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¿Necesita realmente armas de fuego la Policía municipal?

Una vez que se apruebe el decreto del Gobierno de Lakua, todos los y las policías municipales de la CAV deberán patrullar con armas de fuego, incluidos los municipios de menos de 5.000 habitantes, donde hasta ahora no llevaban. ¿El fácil acceso a una pistola aumenta la seguridad?

Agentes de la Policía Municipal de Bilbo. (AYUNTAMIENTO DE BILBO)

En un contexto global en el que la actuación policial se ha vuelto cada vez más dependiente de su armamento, preguntarse si la policía municipal necesita armas podría parecer una pregunta estúpida o desafiante. Por un lado, las armas que portan los agentes de policía de todo el globo se han vuelto más precisas, más variadas y más poderosas; por otro, la presión para que aquellos cuerpos que todavía no están armados tengan acceso a ellas es cada vez mayor. Como ejemplo reciente de esta tendencia, el Gobierno de Lakua anunciaba esta misma semana que ultima el decreto que obligará a patrullar con pistola a todos los policías municipales de la CAV. Aunque estas medidas suelen justificarse en términos de seguridad, ¿qué impacto real tienen en la protección de la comunidad? En otras palabras, ¿armar de manera rutinaria a la policía aumenta la seguridad?

Esta pregunta es el punto de partida de un estudio comparativo realizado por Richard Evans y Clare Farmer, que más tarde reflejaron en su libro ‘Do police need guns?’. En él, los investigadores de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Deakin examinan cuatro jurisdicciones «ampliamente comparables» en términos de estructura política y social, estabilidad económica, y mezcla y herencia cultural, pero con una diferencia clave: en Canadá y Australia, la policía suele ir armada; en Inglaterra-Gales, y en Nueva Zelanda, no. Si el armamento rutinario de los agentes de policía garantiza o aumenta la seguridad, como a menudo se afirma, debería haber investigaciones detalladas que lo demostrasen. Sin embargo, este no es el caso. «Hay mucha retórica», apuntan los investigadores, pero estudios hay pocos. Sus datos, además, concluyen lo contrario: los países donde los agentes llevan armas no son más seguros ni para los ciudadanos ni para la policía.

De hecho, la investigación, que revisa la correlación entre la seguridad de la comunidad y de los agentes y el armamento rutinario de la policía, revela que los niveles de homicidio son ligeramente superiores en las dos jurisdicciones en las que la policía lleva armas de fuego de forma habitual. Inglaterra y Gales son «más seguros» que Canadá en todos los aspectos –excepto en robos–, con niveles de homicidio más bajos y una tasa aproximadamente 18 veces menor de tiroteos policiales fatales. Los hallazgos son menos claros para Nueva Zelanda y Australia. Sin embargo, en general, «nuestro análisis no ha encontrado evidencia empírica suficiente para respaldar la suposición de que armar rutinariamente a los agentes de policía aumenta la seguridad», apuntan. Asimismo, añaden que existe un riesgo significativamente mayor para los civiles de recibir disparos de agentes de policía en Canadá, que habitualmente están armados, que en las otras tres jurisdicciones.

A pesar del título del libro, Evans y Farmer aceptan las armas de fuego «como una parte necesaria de la actuación policial» y puntualizan que «la pregunta es si la policía necesita armas en cada situación». Tanto en Inglaterra como en Nueva Zelanda, son los cuerpos especiales los que tienen permitido portar pistolas. En Gran Bretaña, datos de la Policía Metropolitana indican que solo 2.595 llevan armas de fuego, menos del 10%. Y todo ello teniendo en cuenta que se trata de una institución de policía nacional, no local.

En contraposición a esta práctica limitada, en la CAV se está implementando una política opuesta sin evidencia concluyente sobre su impacto en la seguridad. Con el objetivo de «homogeneizar» la equipación de los policías municipales, Lakua obligará a todos los agentes a llevar una pistola semiautomática de calibre 9 mm parabellum con una capacidad de carga de al menos 13 disparos. El decreto estipula que los ayuntamientos de más de 5.000 habitantes tendrán un año para dar cumplimiento a estas instrucciones y los más pequeños, cinco. Hasta ahora, de los 3.500 policías locales que hay en CAV, alrededor de un 80% lleva arma de fuego y casi todos los que no la llevan encima trabajan en las localidades más pequeñas de Araba o Gipuzkoa, aunque en la lista hay municipios más grandes como Arrasate o Zarautz. Los alcaldes solo podrán determinar, previo informe y con la aprobación del jefe de la Policía Municipal, una relación de tareas específicas en las que los agentes puedan prescindir del arma.

