Lidia Mayta, la líder aymara que combate con taekwondo la violencia machista en Bolivia
En Bolivia, un país donde, según su Gobierno, el 80% de las mujeres, niñas y adolescentes ha sufrido violencia machista por lo menos una vez en su vida, Lidia Mayta se dedica a enseñar defensa personal a mujeres.
Un violento asalto en la puerta de su casa hace tres años convirtió a Lidia Mayta, una indígena aymara, en capacitadora de defensa personal con técnicas de taekwondo para mujeres de la ciudad de El Alto, en Bolivia.
Los atacantes que querían robarle ya le habían colocado una soga al cuello, pero fueron espantados por sus vecinos. «Yo no sabía cómo defenderme, ahora trato de que otras mujeres pierdan ese miedo», indica a la AFP esta mujer originaria de Puerto Chaguaya, en la frontera con Perú.
Lidia, de 56 años, tiene una pequeña tienda de artículos básicos en su casa en El Alto. Asistió primero a los cursos de ‘Warmi Power’ (‘warmi’ significa mujer en aymara), un emprendimiento que capacita a mujeres en taekwondo para defenderse de la violencia, principalmente machista. Y luego se convirtió en monitora.
«No somos el país más inseguro de la región, pero sí somos un país violento contra las mujeres», indica Lucía Vargas, integrante de la organización feminista Coordinadora de la Mujer.
Ocho de cada diez mujeres, niñas y adolescentes en Bolivia han sufrido algún tipo de violencia al menos una vez en su vida, según datos gubernamentales.
En 2023 más de 51.000 mujeres denunciaron violencia, 39.000 de ellas relacionadas con sus parejas como agresores.
Cinturón negro contra el machismo
Lidia Mayta asegura que Warmi Power la hace sentir «líder, activista y con fuerza para difundir los aprendizajes a otras mujeres».
Como líder indígena –es secretaria de Salud de su comunidad en Puerto Chaguaya–, Lidia fue invitada a unirse al equipo hace tres años para facilitar la comunicación con las mujeres que hablan aymara.
Warmi Power, un proyecto de las profesoras de taekwondo bolivianas Laura Roca y Kimberly Nosa, ambas cinturón negro, fue lanzado en 2015. En sesiones que utilizan elementos de la terapia de grupo, todo tipo de mujeres aprenden este arte marcial.
Regularmente se hacen talleres específicos para indígenas, muchas de ellas migrantes que además de violencia machista sufren discriminación al llegar a la ciudad.
«La violencia no se resuelve con violencia, pero aprender a defenderse puede salvar nuestras vidas», afirma Kimberly.
El padre de Laura, que también es psicóloga, le dijo que el taekwondo era solo para hombres, pero ella insistió y junto a Kimberly ya han capacitado a más de 35.000 mujeres en diferentes rincones de Bolivia.
Patadas en polleras
Vestidas con sus típicas polleras –faldas abultadas–, mantas de lana, sombreros bombín y dos trenzas como peinado, las mujeres inician el calentamiento muscular en cada taller.
Muchas nunca han dado un golpe en su vida y la timidez se apodera de sus primeros movimientos. Las participantes aprenden a dar patadas, a gritar e identificar los puntos débiles en el cuerpo del atacante.
Lidia acompaña el proceso corrigiendo posturas y con los ejercicios de entrenamiento motiva a sus alumnas a proyectar sus temores en los objetos para imprimir fuerza.
El Alto, la ciudad junto a La Paz a más de 4.000 metros del mar donde se desarrolla el taller, tiene más de un millón de habitantes, y más de un tercio de su población vive en la pobreza.
El grupo de mujeres indígenas de Warmi Power está integrado por comerciantes que mantienen a sus familias con la venta de ropa, comida y otros productos.
Marcelina Quispe, de 45 años, vende quesos en una zona comercial de la ciudad altiplánica. La historia de violencia de pareja de una amiga la llevó a inscribirse en los talleres de Warmi Power.
«Su esposo le dijo: ‘Te voy a enterrar en tu patio si me dejas’. Yo le he dicho que no tenga miedo, que no le vamos a dejar sola, y de ahí me vine a estos talleres porque nunca se sabe cuando viene la desgracia», cuenta Quispe.
«Eres guerrera»
Las organizaciones feministas en Bolivia señalan que la violencia se ha normalizado. «Hay un ensañamiento contra la vida de las mujeres cuando buscan su independencia», analiza Lucía Vargas, psicóloga e integrante de la Coordinadora de la Mujer.
Desde 2013 Bolivia tiene una ley específica para combatir la violencia contra las mujeres y desde entonces se registraron 1.085 feminicidios. Pero la principal crítica es la falta de presupuesto.
Cuando terminan los ejercicios físicos en el taller, las participantes se colocan en dos filas, formando un túnel, y lo atraviesan una a una.
«Eres linda, eres poderosa, eres valiosa, eres guerrera, tú eres fuerte», se dicen entre susurros y palmadas en la espalda al acabar al trayecto, que cierra con un abrazo colectivo.