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Dicotomía Israel-Hamas: ¿Quién es quién?

Dos meses y más de 20.000 muertos y desaparecidos a manos de Israel después, la autora niega que esta ofensiva militar contra la Franja de Gaza sea una guerra y explica que el verdadero objetivo del brutal ataque del régimen sionista no es Hamas, sino el pueblo palestino.

Los palestinos llevan bolsas de alimentos en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza. (Mahmud HAMS | AFP)

El otro día, un joven de unos 20 años me preguntó con aire amenazante y como si la pregunta fuera de gran complejidad qué era peor: Israel o Hamas. De entrada, defendía que Israel había existido siempre, falacia que mucha gente desinformada toma como verdadera. Israel reitera ese mensaje, pero no explica que la fuente principal de su historia antigua son las sagradas escrituras: la Biblia hebrea o el Talmud entre otros, es decir, los libros que nos cuentan que el primer hombre se llamaba a Adán y su mujer fue creada de una de sus costillas. Israel, de hecho, ha invertido miles de millones en prospecciones arqueológicas que confirmen su existencia en tiempos remotos, pero en 75 años no ha logrado una sola prueba que lo confirme.

Lo único constatable es que Israel fue creado en 1948 de forma unilateral por un movimiento, autodefinido como nacionalista y colonialista, denominado Sionismo que constituye la esencia del Estado de Israel. Este movimiento fundado en Europa en 1897 estableció dese el principio el objetivo de crear un Estado judío en la tierra de Palestina y como movimiento colonial, desde el principio planteó la necesidad de expulsar a la población indígena, los palestinos, y quitarles sus tierras. El Estado de Israel no solo se creó unilateralmente, sino que fue resultado de una guerra que terminó con el robo del 78% de la tierra de Palestina y la expulsión del 80% de sus habitantes, sobre todo cristianos y musulmanes. Hecho que el historiador israelí Ilan Pappé definió como «la limpieza étnica de Palestina». En junio de 1967, ocupó militarmente el 22% que les había dejado a los palestinos y aunque la Resolución de la ONU 242 le obliga a abandonar los territorios ocupados desde noviembre de ese mismo año, a día de hoy continúan ocupando ilegalmente Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.

Sobre la pueril pregunta del joven, quisiera resaltar que, por desgraciada, el binomio Israel-Hamas es una falsa dicotomía creada por Israel y que los grandes medios han logrado instaurar en las mentes del común de los mortales. Los medios de comunicación masivos juegan el papel que quiere el poder, igualando a los dos contendientes en lo que llaman «la guerra entre Israel y Hamas». Pero resulta que todo el enunciado, de principio a fin, es falso: ni es una guerra, ni es entre Israel y Hamas.

¿Por qué no es una guerra?

Primero, porque quienes se enfrentan son Israel, potencia que ocupa el territorio de un pueblo, y el pueblo palestino, que es el ocupado. Además, hay que recordar que al ser Israel una potencia ocupante, el derecho internacional le obliga a proteger al pueblo ocupado. Pero no solo no lo cuida, sino que le niega todos los derechos básicos. Le aplica desde hace décadas todo tipo de castigos colectivos, como denuncian sistemáticamente las principales organizaciones de derechos humanos, que califican de apartheid las políticas israelíes hacia el pueblo palestino. Como dijo Craig Mokhiber, exdirector de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, en su carta de dimisión del 28 de octubre: Israel, sin lugar a dudas ni a debate, lleva décadas cometiendo un genocidio sobre el pueblo palestino.

No es una guerra porque se enfrentan un país, Israel, con el quinto Ejército más poderoso del mundo, contra un pueblo sin país que, además, no tiene Ejército.

Es cierto que tiene hombres armados, pero no son un Ejército, sino jóvenes palestinos que, como haríamos cualquiera ante una invasión extranjera que intentara echarnos de nuestras casas y ciudades, defienden a sus familias del robo de tierras, de ser encarcelados, de la destrucción aleatoria y de los asesinatos selectivos y masivos que desde hace décadas lleva a cabo Israel sobre la población palestina, tal y como reporta desde hace años la ONG B’tselem. Las acciones que realizan los palestinos para protegerse de la ocupación ilegal israelí se denominan «resistencia» y las que realiza la juventud palestina con sus escasas y precarias armas, «resistencia armada».

Pero estas acciones no son exclusivas del pueblo palestino. La resistencia en todas sus formas, incluida la armada, la han practicado todos los pueblos ocupados: los españoles frente a la ocupación francesa en 1808, y los partisanos franceses y los judíos del gueto de Varsovia bajo la ocupación de la Alemania nazi. Y, además, la resistencia armada de los pueblos bajo ocupación tiene el respaldo del derecho internacional. La Resolución 3070 de la ONU reafirma «la legitimidad de la lucha de los pueblos por librarse de la dominación colonial extranjera y de la subyugación foránea por todos los medios posibles, incluida la lucha armada».

