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Conejos, gallinas y una vida condensada en unas bolsas de plástico

Julián Gurrutxaga, vecino de Astigarraga de 73 años, ha podido recuperar este viernes parte de sus bienes personales y artículos de necesidad casi dos meses después de haber sido expulsado de su vivienda por un prestamista que le reclamaba unos intereses de hasta el 29%.

Julián Gurrutxaga sale de su hogar con algunas de sus pertenencias metidas en bolsas de plástico. (Gorka RUBIO | FOKU)

Al menos le quedan los conejos y las gallinas. Desde el pasado 20 de marzo, Julián Gurrutxaga, de 73 años, va y viene cada día desde el piso que le cedió el Ayuntamiento de Astigarraga para darles de comer y limpiar sus jaulas. Antes no tenía que caminar tanto.

El cobertizo de los animales está junto a la vivienda en la que nació y ha residido toda su vida. Son dos plantas de más de 100 metros cuadrados cada una, que forman parte del enorme caserío Gurutzeta, cerca de la sidrería del mismo nombre. En este pueblo de Gipuzkoa todo está cerca de alguna sidrería. Le echaron –la expresión técnica es ‘le lanzaron’– hace casi dos meses.

Le pillaron a solas, sin previo aviso, se presentó una decena de personas desconocidas con unos papeles, le cambiaron la cerradura y se tuvo que marchar con lo puesto. Una mano delante y otra detrás, en zapatillas de casa, no se pudo llevar ni las medicinas, ni su documentación, ni el aparato para medirse la tensión. Tras varias semanas de batalla legal, hoy ha podido regresar durante 50 minutos al que fue su hogar, para recuperar algunos enseres personales, recuerdos familiares y artículos de primera necesidad.

El infierno comenzó hace casi una década, cuando necesitaba unos 60.000 euros para hacer frente a una urgencia. Terminó firmando con un prestamista privado de Zaragoza (Gormedino S.L.) una deuda de 147.000 euros, a devolver en un año y con un interés del 15%, que se convirtió en un 29% debido a la demora. «Me liaron», comentó en su día.

La vivienda era la garantía, al menos el cobertizo se quedó fuera. No es el primero que cae en esta tela de araña, tampoco será el último. Hay quienes piensan que nunca les podría pasar a ellos ni a sus allegados. Hasta que pasa.

Julián Gurrutxaga, arropado en estos momentos difíciles. (Gorka RUBIO/FOKU)

 

Usufructo vitalicio

Este viernes Julián Gurrutxaga a vuelto a entrar en su casa, acompañado por su abogada y por una representante del juzgado. El caso está pendiente de los recursos presentados ante el Juzgado de Primera Instancia número 7 de Donostia.

Por un lado se subraya que Julián Gurrutxaga tiene el usufructo vitalicio para residir en el caserío, además de que el lanzamiento estuvo plagado de irregularidades. Su letrada ha trasladado a NAIZ su optimismo al respecto. Más complicado parece recuperar la propiedad, la ley y la justicia discurren a menudo por carriles diferentes.

En el exterior se han dado cita amigos de Julián, integrantes de Stop Desahucios –con la incombustible Rosa García al frente, reclamando una regulación más estricta para estas prácticas ‘vampirescas’– y concejales del Ayuntamiento de Astigarraga, como la titular de Servicios Sociales, Esti Neira. También ha hecho acto de presencia una representante de Gormedino S.L., que ha traído las llaves. Visiblemente incómoda, ha pedido a los medios que no le sacaran fotos y ha permanecido todo el rato al margen, aunque ha tenido que escuchar lemas como ‘Julián se queda’ o ‘Usureros kanpora’.

Emocionado y parco en palabras, Julián Gurrutxaga ha remarcado que esta corta visita temporal a su hogar «ha sido un momento muy duro», aunque no pierde «la esperanza» de poder volver de forma definitiva más pronto que tarde. «Pero va largo», ha añadido. Hasta que llegue ese momento, tendrá que seguir paseando cada día para dar de comer a los conejos y las gallinas.

Gurrutxaga y sus acompañantes, durante la visita fugaz a su hogar. (Gorka RUBIO/FOKU)