un volcán en escudo que se eleva abruptamente desde el mar, creando una impresionante vista para cualquiera que se acerque. Tiene un clima húmedo, las precipitaciones son frecuentes, el viento fuerte y constante, y las temperaturas rara vez superan los veinte grados.

Localización de Tristán de Cunha. (GOOGLE MAPS)

La falta de un aeropuerto aumenta bastante más el aislamiento de este paraje, del que muchos se preguntarán cómo llegó a ser habitado y cómo han arraigado ahí decenas de familias.

Descubrimiento y anexión a Gran Bretaña

Fue en 1506, en plena expansión por el Atlántico de las coronas de Portugal y Castilla, cuando el navegante portugués Tristão da Cunha descubrió esta isla remota, que ahora lleva su nombre. Sin embargo, parece que el rey portugués Manuel I ‘El venturoso’ no le dio mucha importancia.

Sello postal que conmemora el descubrimiento de la isla en 1506 por el navegante portugués Tristão da Cunha. (Tristan da Cunha Website)

Durante los siglos XVII y XVIII, varios gobiernos, incluyendo los franceses y neerlandeses, así como la Compañía Británica de las Indias Orientales, consideraron la posibilidad de tomar posesión de la isla. Sin embargo, desistieron de sus intentos debido a la falta de ubicaciones adecuadas para el atraque de embarcaciones. En su lugar, la isla se convirtió en una base temporal para balleneros y cazadores de focas.

No fue hasta principios del siglo XIX que Tristan da Cunha comenzó a ser habitada de manera permanente y fue anexionada por la Corona británica en 1816. En aquel momento, los británicos tenían una razón estratégica para establecer su presencia en la isla: evitar que los franceses la utilizaran como base para rescatar a Napoleón, quien estaba confinado en la vecina isla de Santa Elena.

Desde entonces, la población de Tristan da Cunha ha mantenido una cifra relativamente estable, con alrededor de 250 habitantes que residen principalmente en el asentamiento de Edimburgo de los Siete Mares. Este nombre fue otorgado en honor a la visita del Príncipe Alfredo, duque de Edimburgo, en 1867, cuando realizó su viaje alrededor del mundo recorriendo las diferentes posesiones británicas de Ultramar.

Edimburgo de los Siete Mares, la única localidad de la isla de Tristan da Cunha. (Tristan da Cunha Website)

Finalmente, en 1876, el Gobierno de Londres formalizó su control sobre la isla, declarándola parte del Imperio británico. En 1938, Tristan da Cunha fue considerada una dependencia de la isla de Santa Elena, consolidando aún más su estatus dentro del imperio.

La erupción volcánica que casi deshabita la isla

El creador de la isla es también su mayor amenaza: el volcán Reina Maria, que debe su nombre a María de Teck (1867-1953), la consorte del rey Jorge V (1865-1935). A lo largo de su historia, ha experimentado varias erupciones notables, pero una de las más recordadas, que deshabitó la isla durante dos años y afectó significativamente a su orografía, ocurrió en 1961.

El 10 de octubre de ese año, entró en erupción de manera espectacular, liberando una gran cantidad de ceniza volcánica, rocas y gases tóxicos. El fenómeno duró varios meses y provocó la destrucción de varias casas y la alteración significativa del paisaje de la isla.

El gobierno británico organizó una operación de rescate y evacuación. La mayoría de los habitantes de la isla fueron evacuados por barcos y llevados a primero a Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y luego a la localidad británica de Calshot. Allí tuvieron que soportar uno de los peores inviernos británicos y nuevas enfermedades para las que no estaban preparados.

A pesar de la devastación de la isla, la mayoría de sus habitantes decidieron regresar a su hogar después de que la situación se estabilizase en 1963 y continuaron su vida en esta remota isla. El asentamiento principal de la isla se encontraba afectado por la erupción, pero poco a poco fueron volviendo a la normalidad.

La vida en la isla

En la actualidad, alrededor de 250 personas viven en la isla, concretamente en Edimburgo de los Siete Mares, la única localidad y el epicentro de todos los servicios en la isla, albergando la oficina de correos, la escuela, el hospital, un museo, el supermercado y el centro comunitario. Asimismo, se encuentran varios locales hosteleros (Empanadas da Rodriguez o Albatross Bar), un centro turístico, dos iglesias, un cementerio y una tienda de ultramarinos, establecida en 1963. La carretera M1 recorre parte del occidente de la isla y da acceso a otros pequeños asentamientos especialmente dedicados a la agricultura.

Tierras para cultivos en Tristan de Cunha. (Tristan da Cunha Website)

Los asuntos locales de la isla son supervisados desde la sede central en Edimburgo de los Siete Mares, a cargo de un cabildo insular compuesto por catorce miembros que se reúnen semestralmente y son elegidos cada tres años para gestionar los asuntos de la comunidad.

El enclave no tiene aeropuerto y cuenta con un pequeño puerto, llamado Calshot Harbour, reservado exclusivamente para embarcaciones de reducido tamaño. El único medio regular para viajar a la remota isla consiste en un barco que parte mensualmente desde Ciudad del Cabo (Sudáfrica) con capacidad para doce pasajeros y en el que tienen prioridad los habitantes y sus familiares y las personas que prestan servicios médicos o similares. El trayecto en esta embarcación tiene una duración de seis días hasta llegar a su destino. Por otro lado, diferentes embarcaciones turísticas o pescadoras visitan la isla de vez en cuando.

El barco anual RMS Saint Helena trae consigo suministros nuevos como medicinas, libros, vídeos o revistas. Para atender emergencias médicas complejas, los pacientes son trasladados a un hospital en Ciudad del Cabo. Aun así, médicos generales, dentistas y otros especialistas realizan estancias prolongadas para supervisar la salud de la población.

Hospital de Tristan da Cunha. (Tristan da Cunha Website)

La economía se basa en la pesca, principalmente langostas y peces, así como en la agricultura de subsistencia, especialmente patatas. Otra de las principales fuentes de ingresos de la isla es la venta de postales y sellos para coleccionistas que muestran algunos de los acontecimientos históricos del enclave.

Las particulares características demográficas de sus habitantes, a consecuencia de su aislamiento y la alta endogamia, convierten el análisis poblacional de la isla en un tema intrigante. Solamente hay nueve apellidos distintos en la isla: Collins, Glass, Green, Hagan, Laverello, Repetto, Rogers, Squibb y Swain, distribuidos entre ochenta familias. Este fenómeno ha originado un perfil genético con una prevalencia mayor de ciertas enfermedades como el asma y el glaucoma.

Según el último censo, actualmente 236 personas están empadronadas en la isla. Son 127 mujeres y 109 hombres.

Debido a su aislamiento, el archipiélago es un paraíso para la vida silvestre, convertido en un importante refugio para las aves marinas, incluyendo pingüinos, albatros y petreles. Además, las aguas circundantes son ricas en vida marina, lo que atrae a los pescadores. Entre otros animales, se han visto leones marinos subantárticos y elefantes marinos del sur en número creciente.