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Exhumaciones en Cuelgamuros: una «aguja en un pajar» cargado de trabas, presiones y dolor

Familiares han empezado a acceder al laboratorio instalado en Cuelgamuros donde se afronta una tarea titánica: tratar de recuperar los restos de 160 represaliados del franquismo entre 33.800 cadáveres enterrados. Paco Etxeberria y Lourdes Herrasti participan en unos trabajos con trabas añadidas.

Lourdes Herrasti (Aranzadi) explica a Pedro Sánchez los trabajos que realizan en Cuelgamuros, el pasado 4 de abril. (Moncloa)

Las tareas de búsqueda y exhumación de víctimas del franquismo enterradas contra la voluntad de sus familias en el llamado Valle de los Caídos se habían desarrollado de modo más bien discreto desde el pasado año. La visita del presidente español, Pedro Sánchez, al laboratorio allí instalado, el pasado 4 de abril, ha hecho que descendientes de esas víctimas pidieran también acceder a la zona. Y han podido comenzar a hacerlo esta semana, en grupos pequeños, de 10-15 personas. Con ello ha trascendido no solo la epopeya que supone esta búsqueda siete décadas después, sino también los obstáculos a que se enfrentan.

El forense Paco Etxeberria y el sicólogo Miguel Angel Estévez han ofrecido algunos detalles este miércoles en Radio Euskadi. Pero para empezar hay que reparar en la dimensión enorme de la tarea. Y es que en Cuelgamuros se trata de recuperar los restos de estos 160 represaliados cuyos restos fuero enterrados entre más de 33.000 muertos del otro bando. «Una aguja en un pajar», ha resumido Estévez.

Cajas de restos humanos colapsadas

En los más de 70 años transcurridos desde que en la década de los 50 los restos fueran trasladados allí –en el caso de estos represaliados, tras sacarlos de fosas comunes habitualmente–, la humedad ha hecho su efecto. Muchas cajas con restos han colapsado directamente a consecuencia de ello, por lo que hay zonas que aparecen convertidas en un amasijo de huesos.

Avanzaba este temor ya en 2021 Ekhiñe Atorrasagasti Ugarte, familiar de una de estas víctimas depositadas en Cuelgamuros (Lucas Ugarte Plaza), en NAIZ Irratia: «Hay que tener en cuenta que el Valle de los Caídos se construyó con un cemento bastante malo, está lleno de goteras, gran parte de la madera está podrida… Y, si después de todo, logran localizar el ataúd y tiene el número que buscan, entonces entraremos en el proceso forense-genético. Es decir, que esto puede durar años, por lo que nos encontramos ante un proceso bastante laberíntico, al menos si no se toman otras decisiones políticas».

 

Familiares de víctimas vascas enterradas en Cuelgamuros, en una imagen para un reportaje en 7K. (Jon Urbe | Foku)

Este es uno de los detalles que provocan sufrimiento añadido a quienes están entrando en el recinto levantado por el franquismo. Estévez ha destacado «la crudeza de la experiencia».

Se trata de uno de los dos sicólogos que están asistiendo allí a quienes lo necesitan, a fin de que «puedan mantener la entereza emocional» y poder mantener en cierta calma la «conversación» interior con sus allegados, inherente a esta experiencia.

Tampoco hay que olvidar que este proceso exigirá una tremenda paciencia, por las dificultades para tener resultados. Así, hay quien asume ya que no verá los restos de sus familiares, en todo caso lo hará la siguiente generación.

Recursos judiciales, cerraduras selladas, ascensores que no funcionan...

A las dificultades objetivas se les suman las trabas puestas por los nostálgicos del franquismo. Los profesionales que participan en estas labores relatan que se han topado con algunos sabotajes: pegamento en las cerraduras para dificultar el acceso, ascensores que sospechosamente no funcionan demasiado a menudo... Puntualmente también se reproducen allí concentraciones de signos fascistas, con intenciones intimidatorias.

 

Fascistas protestan contra la salida de los restos de José Antonio Primo de Rivera de Cuelgamuros. (Alejandro Martínez Vélez | Europa Press)

Antes, en diciembre del pasado año, la Audiencia Nacional paralizó cautelarmente este trabajo durante algunos días, atendiendo a una demanda de la asociación ultra Abogados Cristianos. Y meses antes lo había hecho un juzgado de Madrid, aferrándose a cuestiones urbanísticas.

Los argumentos esgrimidos en estas recurrentes apelaciones a los tribunales han sido de lo más variado, por no decir desvergonzado. Abogados Cristianos alegó que «la mera necesidad de tener que realizar las pruebas de ADN a los cadáveres (lo que implica cierto grado de profanación), incurre en una vulneración de un ejercicio de la libertad religiosa». También se ha esgrimido que «se atenta contra la paz de los muertos» o que se pone en riesgo la estabilidad del edificio, dado que parte de los huesos están integrados directamente en las paredes.

La visita de Pedro Sánchez y del ministro de Memoria Democrática, Angel Víctor Torres, contribuye a dar apoyo y estabilidad a esta labor dilatada tantas décadas por los gobiernos españoles, pese a que las familias no han dejado de denunciar lo inaceptable que resulta que sus descendientes sigan allá enterrados, a mayor gloria franquista.

La aportación vasca, en víctimas y profesionales

Entre las quince primeras familias que han podido entrar en las criptas de Cuelgamuros y ver cómo se trabaja en el laboratorio había cuatro vascas. Algunos testimonios sobre cómo murieron sus allegados y cómo tuvieron conocimiento de que estaban enterrados en el tenebroso Valle de los Caídos fueron recogidos por Mikel Zubimendi en este reportaje publicado en 7K.

Paco Etxeberria, junto a Pedro Sánchez en la visita del pasado mes. (Borja Puig de la Bellacasa | Pool Moncloa)

Hay impulso vasco también en el grupo que desarrolla esta labor. Entre los cuatro forenses y otros profesionales de distintas disciplinas que trabajan en Cuelgamuros destacan Paco Etxeberria y Lourdes Herrasti, de Aranzadi. Herrasti fue la encargada de explicar directamente a Pedro Sánchez qué están haciendo y cómo.