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Fútbol, el opio que no da de comer pero abastece de historias

Cada partido de fútbol es una novela y el descuento es el momento álgido del guionista. El balompié no necesita de un guión establecido. Tiene todos lo necesario para una narración: acción, batallas individuales como colectivas, protagonista y antagonista... Es un nicho que alimenta nuestra pasión.

Belén Gopegui, Javier Giraldo y Enrique Ballester en el LABe de Tabakalera. (Andoni CANELLADA | FOKU)

Cada partido es una historia, así lo dicen los más expertos; o incluso los entrenadores, cuando se les pregunta por un partido concreto. «Cada partido es una historia y un mundo», dijo el mismísimo Zinedine Zidane antes de proclamarse campeón de la Champions como entrenador del Real Madrid. Y es quizás la razón principal por la que es tan adictivo. «Uno se involucra tanto en el fútbol que cada tanto se pregunta, ¿qué hago yo aquí sufriendo?». Lo dice uno que es aficionado del Castellón y que ha labrado su carrera periodística en torno al equipo de Castalia, viviendo en sus carnes el descenso hasta la Tercera División estatal.  

Él es Enrique Ballester, periodista deportivo que ha dejado su sello en distintos medios, en forma de columnas o colaboraciones. En la revista ‘Panenka’ o en el programa de televisión ‘El Día Después’ de Movistar+, entre otros. Es también autor de un relato del libro ‘El Descuento’ editado por ‘Panenka’ y en el que están recopiladas 100 historias de 100 firmas distintas, con un objetivo común: hablar del fútbol.

Eso mismo hicieron ayer en el LABe de Tabakalera el propio Ballester y Belén Gopegui, escritora, reconocida militante  comunista y también autora en ‘El Descuento’, que compartieron foro con Javier Giraldo, uno de los creadores de la revista futbolística y periodista de ‘Sport’, como moderador en el coloquio ‘Fútbol con vermú: el descuento’. Se celebró dentro de la séptima edición de Korner Festibala, jornadas que aúnan fútbol y cultura impulsadas por la Fundación de la Real.

Los protagonistas no entraron al barro pero demostraron ser unos apasionados de un deporte tan rico en historias que su «realidad supera a la ficción»; tanto que de esa realidad forma una selección formada por escritores o periodistas deportivos que actualmente está disputando su Eurocopa particular en Alemania. Ballester, por ejemplo, integra ‘La Cervantina’, la selección española de escritores. «El fútbol tiene todos los elementos de un relato: hay acción, hay protagonistas y hay un narrador o una narradora», asegura Gopegui, que se inspiró en la figura de la árbitra como narradora de su último relato: «Nunca escuchamos al árbitro o a la árbitra, y es él quien dicta el inicio y el final, quien decide dar un giro de 180 grados, es la que interviene en la historia».

«Tenemos novelas cada semana, siempre hay diferentes formas de ver o contar un partido; el fútbol es un magnífico proveedor de historias»

El columnista Manuel Jabois, madridista confeso, suele vacilar con que el mecanismo narrativo más importante del fútbol es la victoria, pero que es comprensivo que los aficionados de otros equipos busquen otros elementos. «Tenemos novelas cada semana, siempre hay diferentes formas de ver o contar un partido; el fútbol es un magnífico proveedor de historias», observa Gopegui.
Y es lo que busca la gente, relatos que cuenten el camino a una gesta o un desastre. El lector es conocedor del desenlace y busca alguna epopeya para comprender mejor el final.

El fútbol moderno

Gopegui, de padre madridista, reconoce que tuvo que hacerse «un lavado de cerebro porque no quería ser aficionada» del Real Madrid por convicciones propias. También cree que el fútbol se basa en conceptos tradicionalmente de izquierdas, como el de querer ser parte de un colectivo, pero, añade, «se cruza con políticas más oscuras y es complicado idealizar sus historias».

En una época en la que cada vez cobra más fuerza el lema ‘Odio eterno al fútbol moderno’ –frase impresa en una camiseta del hijo de Gopegui, tal y como explica ella–, Ballester asegura que el fútbol «siempre ha sido una lucha entre poderosos y débiles».

El origen del balompié así lo refrenda, cuando los obreros quisieron unirse al nuevo deporte creado por los aristócratas ingleses. Los trabajadores, después de largas jornadas laborales, dedicaban tiempo y esfuerzo a la práctica de este deporte, y se enfrentaron al importante obstáculo económico gracias a los propietarios de las fábricas en las que trabajaban. El histórico triunfo de Blackburn Rovers frente al Queen’s Park en 1884 elevó el fútbol a otro nivel, pues pasó de ser un deporte minoritario, de aristócratas, a ser un deporte de masas.

«Es decir, sin esa revolución, el fútbol podría ser a día de hoy como el golf, elitista», apostilla Gopegui.

Dictadura del resultadismo

El deporte, en general, y el fútbol en particular, no ha terminado de deshacerse de «la dictadura del resultadismo». «Y cuando toda va bien, es maravilloso, sientes que formas parte de algo; pero cuando las cosas van mal dadas...», comienza a explicar Ballester sus aventuras como cronista del Castellón. «Me salvó el humor; cuando entendí que el fútbol no está exento del humor, que había que tomarlo de otra forma, he conseguido ser feliz», cuenta el castellonense.

«Me salvó el humor; cuando entendí que el fútbol no está exento del humor, que había que tomarlo de otra forma, he conseguido ser feliz»

A través de esa reflexión se puede entender su libro ‘El fútbol no nos da de comer’. Es una frase hecha que viene a relajar a quien le afecte una derrota de su equipo toda una semana.

«El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes», dejó como legado Arrigo Sacchi.

Es tal la pasión que genera el fútbol, que en nuestra visión sobre cualquier acción influye la implicación personal. «Mi hijo es de un equipo y el padre de mi hijo de otro equipo. He escuchado tales debates en torno a la misma jugada... Yo pensaba que era algo objetivo; es penalti o no lo es. Pero entran en liza los sentimientos, y en un debate futbolístico no tiene cabida la expresión ‘yo siento que es penalti’... Porque uno ve que sí y el otro no...», explica la autora de ‘El balonazo’, una novela juvenil asentada en la contradicción entre participar y ganar.

Los protagonistas del coloquio recibieron un obsequio de la Real, organizadora del evento. (REAL SOCIEDAD)

«Siempre hemos escuchado que lo mejor es participar, en todos los ámbitos... Pero quiero que mi hijo haga el exámen y que saque buena nota; quiero que juegue al fútbol y que gane... Vivimos en esa contradicción constante», dice Gopegui, a quien aún le siguen preguntando cómo termina el libro, si el equipo de Daniel –protagonista de la novela– gana la final o no, pues tuvo la valentía de terminarla justo al descanso, dejando en el aire toda la segunda mitad más el descuento, palabra mal utilizada para referirse al tiempo  añadido pero que es ya la seña de identidad del fútbol, porque cualquier cosa puede pasar en ese instante. «Los guionistas suelen venirse arriba», dice Ballester con su ironía tan característica; más ahora, con la implantación del VAR, innovación del fútbol moderno.

La mirada nostálgica nos hace romantizar el fútbol de antaño, «en el que había más violencia, más racismo y más homofobia», subraya Ballester, que no tiene tan claro si el fútbol transforma el comportamiento del ser humano o si nos lo muestra sin maquillaje.