En Eibar, además, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco obligó al Ayuntamiento a dotar de armas de fuego a sus agentes municipales mediante una sentencia que echaba mano de la «realidad social» que muestran los medios de comunicación para justificar el uso de armas de manera rutinaria. En concreto, el TSJPV señala que «diariamente se producen supuestos delictivos de entidad tal que al menos el porte de armas de fuego se evidencia razonable para la seguridad del propio policía».

Ese es otro aspecto crucial de las conclusiones de Evans y Farmer: la influencia de los medios de comunicación. La investigación indica que la prensa «puede haber contribuido a la percepción popular de que los agentes de policía necesitan armas para su propia seguridad». Y no solo eso; la criminalidad impregna en muchas ocasiones el debate público, y se acaba exigiendo ampliar el arsenal ante la «desprotección» de la Policía. Aunque la correlación entre un incremento en el arsenal policial y una mejora en la seguridad no se sostiene, ni siquiera la criminalidad proyectada en muchas noticias tiene que ver con la realidad: la CAV mantiene uno de los ratios policiales mayores de Europa, pese a tener una tasa de criminalidad baja. A su vez, en la mayoría de los municipios poco poblados, donde mayor efecto tendrá el decreto, no se aprecia una subida importante de la criminalidad.

Hay más ejemplos

En total, solo 19 países del mundo tienen cuerpos nacionales que trabajan desarmados. Doce de los 16 países insulares del Pacífico, por ejemplo, no permiten que los agentes de policía porten armas, y tampoco dos africanos, Botsuana y Malawi. Respecto a Europa, Irlanda es otro de los países en los que solo los agentes que pertenecen a un cuerpo especial llevan pistola. De hecho, según GunPolicy.org, patrocinado por la ONU, solo entre el 20% y el 25% de los agentes de policía irlandeses están calificados para utilizar armas de fuego. En 2020, 'The Irish Times' informaba, además, de que la Garda (Policía irlandesa) está reduciendo drásticamente el número de miembros que portan armas tras una revisión que reveló que más de una cuarta parte poseía una. Esta proporción era cercana al número de policías armados en el punto álgido del conflicto en la década de 1980, y, por tanto, la Policía ya se ha apresurado a retirar más de mil licencias.

En Islandia, el fallecimiento de un hombre a manos de un policía en el año 2013 fue el primero en la historia del país, según recoge Christian Science Monitor. En el país insular, alrededor de un tercio de su población está armada con fusiles y escopetas, principalmente de caza, la Policía patrulla sin armas por la calle y las tasas de criminalidad son considerablemente bajas.

Noruega y Suecia

Noruega es otro de los países europeos en los que los agentes de policía no portan armas de manera rutinaria y un ejemplo claro de que las regulaciones legales sobre su uso influyen en sus consecuencias. Aunque las autoridades noruegas tuvieron que poner el tema sobre la mesa en 2011, cuando el ultraderechista Anders Breivik disparó indiscriminadamente y mató a 77 personas en Utoya, los agentes siguen sin portar armas. Pueden llevar su pistola en la guantera del coche patrulla, pero solo deben hacer uso de la misma por orden de un jefe de policía.

Junto a su vecina Suecia, ambos podrían caracterizarse como Estados del bienestar altamente industrializados. Sin embargo, en Suecia la policía porta armas habitualmente. ¿El resultado? Según un estudio de 2010, 'Policing and Society', realizado por Johannes Knutsson y Jon Strype, la policía sueca dispara con más frecuencia que la noruega y, además, en Suecia resultan heridos más agentes y ciudadanos.

Así, los agentes suecos dispararon en enfrentamientos entre policías y ciudadanos aproximadamente cinco veces más a menudo que sus homólogos noruegos y, mientras que alrededor de siete sospechosos resultaron heridos cada año en Suecia, menos de uno en Noruega sufrió lesiones. En promedio, casi una persona al año fue asesinada a tiros por agentes de policía en Suecia, y una cada dos años en Noruega.

«El hallazgo central de nuestro estudio es que Noruega tiene tasas más bajas y hay razones para relacionar estos resultados con su política más restrictiva. Además, los tiroteos en Suecia consistieron en situaciones de emergencia en las que resultaron heridos más ciudadanos y agentes. Por lo tanto, la política noruega parece no solo minimizar el número de civiles heridos, sino también el número de oficiales heridos», concluyen.