Una visita virtual permite conocer el refugio antiaéreo de Zabalbide en Bilbo
Gracias al trabajo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi ya se puede visitar virtualmente el refugio antiaéreo de la calle Zabalbide, uno de los 269 con los que contó Bilbo durante la guerra de 1936. Un nuevo hito en la recuperación de la memoria histórica impulsado por el Consistorio bilbaino.
Bilbo ha dado un nuevo paso en la recuperación de la memoria histórica con los trabajos de documentación y contextualización de los túneles-refugio antiaéreos ubicados en los antiguos números 7 y 9 de la calle Zabalbide, uno de los espacios donde la población civil se protegió entre septiembre de 1936 y junio de 1937 de los bombardeos de la aviación fascista en los que hubo 408 muertos.
Gracias a la investigación es posible conocer detalles de ese espacio en el barrio de Solokoetxe, así como realizar una visita virtual de las galerías. Juantxo Agirre, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, ha incidido este jueves en la presentación con responsables del Consistorio en la importancia que tuvieron infraestructuras de estas características, ya que Bilbo fue «ciudad refugio» de miles de personas que huían del avance de las tropas fascistas y la localidad vasca que más fue atacada por el aire. «Es un símbolo de la resistencia ciudadana pacífica», ha apuntado.
Quien transite por la subida de Zabalbide, junto a la fuente, se puede ya encontrar con dos murales realizados en lava volcánica esmaltada con textos e imágenes sobre los refugios y los bombardeos que padeció Bilbo durante la guerra de 1936.
Es la culminación de un acuerdo plenario de junio de 2021, refrendado por todos los grupos a excepción del PP, a raíz de una iniciativa de EH Bildu, para la señalización y contextualización histórica de unas galerías destinadas a la defensa de la población civil.
En el proyecto, Aranzadi ha realizado un registro tridimensional de las galerías mediante el sistema Laserscanner 3D. Esto ha permitido generar un tour virtual 3D, con fotografías de 360º inmersivas y en alta calidad.
Tras la labor del equipo de arqueólogos, etnógrafos, topógrafos y expertos en memoria histórica se ha logrado saber que la capital vizcaina tuvo que habilitar en apenas un año 269 refugios antiaéreos en sótanos de edificios y fábricas, túneles de ferrocarril y otras ubicaciones para salvar a la población.
Por encargo del Gobierno Vasco, el Ayuntamiento presidido por Ernesto Ercoreca impulsó la construcción de este refugio en la subida de Zabalbide, que horadaron en pocos días un grupo de once trabajadores vinculados a la minería. A escasa distancia, en la plazuela de los Santos Juanes, cerca del puente de San Antón, se realizó un proyecto similar gracias a un muro de contención de bastante cota que lo permitía.
Podía acoger a 200 personas
Este refugio podía albergar a 200 personas en unos 200 metros cuadrados y, según documentación hallada en el Archivo Histórico de Euskadi, estaba dirigido por 18 personas responsables vinculadas a diferentes formaciones políticas y sindicales que participaban en el Batallón de Defensa Pasiva.
Aranzadi ha descubierto que esa infraestructura fue en 1942 rehabilitada por las autoridades franquistas, destinando 11.770 pesetas para las obras de mantenimiento aunque se desconoce el objetivo.
Se trata de dos túneles en dos puntos distanciados unos metros y que luego se conectaban en el interior. Tenía varios accesos precisamente para que, si uno de ellos resultaba destruido a consecuencia de las bombas, la población civil pudiera salir por el otro.
Al igual que otros refugios coetáneos, el de Zabalbide contó con un sistema de ventilación de aire, suministro eléctrico y tuberías para el suministro de agua, aunque con el tiempo se desmontaron las instalaciones.
El equipo de Aranzadi ha hallado restos que lo constatan, así como nueve casquillos o vainas de proyectil en mal estado de conservación, un gancho y un cincel, además de otros materiales aparentemente antiguos, que podrían dar información sobre la cotidianeidad dentro de este espacio, como botellas de vidrio, lata de leche condensado, peine o una bota de cuero.
Se han encontrado objetos más contemporáneos, según ha explicado Anartz Ormaza, coordinador de los trabajos, que constatan el tránsito y el uso de este espacio en la segunda mitad del siglo XX, alterando los elementos, el uso y el estado original de las galerías como lo atestigua una moneda de diez céntimos de peseta acuñada en 1959, bolsa de patatas fritas…