No, no se trata de una guerra, se trata de un nuevo, brutal, inhumano y sin precedentes ataque del ocupante, Israel, sobre el ocupado, el pueblo palestino, que se defiende legítimamente según el derecho internacional vigente.

Humo resultante de un bombardeo en Gaza perpretado por Israel. (Gil COHEN-MAGEN/AFP)
Humo resultante de un bombardeo en Gaza perpretado por Israel. (Gil COHEN-MAGEN/AFP)

Y no, no es contra Hamas.

Hamas es un partido religioso de derechas que surge en Palestina en 1987 con el apoyo y facilitado por Israel, que buscaba una fuerza política que se opusiera a la OLP, la única representativa del pueblo palestino hasta entonces. Podemos compartir sus postulados o no, pero eso es lo que es. Lo único evidente es que Israel no está atacando a Hamas.

En la parte palestina de Jerusalén, donde Hamas no existe, Israel expulsa de sus casas a familias palestinas, musulmanas y cristianas, para dárselas a los colonos, sin otro motivo que no ser judíos, en un claro ejemplo de limpieza étnica. En Cisjordania, donde no gobierna Hamas, Israel encarcela a civiles sin cargos, destruye infraestructuras civiles, destruye campos de cultivos y de olivos, les deja sin agua potable, asesina impunemente con sus soldados o sus colonos, quienes en estos meses de mirada hacia Gaza ya expulsado a los palestinos de más de 30 aldeas.

Contestando al joven ignorante que me preguntó si era peor Israel o Hamas, la respuesta es obvia: Israel. Y no olvidemos que ni es una guerra, ni es contra Hamas

Y en la Franja de Gaza ha quedado patente que Israel no ataca objetivos militares, sino sistemáticamente a la población civil. Por primera vez, hospitales y personal sanitario se han convertido en blanco de los ataques, que violan flagrantemente el derecho internacional humanitario.

De los casi 20.000 asesinados por Israel en dos meses (más que en Ucrania en dos años) el 70% son mujeres y niños, civiles indefensos. Israel ha asesinado a más niños que en toda la guerra de los Balcanes o en las dos invasiones a Iraq en 1991 y 2003. Siete de cada diez hospitales en Gaza han sido destruidos o inutilizados y parte de su personal asesinado. Israel destrozó el principal hospital de Gaza, Al-Shifa, con el pretexto de que Hamas tenía allí sus bases y no se encontró rastro de corredores subterráneos ni un centro de operaciones que no fuera la dirección del hospital. Israel bombardea escuelas de la ONU que solo albergan a menores, mujeres y ancianos.

Pero no son solo las masacres, son el frío y el hambre, porque les han dejado sin casa, sin ropa de abrigo, sin alimento y sin agua potable. Los cuadros de diarrea en niños se están multiplican por 100. Según el portavoz de Unicef, James Elder: «No hay palabras suficientes que puedan describir las atrocidades cometidas contra los niños de Gaza».

El secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios de la ONU, Martin Griffith, dijo que es lo peor que ha visto nunca y definió la situación como «apocalíptica» y una «carnicería total». El propio secretario general, António Guterres, invocó el artículo 99 de la Carta Fundacional para parar este exterminio ignominioso que debería interpelar, si no aterrorizar, a todas las personas de buen corazón.

No somos conscientes de que la permisividad social e institucional hacia esta barbarie está finiquitando el orden mundial tal y como lo hemos conocido hasta ahora y nos puede abocar a un desorden mundial donde manden psicópatas guiados por inteligencia artificial. Si no paramos esta locura y mantenemos vigente, cumpliendo y haciendo cumplir, el derecho internacional surgido tras la II Guerra Mundial, entraremos en un mundo regido por la ley de la selva.

Así que, contestando al joven ignorante que me preguntó si era peor Israel o Hamas, la respuesta es obvia: Israel.

Y no olvidemos que ni es una guerra, ni es contra Hamas. Es un ataque indiscriminado, inhumano, monstruoso, con el único objetivo de exterminar al pueblo palestino. Quien no se posicione contra esta barbarie, no exija el alto el fuego, el cumplimiento del derecho internacional y la desestructuración de los cimientos racistas del Estado de Israel, pasará a la historia como cómplice de este genocidio. Lo dijo el arzobispo Desmond Tutu: «Permanecer neutral ante una situación de injusticia es optar por el opresor».

Estamos asistiendo al holocausto del siglo XXI, cometido ahora por el Estado de Israel. Como dijo Martin Bubber, filosofó judío criado en el sionismo, al ver en que se iba convirtiendo Israel: «Cuando nosotros (seguidores del judaísmo profético) volvimos a Palestina, la mayoría de los judíos prefirieron aprender de Hitler antes que de nosotros».