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El 18F oxigena a Feijóo, golpea a Sánchez y muestra que la coherencia soberanista tiene premio

El día después ya se han visto los primeros impactos de las autonómicas gallegas: Génova sonríe y la derecha celebra en Madrid mientras Ferraz digiere el resultado. El BNG capitaliza el trabajo territorial y creíble mientras que la izquierda española se inmola.

La candidata del BNG a la presidencia de la Xunta, Ana Pontón, en la comparecencia tras los resultados electorales. (César ARXINA | EUROPA PRESS)

El meteorito gallego ha caído en Madrid. No ha provocado una explosión con movimientos en cadena como podría haber sido si el PP perdía la mayoría parlamentaria, pero los impactos se han sentido.

Lo primero es lo inocultable: Alberto Núñez Feijóo no ha visto peligrar su liderazgo y ha recibido una nada despreciable inyección de oxígeno. Si Alfonso Rueda no conseguía renovar la presidencia al frente de la Xunta hubieran sonado las alarmas de la liga antisanchista, ese conglomerado de terminales jurídicas, intelectuales, mediáticas y empresariales que están desesperadas por ver fuera de Moncloa a quien se apoye en el bloque de investidura actual.

¿Esa misma liga hubiera virado su mirada hacia Isabel Díaz Ayuso si la mayoría era del BNG y el PSOE? Posiblemente. «Se acerca ya mi momento», cantaba hace una semana la parodia brutal de ‘Polònia’ de la presidenta de Madrid, como solo ese programa de humor de TV3 se anima a hacer. Pues tras el 18F el momento no se ha acercado lo suficiente, ‘Facha’ (el nombre del vídeo satírico, aclaremos, faltaba más).

Pero Ayuso sí ha tenido su momento este lunes al ser la protagonista de la celebración del triunfo. No lo fue en un acto de Génova pero sí en un desayuno informativo en el céntrico hotel Ritz madrileño, organizado por Nueva Economía Forum. Estratégicamente invitada el día después de las autonómicas de Galiza, la presidenta ha ofrecido su lectura de los hechos rodeada de la número dos del PP, Cuca Gamarra, y de figuras fuertes de antaño como Esperanza Aguirre o Dolores de Cospedal, sentadas en su mesa principal. De renovación ideológica, ni hablar.

«La verdad es que estoy feliz, muy aliviada, hemos sentido presión hasta el último momento. Nos preocupaba que Galicia se sumara a una comunidad secuestrada por el separatismo», ha comenzado su interlocución, y recalcado: «Feijóo, 40, Sánchez, 9» (en alusión a los escaños obtenidos por cada formación). Acto seguido ha arremetido con un cascada hostil y trumpista peligrosa que el auditorio fiel ha acabado premiando con una ovación.

Un ejemplo es decir que Rueda será presidente porque «lo han elegido los gallegos, y Sánchez es un presidente que la gente no eligió, sino que lo eligieron los comunistas, separatistas y el partido de los terroristas». La enajenación del rival político, además de no tener límite, también va granjeando aliados discursivos: el alcalde Martínez-Almeida, que trata de ubicarse en una posición siempre algo menos trumpista, ha declarado al irse a los medios que los gallegos premiaron al PP porque «no pacta con el diablo».

Ayuso se suma a la guerra contra el PNV

Ayuso se ha sumado a Feijóo en su guerra contra el PNV y ha augurado que el PSOE hará lehendakari al candidato de EH Bildu porque «son de su bando» y «harán lo que haga falta» para beneficiarse entre ellos. La ex presidenta regional, Esperanza Aguirre, ha valorado que lo importante era «la derrota del socialcomunismo, que es empobrecedor y los gallegos lo saben», y ha celebrado que era un «día muy malo para el socialismo del siglo XXI».

Esto es lo que hay, esta es la derecha en su máximo esplendor, alegre, voraz, bocazas y con ese añadido de impunidad que se les percibe por estar en el centro madrileño. Ser testigo de lo ocurrido y dicho en el hotel Ritz sirve para recordar los retos desde el bloque de enfrente.

Y en el bloque de enfrente, desde hace tiempo ya, hay pocos ganadores. Solo dos partidos políticos vienen creciendo en el Estado español gradual y constantemente: EH Bildu y el BNG. Tanto en las autonómicas, en las municipales como en las generales suben, un poco o mucho, los votos. La tendencia es ascendente pero lo es solo en ellos y esto implica que el resto de las fuerzas políticas, todas, deberían hacérselo mirar.

La espectacular subida del BNG, con casi medio millón de votos y consiguiendo su mejor marca histórica, no ha alcanzado. En la sede nacional ubicada al noreste de Santiago de Compostela la lectura es optimista pero con una pizca de amargura. «Fue muy bueno pero no alcanzó», admite a NAIZ un miembro de la Ejecutiva.

