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Llegó la primavera, pero el cambio climático y la sequía se deja especies por el camino

El cambio climático y la sequía están afectando a la biodiversidad, con la reducción e incluso desaparición de algunas especies que al variar su hábitat provocan un efecto en cadena en otras especies de flora y fauna que en última instancia acaban repercutiendo también al ser humano.

Expertos alertan de que las mariposas están desapareciendo de las ciudades. (NAIZ)

La península ibérica es, según la organización ecologista World Wildlife Fund (WWF), uno de los enclaves con mayor biodiversidad de toda Europa y, al mismo tiempo, el más «vulnerable» del continente, con el mayor porcentaje de especies amenazadas, tanto por el cambio climático como también por otros factores como la agricultura intensiva.

Las entidades ecologistas ya observan ausencia de especies, como el salmón del atlántico, la mariposa apolo o el urogallo cantábrico, aunque son solo algunas de las piezas del rico puzzle de la biodiversidad estatal de flora y fauna que empiezan a echarse en falta.

Pájaros que vuelan al norte

La falta de alimento en algunas latitudes por la escasez de floración lleva a muchas aves a volar hacia el norte y prácticamente desaparecer de la península ibérica.

Desde el Instituto Catalán de Ornitología, el investigador Sergi Herrando ha explicado que el torillo, propio de Andalucía, se ha prácticamente extinguido en su tierra, y algo similar empieza a ocurrir con la tarabilla europea, que cada vez es más difícil de avistar porque ha empezado a preferir cielos más al norte del continente.

«Antes, en lugares como los países escandinavos no se veía a la tarabilla, era inaudito. Y ahora sí. Debemos investigar el conjunto de factores que llevan a esa realidad, pero uno de ellos es el cambio climático», ha apuntado el experto. Herrando recuerda que no es baladí que perdamos especies de pájaros porque «todas las especies dependen unas de otras».

«El caso más evidente en los pájaros es la dispersión de semillas. Muchos pájaros comen frutos y en excrementos dejan ir semillas. Muchas plantas dependen en mayor o menos grado de ellos», cuenta.

Vegetación con estrés hídrico

En ciudades como Barcelona, las palmeras plantadas hace décadas, cuando el clima y la situación hídrica eran distintos, se resienten por la sequía y las plagas, lo que está llevando al consistorio a analizar qué especies pueden dar sombra en el futuro en una ciudad cada vez más sofocante y seca.

Y lo mismo ocurre con una vegetación urbana en la que se abre cada vez más camino a especies invasoras, ha contado a EFE Erola Fenollosa, bióloga investigadora en Oxford, quien recomienda, para que en los balcones aguante el sofocante clima de buena parte del estado, plantas resistentes como la lavanda y aromáticas como el tomillo, entre otras.

Preguntada sobre si debemos apostar por cactus y especies de plantas más propias hasta ahora del norte de África, señala que «la migración asistida» genera mucho debate, y que en su opinión debe partirse primero de «reconstruir» lo autóctono.

Fenollosa defiende la importancia de mantener una variedad rica de especies pues así nuestro ecosistema será más resistente a las plantas invasoras que empobrecen y debilitan el ecosistema en general.

Las mariposas huyen de las ciudades

La bióloga y coordinadora del primer censo de mariposas urbanas, Yolanda Melero, cuenta que estos vistosos insectos alados son cada vez más difíciles de ver en las ciudades a consecuencia, entre otros factores, de la escasez de flores por el calor y la sequía.

«Lo que vemos es que antes había multitud de especies de mariposas pero ahora solo sobreviven las que llamamos generalistas, las que tienen capacidad de moverse de un lado a otro, aguantar las más altas temperaturas y alimentarse de distintas flores», cuenta.

Pero ¿qué importa que desaparezcan unos pocos tipos de mariposas?

«El tema de que desaparezcan las mariposas como otros tipos de fauna y flora tiene un doble efecto: por un lado se pierde esa especie en concreto, pero, por otro, además perdemos biodiversidad, lo que implica que los ecosistemas se debiliten al ser más frágiles a los cambios», contesta Melero.

La bióloga del Centro de investigación ecológica y aplicaciones forestales (CREAF) señala que aquellas especies que desaparecen dejan un lugar en el sistema que es ocupado por especies invasoras que producen menos alimento y, por tanto, la pérdida de especies en cadena que en última instancia tiene efectos negativos también para la salud de las personas.