En el análisis que han hecho los nacionalistas internamente constatan que sigue como un reto la diferencia de apoyos en algunas zonas. «Hay resultados muy dispares entre comarcas, por ejemplo lo de Vigo y Pontevedra con Ourense. En eso influyen muchas variables», señalan.

El no haber logrado quebrar la mayoría absoluta lo achacan a «la campaña del miedo del PP, que consiguió asustar y movilizar a su electorado, con acusaciones que bordearon los límites de la ética en una democracia». Citan como ejemplo más delirante el querer vincular al BNG con Hamas por parte de algunos portavoces del PP, y también a la caída de los socios.

«Hubo trasvases entre bloques pero no tanto, evidentemente mucho votante del PSOE se fue al BNG o al PP», opinan desde el Bloque. El descalabro socialista no habría sido, en su opinión, solo por el voto útil a Ana Pontón sino que en sectores más conservadores se prefirió apuntalar al PP abandonando al PSOE para usar a Rueda como un muro al BNG.

BNG: «Estos son cambios que llevan tiempo, años. Lo importante es que se viene creciendo y se superan los techos»

Pontón ha dicho a su equipo del partido que «hay que seguir trabajando, uniendo más sectores en torno al BNG, que es la alternativa», y las fuentes que vieron su discurso ante los dirigentes aseguran que era «la más animada y decidida» a continuar trabajando. «Estos son cambios que llevan tiempo, años. Lo importante es que se viene creciendo y se superan los techos», concluyen.

Para la cúpula soberanista, los resultados muestran que el electorado «valora defender las ideas con convicción y el trabajo constante». Parecería calcada la frase de algunos tertulianos o columnistas de Madrid sobre EH Bildu en las últimas generales o municipales. Esta coherencia y claridad, capital intangible importantísimo de los partidos y líderes políticos, está claro que se premia.

Esa falta de movilización o, hasta peor aún, abandono del voto, es lo que sufrió el PSOE. Gómez Besteiro no cautivó y el espacio de centro que quiso ubicar no acabó siendo creíble. En algunas zonas del Estado, al parecer, la estrategia de Sánchez está pasando factura al partido, que desde siempre se ha mostrado titubeante y en constante zig-zag en su relación con los soberanistas y la diversidad del Estado. El caso del candidato a la Xunta que eligieron es paradigmático de ello: fue el primer diputado en poder hablar en el Congreso en una lengua cooficial y lo hizo por un partido que unos meses antes rechazó junto a PP y Vox el poder hablar en una lengua cooficial. Un exceso de eclecticismo no tan digerible para algún segmento demoscópico.

Sumar y Podemos

Los votos de Sumar y Podemos, si hubieran ido juntos, tampoco hubieran significado un escaño más, y quizás sí lo hubieran sido si no participaban de la elección, pero para el BNG. No habrían empujado la báscula en el otro sentido pero dejan una lección sobre los beneficios (ninguno) de la inmolación en pos de defender la pequeña trinchera. Yolanda Díaz y Ione Belarra deberían tomar nota e intervenir para evitar repetir en la CAV el papelón gallego. Y recordar que al sur del Ebro, donde los progresistas no tienen opciones sólidas para acudir, los que se benefician del fratricidio son Sánchez y la abstención.

Ferraz, ver llover

¿Esperar una autocrítica desde Ferraz? Mejor sentarse a ver llover. Hace tiempo ya que Sánchez habla a través de los gestos y los cambios que decide en altos cargos (la ministra de Igualdad es todo un ejemplo de ello). Desde la dirección de comunicación del PSOE estatal se empeñaban en ensuciar al PP: «No parece correcto lanzar términos como batacazo o debacle porque obtuvimos en Galicia el 14% de los votos, cuando el PP en Catalunya obtuvo el 4% en las autonómicas, y en Euskadi el 6%”.

Si bien admiten que el resultado «es malo», insisten en Ferraz en decir que las críticas de Génova de esta semana se volverán seguramente en contra en las autonómicas de la CAV. «Con lo que dicen hoy se ponen en un aprieto para abril», murmuran. Entre tanto, la apuesta por Gómez Besteiro sigue firme y ha dicho que mantendrá su cargo de parlamentario para reconstruir el partido.

Ultraderecha

Un párrafo merece la ultraderecha: Vox no supera el 3% de los votos y vuelve a quedarse fuera del Parlamento gallego, el único de todo el Estado en el que no ha conseguido un asiento. Además, en los casi trescientos concellos de Galiza solamente tienen un solo concejal, según los resultados del 28M pasado. Santiago Abascal dedicó buena parte de su energía los últimos días para tratar de romper ese techo de cristal e hizo directos por TV en medio de las verdes praderas gallegas, con un hórreo de piedra granito detrás, en modo sobreactuación amigable. Por suerte para el progresismo y los demócratas, los gallegos siguen diciéndole contundentemente que por allí no pasan.